Me despierto antes de las seis de la manhana, salgo de la tienda y la vista es espectacular, ya no hay jeeps ni turistas, solo dos tiendas pequenhas mas abajo, pero sus ocupantes estan durmiendo. Todavia no ha amanecido, pero ya hay luz. Tenemos el mundo para nosotros solos y, a medida que vaya saliendo el sol y las nubes se desplacen, la luz sera cada vez mas bonita. La cumbre del Kazbek esta cubierta, pero a veces se deja entrever, y entonces el sol hace brillar la nieve. Abajo, en el valle, corre un rio fino por un cauce pedregoso que le viene grande. Y, de repente, un rayo de sol se desborda por las montanhas e ilumina el monasterio, alla sobre su altozano. Una pasada... Podria estar alli todo el dia contemplando aquello y haciendo mil fotos de lo mismo segun varia la luz, pero por el noroeste se acercan unas nubes muy negras y mas vale que emprendamos el descenso. Nada mas agarrar las mochilas, un tipo que ha traido a unos turistas en un jeep nos ofrece bajarnos. Le decimos que no tenemos pasta. Contesta que el no ha dicho nada de pasta. En veinte minutos estamos en el pueblo, con tiempo de sobra para coger la marshrutka de las 9, que arranca casi vacia.
Ya en Tbilisi pasamos por casa de Irakli para dejar las cosas, ducharnos y poner la tienda a secar, y luego vamos a comer nuestro ultimo ostre, pagado con tarjeta. Luego tiramos hacia la ciudad vieja a tomarnos un cafe con hielo (pagado con tarjeta), pero estamos cansados y de mala leche, Monika se encuentra mal y se va para casa y yo me pierdo por la parte antigua.
...
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jueves, 30 de julio de 2009
Kazbegi
A las cuatro y pico de la manhana me despierto y ya no puedo dormir. No tengo resaca, menos mal, aunque todavia no he terminado de digerir la cena. A las cinco y pico me levanto, me ducho con agua helada (no por eleccion propia), me arreglo. Y, mientras espero a Monika, me quedo dormido. Por fin nos llega un mensaje de Irakli, que nos espera en Didube con la esterilla que le habiamos pedido, asi que salimos pitando. Cogemos la marshrutka de las nueve, solo una hora mas tarde de lo previsto, no esta tan mal teniendo en cuenta la juerga de anoche. El viaje dura tres horas y pico.
En Kazbegi hace frio. Nada mas bajar de la marshrutka nos rodea un monton de gente ofreciendonos alojamiento, transporte, guia. Nos quieren convencer de que la subida es demasiado dura para hacerla solos (mentira, porque Monika ya ha estado alli dos veces y sabe como es, y nosotros no vamos a subir al pico mas alto) y de que no se puede dormir alla arriba porque hace muy mal tiempo, lluvia y frio (verdad parcial: hace mal tiempo, pero nada que impida plantar una tienda de campanha y dormir en ella, o al menos eso esperamos). Nos ponemos los forros polares y vamos a tomar un cafe en un bar donde conocemos a una pareja de un bielorruso y una georgiana (que nos invitan a Minsk) y a dos hermanos neozelandeses, uno de los cuales lleva catorce meses viajando por el mundo.
A Kazbegi van muchos turistas y alpinistas. Unos, porque es un sitio bonito y facilmente accesible, a tan solo tres horejas de Tbilisi (no como Svaneti); y otros, para subir al Kazbek, uno de los picos mas altos de Georgia (y del Caucaso, y de toda Europa), con 5047 metros de altura y de muy dificil ascension. Monika ya ha estado arriba, pero esta vez vamos "de tranqui", que ni llevamos equipo, ni yo soy alpinista. Tiramos cuesta arriba por una pendiente bastante empinada. Pero la subida no dura mas que una hora y pico, dos como maximo, con paradas. Pronto llegamos a nuestro objetivo: una llanura verde situada a 2080 metros de altitud y en cuyo extremo, al borde del precipicio, se alza un otero con el monasterio Tsminda Sameba, del siglo XIV. Cuando llegamos nosotros, las nubes trazan una linea recta que pasa por encima del monasterio y secciona las cumbres del macizo montanhoso del fondo. La vista es espectacular. Quiza sea hoy a causa del tiempo, pero la mayoria de los turistas llegan en jeeps que los dejan directamente en la subidita que lleva al monasterio. Vale, ven la construccion, que tiene cierto interes, pero se pierden lo mas bonito, que es la vista desde lejos.
Empieza a llover, las gotas son cada vez mas gordas, asi que buscamos un lugar adecuado y plantamos alli la tienda nueva de Monika, que queria estrenarla en el Caucaso. Ademas, que ya no nos queda pasta para pagarnos un alojamiento abajo, en el pueblo, aunque quisieramos. Comemos pan y queso que hemos traido desde Tbilisi, porque es mas barato, mientras la lluvia repiquetea fuertemente sobre nuestras cabezas. Confiamos en que la tienda sea de buena calidad. Nos echamos a dormir.
De repente me despierto, oigo un ruido detras de mi y veo una sombra que se acerca a la tienda y la roza, a contraluz me parece reconocer un hocico enorme. Monika se levanta de un salto y ahuyenta a una vaca que, no se si del susto, acaba de plantar una mina justo detras de nuestra tienda y que, al mirarla un poco mas de lejos, resulta ser un toro. Intentamos dormir otra vez. Al rato se oyen perros. Nos miramos. Nos dan mas miedo los perros que las vacas. Echamos un vistazo. Los pastores se estan llevando los rebanhos. Oscurece. A pesar de lo incomodo que se esta alli dentro y del frio que apenas consiguen vencer forros polares y sacos de dormir, intentamos dormir otra vez. Poco despues oigo unos pasos apagados cerca de nuestra tienda y, enseguida, justo al lado de mi cabeza, un bufido. Otra vez sale Monika y espanta a tres caballos jovenes que salen galopando y haciendo cabriolas. Un rato despues, lo mismo. Los mismos tres caballos. Esperamos que ya no vuelvan. Es de noche.
La noche es incomoda, no encuentro la postura para dormir y hace bastante frio. Suenho que soy soldado (!?yo?!), tengo un gran casco verde y un uniforme con muchas correas y me llevan en un helicoptero de guerra de color blanco. Con nosotros va un general que sonrie como Anibal Smith y, aunque no lo parece, estoy seguro de que es un cabron como todos los generales de las peliculas. Me explica que normalmente el es el ultimo en saltar, pero que hoy voy a ser yo, no se a que debo el honor, pero cuando llegue abajo tengo que pintarme la cara con colores de camuflaje y luego infiltrarme en las lineas del enemigo, que creo que es oriental. Yo formo parte del ejercito polaco, donde me han aceptado por llevar ya muchos anhos alli. Como unica arma tengo un cuchillo. Me da la sensacion de que es una mision suicida, asi que decido que, si me cogen, me pasare al enemigo y les hare de espia. Agarro mi cuchillo y ya voy a saltar cuando me despierto.
A mi lado oigo un ruido contra la tienda. Agarro mi cuchillo de verdad, que he dejado a mano, y doy un grito para ahuyentar a lo que sea que haya venido ahora. Hemos leido antes que en estas montanhas hay lobos, osos y serpientes. Pero no es mas que el viento. El resto de la noche pasa sin mas sobresaltos.
En Kazbegi hace frio. Nada mas bajar de la marshrutka nos rodea un monton de gente ofreciendonos alojamiento, transporte, guia. Nos quieren convencer de que la subida es demasiado dura para hacerla solos (mentira, porque Monika ya ha estado alli dos veces y sabe como es, y nosotros no vamos a subir al pico mas alto) y de que no se puede dormir alla arriba porque hace muy mal tiempo, lluvia y frio (verdad parcial: hace mal tiempo, pero nada que impida plantar una tienda de campanha y dormir en ella, o al menos eso esperamos). Nos ponemos los forros polares y vamos a tomar un cafe en un bar donde conocemos a una pareja de un bielorruso y una georgiana (que nos invitan a Minsk) y a dos hermanos neozelandeses, uno de los cuales lleva catorce meses viajando por el mundo.
A Kazbegi van muchos turistas y alpinistas. Unos, porque es un sitio bonito y facilmente accesible, a tan solo tres horejas de Tbilisi (no como Svaneti); y otros, para subir al Kazbek, uno de los picos mas altos de Georgia (y del Caucaso, y de toda Europa), con 5047 metros de altura y de muy dificil ascension. Monika ya ha estado arriba, pero esta vez vamos "de tranqui", que ni llevamos equipo, ni yo soy alpinista. Tiramos cuesta arriba por una pendiente bastante empinada. Pero la subida no dura mas que una hora y pico, dos como maximo, con paradas. Pronto llegamos a nuestro objetivo: una llanura verde situada a 2080 metros de altitud y en cuyo extremo, al borde del precipicio, se alza un otero con el monasterio Tsminda Sameba, del siglo XIV. Cuando llegamos nosotros, las nubes trazan una linea recta que pasa por encima del monasterio y secciona las cumbres del macizo montanhoso del fondo. La vista es espectacular. Quiza sea hoy a causa del tiempo, pero la mayoria de los turistas llegan en jeeps que los dejan directamente en la subidita que lleva al monasterio. Vale, ven la construccion, que tiene cierto interes, pero se pierden lo mas bonito, que es la vista desde lejos.
Empieza a llover, las gotas son cada vez mas gordas, asi que buscamos un lugar adecuado y plantamos alli la tienda nueva de Monika, que queria estrenarla en el Caucaso. Ademas, que ya no nos queda pasta para pagarnos un alojamiento abajo, en el pueblo, aunque quisieramos. Comemos pan y queso que hemos traido desde Tbilisi, porque es mas barato, mientras la lluvia repiquetea fuertemente sobre nuestras cabezas. Confiamos en que la tienda sea de buena calidad. Nos echamos a dormir.
De repente me despierto, oigo un ruido detras de mi y veo una sombra que se acerca a la tienda y la roza, a contraluz me parece reconocer un hocico enorme. Monika se levanta de un salto y ahuyenta a una vaca que, no se si del susto, acaba de plantar una mina justo detras de nuestra tienda y que, al mirarla un poco mas de lejos, resulta ser un toro. Intentamos dormir otra vez. Al rato se oyen perros. Nos miramos. Nos dan mas miedo los perros que las vacas. Echamos un vistazo. Los pastores se estan llevando los rebanhos. Oscurece. A pesar de lo incomodo que se esta alli dentro y del frio que apenas consiguen vencer forros polares y sacos de dormir, intentamos dormir otra vez. Poco despues oigo unos pasos apagados cerca de nuestra tienda y, enseguida, justo al lado de mi cabeza, un bufido. Otra vez sale Monika y espanta a tres caballos jovenes que salen galopando y haciendo cabriolas. Un rato despues, lo mismo. Los mismos tres caballos. Esperamos que ya no vuelvan. Es de noche.
La noche es incomoda, no encuentro la postura para dormir y hace bastante frio. Suenho que soy soldado (!?yo?!), tengo un gran casco verde y un uniforme con muchas correas y me llevan en un helicoptero de guerra de color blanco. Con nosotros va un general que sonrie como Anibal Smith y, aunque no lo parece, estoy seguro de que es un cabron como todos los generales de las peliculas. Me explica que normalmente el es el ultimo en saltar, pero que hoy voy a ser yo, no se a que debo el honor, pero cuando llegue abajo tengo que pintarme la cara con colores de camuflaje y luego infiltrarme en las lineas del enemigo, que creo que es oriental. Yo formo parte del ejercito polaco, donde me han aceptado por llevar ya muchos anhos alli. Como unica arma tengo un cuchillo. Me da la sensacion de que es una mision suicida, asi que decido que, si me cogen, me pasare al enemigo y les hare de espia. Agarro mi cuchillo y ya voy a saltar cuando me despierto.
A mi lado oigo un ruido contra la tienda. Agarro mi cuchillo de verdad, que he dejado a mano, y doy un grito para ahuyentar a lo que sea que haya venido ahora. Hemos leido antes que en estas montanhas hay lobos, osos y serpientes. Pero no es mas que el viento. El resto de la noche pasa sin mas sobresaltos.
Tbilisi lluvioso y comilona en casa de Karina
Hoy nos habriamos ido a Kazbegi, pero, como Karina nos ha invitado no se si a comer o a cenar, hemos pospuesto el viaje.
Hacemos la colada, ya urgente. No tenemos pensado andar visitando iglesias ni nada, asi que, por fin, me pongo pantalon corto y camiseta sin mangas, a ver si consigo extender un poquito mas el moreno que tengo, que podriamos denominar como "especializado por zonas".
Vamos al bar de la zona vieja donde siempre nos tomamos el cafe con hielo. Por el camino el cielo azul se ha cubierto de nubes amenazadoras que acaban cumpliendo su promesa. Mientras estamos alli dentro empieza a diluviar como el otro dia en Erevan o quiza mas. En cinco minutos por las escaleras de enfrente bajan cataratas de agua. Hay que pedir otro cafe y esperar alli un par de horas. Monika lee unos libros en ruso que acaba de comprar en un puesto, mientras yo intento hacer algunas fotos de la lluvia.
Cuando por fin conseguimos salir de alli, tiramos hacia casa de Karina: metro hasta Didube y luego marshrutka numero 7 hasta el mercado. Alli nos viene a buscar Karina. Estamos un poco nerviosos, porque no sabemos hasta que punto la hemos obligado a mantener la invitacion, ni como sera su marido, igual no le apetece mucho que vayamos. Pero Karina dice que a su marido le gusta mucho tener invitados y ya ha puesto el aguardiente en la nevera. Efectivamente, el marido, Sasha, nos recibe amabilisimamente. Y entonces tiene lugar la division de roles: Karina se lleva a Monika a la cocina a preparar la comida (no le ha dado tiempo antes porque le han hecho ir a currar en su dia libre) y Sasha me lleva al salon a beber. El aperitivo consta de queso, jamon, pan, cerveza Kasris que hemos traido nosotros y chacha, aguardiente casero que han hecho ellos mismos. Hablamos en ruso, yo no se como lo logramos, pero nos entendemos. Y nos echamos unas risas. Sasha me explica que cuando midieron el contenido de alcohol de la chacha tenia 90 grados, pero luego la rebajaron un poco y le anhadieron nueces para mejorar el sabor, y ahora esta mas flojita, ya solo tiene entre 50 y 70. Despues de un par de cervezas y tres pelotazos de chacha, aparecen dos platos de berenjenas. Sustituimos a las mujeres un ratito en la cocina, nos han asignado una tarea facil, deshojar el estragon y triturar la cebolla, el ajo y las especias. Luego volvemos al salon, al queso y la chacha, mientras ellas terminan las dolma, hojas de parra rellenas de carne y arroz. Cuando por fin llegan, yo ya no puedo comer ni beber mas. Pero lo hago. Y, de postre, sandia. Y mas chacha. Porque la chacha es obligatoria con cada brindis, y a los de aqui les gusta mucho brindar, cada vez que lo hacen sueltan un discurso, se les da muy bien. Brindamos por nosotros, por ellos, por nuestros padres, por los que ya no estan, por Georgia, por el amor, que se yo que mas... Cuando parece que ya, de verdad, de verdad, no puedo comer mas, Sasha y Karina nos explican un sistema "que utilizaban Brezhnev y todos los miembros del Politburo": hay que ponerse de pie contra la pared, con la espalda apoyada, los brazos en alto y el cuerpo estirado todo lo posible, y aguantar diez minutos en esa postura, porque asi la comida baja enseguida y ya queda sitio para mas. Evidentemente, me parece que me estan tomando el pelo, pero Karina da ejemplo. Y asi estamos los dos un rato, pero cada vez que Sasha mira hacia otro lado Karina hace trampas y baja los brazos. A mi me da la risa. Como mucho aguantamos un minuto asi. Pero volvemos a comer.
La conversacion gira en torno a un monton de temas y, ademas de informativa e ilustrativa para nosotros, resulta muy divertida. Karina dice que hacia tiempo que no se reia tanto. Generalmente, cuando su marido vuelve a casa esta cansado y se pone un rato con el ordenador. O al reves. Pero de toda la conversacion lo que mejor recuerdo (supongo que en parte debido a que todavia estabamos empezando con la chacha) es la parte en la que Sasha me pregunto que tal en Armenia, yo le conteste la verdad (que mas o menos bien, pero no tan bien como en Georgia, con alguna excepcion), exagerandolo un poquititin, porque se que a los georgianos les gusta superar a los armenios. Entonces Sasha me dijo que ellos son armenios (y yo pense: menos mal que no he dicho nada malo). Intente entenderlo, le hice preguntas, pero el no parecia entender que yo no entendiera. Vamos a ver: ellos han nacido en Georgia y han vivido aqui toda la vida, han ido al cole, etc., y ni siquiera hablan armenio. Su lengua es el georgiano. Al igual que la de sus padres, que tambien nacieron en Georgia. ?Como pueden ser o sentirse armenios? Para mi, que no creo en nacionalidades y patrias, ser de un lugar significa identificarse (a veces incluso a nuestro pesar) con la cultura que has mamado. Sasha me explica que, al reves que con los judios, la nacionalidad (que no ciudadania) armenia se hereda por linea paterna.
Pasadas las once de la noche salimos de alli con la panza llena y la cabeza turbia. Nos despedimos de Karina entre abrazos y promesas de volvernos a ver. Sasha nos acompanha hasta Didube y nos deja en el metro. Tambien nos abraza.
Se supone que manhana nos levantamos a las seis y pico para coger la primera marshrutka hacia Kazbegi... Ya veremos...
Hacemos la colada, ya urgente. No tenemos pensado andar visitando iglesias ni nada, asi que, por fin, me pongo pantalon corto y camiseta sin mangas, a ver si consigo extender un poquito mas el moreno que tengo, que podriamos denominar como "especializado por zonas".
Vamos al bar de la zona vieja donde siempre nos tomamos el cafe con hielo. Por el camino el cielo azul se ha cubierto de nubes amenazadoras que acaban cumpliendo su promesa. Mientras estamos alli dentro empieza a diluviar como el otro dia en Erevan o quiza mas. En cinco minutos por las escaleras de enfrente bajan cataratas de agua. Hay que pedir otro cafe y esperar alli un par de horas. Monika lee unos libros en ruso que acaba de comprar en un puesto, mientras yo intento hacer algunas fotos de la lluvia.
Cuando por fin conseguimos salir de alli, tiramos hacia casa de Karina: metro hasta Didube y luego marshrutka numero 7 hasta el mercado. Alli nos viene a buscar Karina. Estamos un poco nerviosos, porque no sabemos hasta que punto la hemos obligado a mantener la invitacion, ni como sera su marido, igual no le apetece mucho que vayamos. Pero Karina dice que a su marido le gusta mucho tener invitados y ya ha puesto el aguardiente en la nevera. Efectivamente, el marido, Sasha, nos recibe amabilisimamente. Y entonces tiene lugar la division de roles: Karina se lleva a Monika a la cocina a preparar la comida (no le ha dado tiempo antes porque le han hecho ir a currar en su dia libre) y Sasha me lleva al salon a beber. El aperitivo consta de queso, jamon, pan, cerveza Kasris que hemos traido nosotros y chacha, aguardiente casero que han hecho ellos mismos. Hablamos en ruso, yo no se como lo logramos, pero nos entendemos. Y nos echamos unas risas. Sasha me explica que cuando midieron el contenido de alcohol de la chacha tenia 90 grados, pero luego la rebajaron un poco y le anhadieron nueces para mejorar el sabor, y ahora esta mas flojita, ya solo tiene entre 50 y 70. Despues de un par de cervezas y tres pelotazos de chacha, aparecen dos platos de berenjenas. Sustituimos a las mujeres un ratito en la cocina, nos han asignado una tarea facil, deshojar el estragon y triturar la cebolla, el ajo y las especias. Luego volvemos al salon, al queso y la chacha, mientras ellas terminan las dolma, hojas de parra rellenas de carne y arroz. Cuando por fin llegan, yo ya no puedo comer ni beber mas. Pero lo hago. Y, de postre, sandia. Y mas chacha. Porque la chacha es obligatoria con cada brindis, y a los de aqui les gusta mucho brindar, cada vez que lo hacen sueltan un discurso, se les da muy bien. Brindamos por nosotros, por ellos, por nuestros padres, por los que ya no estan, por Georgia, por el amor, que se yo que mas... Cuando parece que ya, de verdad, de verdad, no puedo comer mas, Sasha y Karina nos explican un sistema "que utilizaban Brezhnev y todos los miembros del Politburo": hay que ponerse de pie contra la pared, con la espalda apoyada, los brazos en alto y el cuerpo estirado todo lo posible, y aguantar diez minutos en esa postura, porque asi la comida baja enseguida y ya queda sitio para mas. Evidentemente, me parece que me estan tomando el pelo, pero Karina da ejemplo. Y asi estamos los dos un rato, pero cada vez que Sasha mira hacia otro lado Karina hace trampas y baja los brazos. A mi me da la risa. Como mucho aguantamos un minuto asi. Pero volvemos a comer.
La conversacion gira en torno a un monton de temas y, ademas de informativa e ilustrativa para nosotros, resulta muy divertida. Karina dice que hacia tiempo que no se reia tanto. Generalmente, cuando su marido vuelve a casa esta cansado y se pone un rato con el ordenador. O al reves. Pero de toda la conversacion lo que mejor recuerdo (supongo que en parte debido a que todavia estabamos empezando con la chacha) es la parte en la que Sasha me pregunto que tal en Armenia, yo le conteste la verdad (que mas o menos bien, pero no tan bien como en Georgia, con alguna excepcion), exagerandolo un poquititin, porque se que a los georgianos les gusta superar a los armenios. Entonces Sasha me dijo que ellos son armenios (y yo pense: menos mal que no he dicho nada malo). Intente entenderlo, le hice preguntas, pero el no parecia entender que yo no entendiera. Vamos a ver: ellos han nacido en Georgia y han vivido aqui toda la vida, han ido al cole, etc., y ni siquiera hablan armenio. Su lengua es el georgiano. Al igual que la de sus padres, que tambien nacieron en Georgia. ?Como pueden ser o sentirse armenios? Para mi, que no creo en nacionalidades y patrias, ser de un lugar significa identificarse (a veces incluso a nuestro pesar) con la cultura que has mamado. Sasha me explica que, al reves que con los judios, la nacionalidad (que no ciudadania) armenia se hereda por linea paterna.
Pasadas las once de la noche salimos de alli con la panza llena y la cabeza turbia. Nos despedimos de Karina entre abrazos y promesas de volvernos a ver. Sasha nos acompanha hasta Didube y nos deja en el metro. Tambien nos abraza.
Se supone que manhana nos levantamos a las seis y pico para coger la primera marshrutka hacia Kazbegi... Ya veremos...
lunes, 27 de julio de 2009
Tbilisi - Mtskheta
[NOTA: por fin he podido completar la entrada atrasada "Telavi y alrededores", lo digo por si alguien quiere volver atras]
A eso de las cuatro y pico de la manhana nos despiertan para el control de pasaportes. Luego, la aduana. Luego, lo mismo por la parte georgiana. El proceso dura mas de dos horas, ya no hay quien duerma, aparte de la armenia de la litera de enfrente, que ronca como una morsa, si es que las morsas roncan. Su hija se levanta y se pone a maquillarse, lo cual le lleva como media hora, va super preparada, tiene todo tipo de lapices, pinceles y polvos, yo tengo miedo de que, con tanto bamboleo del tren, se acabe sacando un ojo, pero no, se ve que tiene practica. La parlanchina "armenia de Tbilisi", como ella dice, no para de contar historias y anecdotas, pero yo estoy demasiado dormido como para intentar entenderla. Todas nuestras vecinas de asiento despotrican contra Saakashvili. La senhora me pregunta si es verdad que los vascos descienden de los georgianos o al reves. Es ya como la quinta vez que, durante este viaje, oigo comparaciones entre vascos y georgianos, pero todavia no habia escuchado una teoria tan avanzada.
Llegamos a Tbilisi sobre las 9. Nos bajamos en la estacion de Samgori y vamos a visitar a Karina y a darle todas las hojas de parra que hemos comprado. Nos invita a cenar manhana en su casa. Compramos tambien unas cuantas especias sin saber muy bien lo que son, la vendedora nos dice los nombres georgianos, que de poco nos sirven, y nos vierte polvitos de colores en cucuruchos hechos con papel de periodico. Lo mismo se trata de maquillaje de fiesta, vete tu a saber. Pero al menos es barato. Vamos tambien a comprar pan y queso donde la otra vez nos regalaron un cuarto de queso, entramos sonriendo, pero esta vez nos tratan con cierto desprecio.
Cogemos el metro hasta Rustaveli, nos comemos el pan y el queso sentados en un banco, vamos preparados con el cuchillo y la tabla de cortar. Dejamos las mochilas en casa, estamos demasiado vagos como para ducharnos siquiera, asi que salimos otra vez sin saber muy bien que hacer. Damos una vueltecilla por la ciudad vieja y nos sentamos en una terraza a tomar cafe con hielo, un vaso enorme, con la esperanza de que nos despierte. Vana. Estamos los dos cansados y desganados. Tras media hora de absurdos "que hacemos?", "que quieres hacer?", "y tu?", decidimos tachar de la lista Mtskheta. Para ello hay que coger el metro a Didube y, desde alli, una marshrutka. Se tarda como 20 minutos en llegar a Mtskheta, lugar de gran significacion religiosa para los georgianos. Para los georgianos, porque para mi no es mas que un pueblo rodeado de montanhas mas o menos bonitas y en el que hay un monasterio que, como casi todos los que he visto por esta zona, por fuera no tiene nada de particular. Como el plan ha sido improvisado, vamos vestidos de forma poco adecuada: Monika en camiseta sin mangas y yo con pantalon por encima de la rodilla. Preguntamos a unas viejecitas que estan a la entrada si les parecera mal que entremos asi. Una vendedora de aceite, de esas de panhuelo floreado en la cabeza, se quita el chaleco de lana igualmente floreado y se lo presta a Monika. Entonces yo pregunto: "?Y hay algun problema si yo entro asi, en pantalon corto?". A lo que otra viejita me responde: "Si, hay problema, pero no pasa nada". Pues bueno. Detras de nosotros llegan un monton de turistas en pantalon corto (cierto es que no tanto como el mio) y chicas en camiseta sin mangas, y no parece preocuparles la vestimenta. Dentro del recinto hay una iglesia grande y una capilla chiquitita. En la iglesia hay varias chicas vestidas de negro de pies a cabeza, llevan una cofia (o como se llame) como las monjas, tambien negra, y ninguna debe de llegar a la mayoria de edad. Creo que son novicias. Una esta sentada, otra reza de rodillas, otra limpia con un panho el cristal que protege un cuadro. Una pena que no se pueda hacer fotos. De todos modos procuro mantenerme a un lado, pues me siento incomodo con mi pantalon corto en un lugar donde se respira espiritualidad. En general Mtskheta me decepciona un poco, pero bueno, al menos ya lo hemos tachado de la lista.
Volvemos en una marshrutka llena hasta los topes y vamos a comer en el mismo bar cutre de la otra vez, al lado de la estacion de Didube. La camarera nos reconoce. Pedimos berenjenas, que no estan tan buenas como la otra vez. Yo pido tambien "alma", que me gusta como suena, la camarera, que sabe mas o menos tanto ruso como yo, me ha explicado que es carne. El "alma" resulta ser higado. Se deja comer. Volvemos al centro, compramos el postre en el super (yo, yogur, ella, helado) y, como seguimos con poca iniciativa y energia, vamos a internet. Luego bajamos hacia Marjanishvili, buscamos a la sehora que vende verdura en un portal y le damos la foto que le hice el primer dia en Tbilisi. Luego vamos a comer khinkali al mismo sitio de la otra vez, porque, aunque la masa no es demasiado buena, es donde mas cilantro les ponen, y eso nos gusta mucho. Cuando ya vamos de retirada, llama Irakli, que esta con unos amigos en una plaza centrica, estamos un rato charlando y bebiendo (nosotros, agua) y, como estamos hechos polvo, nos retiramos pronto.
A eso de las cuatro y pico de la manhana nos despiertan para el control de pasaportes. Luego, la aduana. Luego, lo mismo por la parte georgiana. El proceso dura mas de dos horas, ya no hay quien duerma, aparte de la armenia de la litera de enfrente, que ronca como una morsa, si es que las morsas roncan. Su hija se levanta y se pone a maquillarse, lo cual le lleva como media hora, va super preparada, tiene todo tipo de lapices, pinceles y polvos, yo tengo miedo de que, con tanto bamboleo del tren, se acabe sacando un ojo, pero no, se ve que tiene practica. La parlanchina "armenia de Tbilisi", como ella dice, no para de contar historias y anecdotas, pero yo estoy demasiado dormido como para intentar entenderla. Todas nuestras vecinas de asiento despotrican contra Saakashvili. La senhora me pregunta si es verdad que los vascos descienden de los georgianos o al reves. Es ya como la quinta vez que, durante este viaje, oigo comparaciones entre vascos y georgianos, pero todavia no habia escuchado una teoria tan avanzada.
Llegamos a Tbilisi sobre las 9. Nos bajamos en la estacion de Samgori y vamos a visitar a Karina y a darle todas las hojas de parra que hemos comprado. Nos invita a cenar manhana en su casa. Compramos tambien unas cuantas especias sin saber muy bien lo que son, la vendedora nos dice los nombres georgianos, que de poco nos sirven, y nos vierte polvitos de colores en cucuruchos hechos con papel de periodico. Lo mismo se trata de maquillaje de fiesta, vete tu a saber. Pero al menos es barato. Vamos tambien a comprar pan y queso donde la otra vez nos regalaron un cuarto de queso, entramos sonriendo, pero esta vez nos tratan con cierto desprecio.
Cogemos el metro hasta Rustaveli, nos comemos el pan y el queso sentados en un banco, vamos preparados con el cuchillo y la tabla de cortar. Dejamos las mochilas en casa, estamos demasiado vagos como para ducharnos siquiera, asi que salimos otra vez sin saber muy bien que hacer. Damos una vueltecilla por la ciudad vieja y nos sentamos en una terraza a tomar cafe con hielo, un vaso enorme, con la esperanza de que nos despierte. Vana. Estamos los dos cansados y desganados. Tras media hora de absurdos "que hacemos?", "que quieres hacer?", "y tu?", decidimos tachar de la lista Mtskheta. Para ello hay que coger el metro a Didube y, desde alli, una marshrutka. Se tarda como 20 minutos en llegar a Mtskheta, lugar de gran significacion religiosa para los georgianos. Para los georgianos, porque para mi no es mas que un pueblo rodeado de montanhas mas o menos bonitas y en el que hay un monasterio que, como casi todos los que he visto por esta zona, por fuera no tiene nada de particular. Como el plan ha sido improvisado, vamos vestidos de forma poco adecuada: Monika en camiseta sin mangas y yo con pantalon por encima de la rodilla. Preguntamos a unas viejecitas que estan a la entrada si les parecera mal que entremos asi. Una vendedora de aceite, de esas de panhuelo floreado en la cabeza, se quita el chaleco de lana igualmente floreado y se lo presta a Monika. Entonces yo pregunto: "?Y hay algun problema si yo entro asi, en pantalon corto?". A lo que otra viejita me responde: "Si, hay problema, pero no pasa nada". Pues bueno. Detras de nosotros llegan un monton de turistas en pantalon corto (cierto es que no tanto como el mio) y chicas en camiseta sin mangas, y no parece preocuparles la vestimenta. Dentro del recinto hay una iglesia grande y una capilla chiquitita. En la iglesia hay varias chicas vestidas de negro de pies a cabeza, llevan una cofia (o como se llame) como las monjas, tambien negra, y ninguna debe de llegar a la mayoria de edad. Creo que son novicias. Una esta sentada, otra reza de rodillas, otra limpia con un panho el cristal que protege un cuadro. Una pena que no se pueda hacer fotos. De todos modos procuro mantenerme a un lado, pues me siento incomodo con mi pantalon corto en un lugar donde se respira espiritualidad. En general Mtskheta me decepciona un poco, pero bueno, al menos ya lo hemos tachado de la lista.
Volvemos en una marshrutka llena hasta los topes y vamos a comer en el mismo bar cutre de la otra vez, al lado de la estacion de Didube. La camarera nos reconoce. Pedimos berenjenas, que no estan tan buenas como la otra vez. Yo pido tambien "alma", que me gusta como suena, la camarera, que sabe mas o menos tanto ruso como yo, me ha explicado que es carne. El "alma" resulta ser higado. Se deja comer. Volvemos al centro, compramos el postre en el super (yo, yogur, ella, helado) y, como seguimos con poca iniciativa y energia, vamos a internet. Luego bajamos hacia Marjanishvili, buscamos a la sehora que vende verdura en un portal y le damos la foto que le hice el primer dia en Tbilisi. Luego vamos a comer khinkali al mismo sitio de la otra vez, porque, aunque la masa no es demasiado buena, es donde mas cilantro les ponen, y eso nos gusta mucho. Cuando ya vamos de retirada, llama Irakli, que esta con unos amigos en una plaza centrica, estamos un rato charlando y bebiendo (nosotros, agua) y, como estamos hechos polvo, nos retiramos pronto.
Erevan - Tbilisi
Desayunamos leche y cereales en la cocina, intentando que Anahit no nos de mucho la chapa. Salimos y vamos al mercado central, bueno, no se si es el central, pero es grande y cubierto. Nos dicen que cojamos una marshrutka, pero no tenemos pasta, asi que vamos a pie, no es mas que un quilometro o asi, un paseito para empezar el dia. El edificio me gusta, es abovedado como un hangar o una estacion de tren de las antiguas, el estilo es sovieticamente sobrio, pero sobre la fachada tiene una especie de elefantes de colores descoloridos, como recortados de algun libro para ninhos. Dentro hay mas vendedores que compradores, quiza sea demasiado tarde o tal vez no sea el dia adecuado. Por lo visto habia mas gente hace anhos, cuando todavia no se llevaban tan mal con los azeries y estos venian a comerciar. Todos nos llaman y nos ofrecen productos, especias, frutos secos en melaza (publicitados como "viagra armenia"... es decir, exactamente el mismo estilo que en el Bazar de las Especias en Estambul, donde en los carteles se leia "Turkish Viagra")... Me sorprende que los vendedores nos den conversacion asi porque si, uno nos llama para que hagamos una foto de su puesto de cestos de mimbre y otra de su abuela con su gato, nos quiere invitar a vodka, a nadie parece molestarle demasiado que haga fotos (a diferencia de lo que me ha ocurrido en otros paises), la gente habla tranquilamente con nosotros incluso cuando les decimos que es nuestro ultimo dia aqui, que ya no nos queda pasta, ni drams, ni euros, ni dolares, y que no pensamos comprar nada. Al final, sin embargo, acabamos comprando hjas de parra secas (no en salmuera, como las de ayer) para completar el encargo de Karina, pagando con laris georgianos. La experiencia del mercado hace que vuelva a sentirme a gusto por un rato, cuando ya estaba empezando a dudar de Armenia. Si algun dia vuelvo a Erevan, seguro que paso por alli.
Luego damos una vuelta, pero es domingo, la calle esta muerta, el sol pega fuerte y no sabemos que hacer. Vamos al centro a tomar un cafe pagado con tarjeta, al igual que la comida: un lahmajo que me traen frio y mordisqueo sin muchas ganas, ya que en la mesa de al lado un italiano grande y gordo que llevaba media hora con la frente apoyada en la mesa vomita sin pudor.
Volvemos a casa, nos despedimos de Anahit, le hago una foto delante de un cuadro que pinto su padre, por lo visto un conocido retratista, hace cincuenta anhos, con la excusa de que la luz que cae sobre el es muy buena. Con nuestros ultimos drams pagamos el metro y vamos a la estacion de tren. Nos sobran tres horas, asi que me pongo a hacer fotos de los pasadizos subterraneos, llenos de comercios y puestos, y de la estacion, por cuyos enormes ventanales entra una luz muy bonita. Dos polis que estan sentados alli dentro en un banco me hacen senhas para que me acerque. Uno dice que ya me ha visto antes por alli, se acuerda de mi corte de pelo, que "aqui no es muy frecuente, pero es muy bonito". Dicen que les gustan mis tatuajes, me preguntan que significa, intento explicarselo chapurreando el ruso y ayudandome de las manos, dudo que entiendan mucho. Uno me pide permiso para hacer fotos de mis tatus con el movil: "este para mi, y este para un amigo mio". Es que en Armenia no se hacen ese tipo de tatus. El poli me ensenha una cruz armenia que tiene en el hombro. Dice que tengo muy buen gusto.
A las siete y pico subimos al tren. El revisor nos reconoce y nos saluda con un amago de sonrisa que lo mismo puede significar "mira tu quien esta por aqui" que "vaya por Dios, que cruz me ha caido". En nuestro vagon, cerca de nuestro pseudocompartimento, van dos polacas (una de las cuales ha estudiado en la KSAP, la Escuela Nacional de Administracion Publica, donde di clase durante mi primer anho en Polonia y donde, curiosamente, yo no lo sabia, Monika tambien tuvo un curso de ingles; encima resulta que Monika y esa chica, Patrycja, trabajan en el mismo ministerio); una armenia que vive en Georgia, tiene el pelo blanco, una camiseta negra y vaqueros y no para de hablar, su hija vive en Holanda y a ella le gustaria irse alli; una armenia morena y gordota que se cambia de ropa protegida por una sabana y dice que nunca se iria de Armenia y que viaja con su hija, que va toda peripuesta y no dice nada; y otra armenia que llora porque se va de alli para siempre, va a vivir a Batumi, en Georgia, no se por que, porque nunca ha estado alli antes, pero acepta nuestros panhuelos, se deja consolar y acaba sonriendonos entre las lagrimas. Monika y yo nos tomamos una ensalada en el bar del tren y un par de cervezas. Al igual que a la ida, al anochecer empieza una tormenta, pero esta vez no es tan fuerte. Nos acostamos sobre las once.
Luego damos una vuelta, pero es domingo, la calle esta muerta, el sol pega fuerte y no sabemos que hacer. Vamos al centro a tomar un cafe pagado con tarjeta, al igual que la comida: un lahmajo que me traen frio y mordisqueo sin muchas ganas, ya que en la mesa de al lado un italiano grande y gordo que llevaba media hora con la frente apoyada en la mesa vomita sin pudor.
Volvemos a casa, nos despedimos de Anahit, le hago una foto delante de un cuadro que pinto su padre, por lo visto un conocido retratista, hace cincuenta anhos, con la excusa de que la luz que cae sobre el es muy buena. Con nuestros ultimos drams pagamos el metro y vamos a la estacion de tren. Nos sobran tres horas, asi que me pongo a hacer fotos de los pasadizos subterraneos, llenos de comercios y puestos, y de la estacion, por cuyos enormes ventanales entra una luz muy bonita. Dos polis que estan sentados alli dentro en un banco me hacen senhas para que me acerque. Uno dice que ya me ha visto antes por alli, se acuerda de mi corte de pelo, que "aqui no es muy frecuente, pero es muy bonito". Dicen que les gustan mis tatuajes, me preguntan que significa, intento explicarselo chapurreando el ruso y ayudandome de las manos, dudo que entiendan mucho. Uno me pide permiso para hacer fotos de mis tatus con el movil: "este para mi, y este para un amigo mio". Es que en Armenia no se hacen ese tipo de tatus. El poli me ensenha una cruz armenia que tiene en el hombro. Dice que tengo muy buen gusto.
A las siete y pico subimos al tren. El revisor nos reconoce y nos saluda con un amago de sonrisa que lo mismo puede significar "mira tu quien esta por aqui" que "vaya por Dios, que cruz me ha caido". En nuestro vagon, cerca de nuestro pseudocompartimento, van dos polacas (una de las cuales ha estudiado en la KSAP, la Escuela Nacional de Administracion Publica, donde di clase durante mi primer anho en Polonia y donde, curiosamente, yo no lo sabia, Monika tambien tuvo un curso de ingles; encima resulta que Monika y esa chica, Patrycja, trabajan en el mismo ministerio); una armenia que vive en Georgia, tiene el pelo blanco, una camiseta negra y vaqueros y no para de hablar, su hija vive en Holanda y a ella le gustaria irse alli; una armenia morena y gordota que se cambia de ropa protegida por una sabana y dice que nunca se iria de Armenia y que viaja con su hija, que va toda peripuesta y no dice nada; y otra armenia que llora porque se va de alli para siempre, va a vivir a Batumi, en Georgia, no se por que, porque nunca ha estado alli antes, pero acepta nuestros panhuelos, se deja consolar y acaba sonriendonos entre las lagrimas. Monika y yo nos tomamos una ensalada en el bar del tren y un par de cervezas. Al igual que a la ida, al anochecer empieza una tormenta, pero esta vez no es tan fuerte. Nos acostamos sobre las once.
sábado, 25 de julio de 2009
Erevan - Garni
Por la noche llueve a cantaros, pero lo percibo entre suenhos, a pesar de dormir con la ventana abierta y destapado. Nos levantamos a las nueve y media. Voy a comprobar si ya hay agua. Si!! Por fin puedo afeitarme, ducharme y lavar la ropa, pues ya no me queda ni una camiseta limpia.
No sabemos muy bien que hacer hoy. Vamos a ver Kaskad, que son unas escaleras enormes, con la grandeza mazacotica y la elegancia torpe de lo sovietico. Desde arriba se divisa todo Erevan, vista que, por otra parte, no es demasiado impresionante. Si hubiera mejor visibilidad probablemente se veria tambien el Ararat. Al querer hacer una foto de unos bloques, me doy cuenta de que mi objetivo no enfoca. Se me habra estropeado? Saco otro objetivo. Tampoco enfoca. Peor todavia, se me ha jodido la camara. Empiezo a buscar causas y no se por que, no se si es por lo bruto que fue Artur el otro dia al hacernos una foto o por todas las vibraciones de las marshrutkas.
Yo de mala hostia, vamos a coger una marshrutka que nos lleva a donde se cogen las marshrutkas para Garni, donde hay un templo griego y no se que mas. En el bus otra vez la gente se rie de nosotros, ya me tienen un poco hasta las narices, la verdad. Lo bueno es que me doy cuenta de que mi camara no se habia estropeado (perdonad los que habeis leido esta entrada incompleta, se me olvido este detealle), sino que, como tiene tantas ruedas, palanquitas y botones, una cosa estaba cambiada de posicion. Menos mal que no la lleve al servicio tecnico... El templo de Garni, pues es un templo griego, con sus columnas y tal, pero a mi no me dice nada. Hay muchos turistas. Nos encontramos con una pareja que iba en el mismo bus que nosotros al volver de Echmiadzin, son americanos, de Los Angeles, pero la abuela de el es armenia, nacio en Garni, su abuelo ayudo a reconstruir el templo, hace 33 anhos que vive en America, pero no ha perdido el acento. Tiramos de vuelta.
En Erevan vamos a comprar las hojas de parra que nos encargo Karina y unas berenjenas al estilo de aqui que nos comemos enseguida. Monika ha quedado con la presidenta de la asociacion de polacos de aqui, porque tiene unos libros que darle, y voy a internet. Llega Monika, vamos a casa a cambiarnos, justo cuando estamos saliendo empieza el diluvio universal, nos quedamos en el portal viendo llover, en cuestion de cinco minutos la calle se inunda, pero ya llueve menos y tenemos que irnos, porque hemos quedado con Narina (no confundir con Karina, la supervisora de Tbilisi), asi que vamos por la calle cantando "Singing in the rain" y haciendo guerras de charcos, de modo que ambos acabamos con los pantalones empapados, pero tengo que reconocer la victoria aplastante de Monika. Mientras esperamos a Narina nos tomamos un lahmajo y una Baltika numero 9. Cuando llega Narina, con media hora de retraso (por lo visto tenia que cocinar para la familia), nos tomamos otro lahmajo y otra Baltika. Y, ya preparados, tiramos para el concierto de Reinkarnacia, de los que, por cierto, me compre un disco ayer. En el garito hay que reservar mesa, nos toca en un sitio desde donde no se ve nada, pero nos tomamos una cerveza mas (por desgracia, solo tienen Kilikia) y un khachapuri adjariano (como si fuera un enorme sanguich de queso y huevo frito, pero con pan mas rico y en forma de barca, o de ojo, segun se mire). Menos mal que este viaje ya toca a su fin, si no acabaria convirtiendome en un obeso alcoholizado... En cuanto el grupo empieza a tocar, la gente baja a la pista. Nosotros tambien. Mola. Tocan un reggae con partes de ska, tienen seccion de vientos compuesta de trompeta, trombon, clarinete y un instrumento regional de sonido muy particular, el cantante lo hace muy bien (algo poco habitual) y mezcla melodias supongo que armenias. A ver si el disco mola tanto como el concierto.
Nos retiramos antes de que acaben porque Narina, aunque tiene 20 o 22 anhos, tiene que estar en casa a las 12:30. Monika y yo pasamos por el super. Nos quedan en total 160 drams, es decir, lo que cuesta medio litro de agua, y todavia nos sobrarian 10. Evidentemente con eso no vamos a ningun lado, asi que hay que tirar de tarjeta y, ya puestos, aparte de agua para la noche, compramos el desayuno de manhana y galletas para el tren.
Duermo estupendamente.
No sabemos muy bien que hacer hoy. Vamos a ver Kaskad, que son unas escaleras enormes, con la grandeza mazacotica y la elegancia torpe de lo sovietico. Desde arriba se divisa todo Erevan, vista que, por otra parte, no es demasiado impresionante. Si hubiera mejor visibilidad probablemente se veria tambien el Ararat. Al querer hacer una foto de unos bloques, me doy cuenta de que mi objetivo no enfoca. Se me habra estropeado? Saco otro objetivo. Tampoco enfoca. Peor todavia, se me ha jodido la camara. Empiezo a buscar causas y no se por que, no se si es por lo bruto que fue Artur el otro dia al hacernos una foto o por todas las vibraciones de las marshrutkas.
Yo de mala hostia, vamos a coger una marshrutka que nos lleva a donde se cogen las marshrutkas para Garni, donde hay un templo griego y no se que mas. En el bus otra vez la gente se rie de nosotros, ya me tienen un poco hasta las narices, la verdad. Lo bueno es que me doy cuenta de que mi camara no se habia estropeado (perdonad los que habeis leido esta entrada incompleta, se me olvido este detealle), sino que, como tiene tantas ruedas, palanquitas y botones, una cosa estaba cambiada de posicion. Menos mal que no la lleve al servicio tecnico... El templo de Garni, pues es un templo griego, con sus columnas y tal, pero a mi no me dice nada. Hay muchos turistas. Nos encontramos con una pareja que iba en el mismo bus que nosotros al volver de Echmiadzin, son americanos, de Los Angeles, pero la abuela de el es armenia, nacio en Garni, su abuelo ayudo a reconstruir el templo, hace 33 anhos que vive en America, pero no ha perdido el acento. Tiramos de vuelta.
En Erevan vamos a comprar las hojas de parra que nos encargo Karina y unas berenjenas al estilo de aqui que nos comemos enseguida. Monika ha quedado con la presidenta de la asociacion de polacos de aqui, porque tiene unos libros que darle, y voy a internet. Llega Monika, vamos a casa a cambiarnos, justo cuando estamos saliendo empieza el diluvio universal, nos quedamos en el portal viendo llover, en cuestion de cinco minutos la calle se inunda, pero ya llueve menos y tenemos que irnos, porque hemos quedado con Narina (no confundir con Karina, la supervisora de Tbilisi), asi que vamos por la calle cantando "Singing in the rain" y haciendo guerras de charcos, de modo que ambos acabamos con los pantalones empapados, pero tengo que reconocer la victoria aplastante de Monika. Mientras esperamos a Narina nos tomamos un lahmajo y una Baltika numero 9. Cuando llega Narina, con media hora de retraso (por lo visto tenia que cocinar para la familia), nos tomamos otro lahmajo y otra Baltika. Y, ya preparados, tiramos para el concierto de Reinkarnacia, de los que, por cierto, me compre un disco ayer. En el garito hay que reservar mesa, nos toca en un sitio desde donde no se ve nada, pero nos tomamos una cerveza mas (por desgracia, solo tienen Kilikia) y un khachapuri adjariano (como si fuera un enorme sanguich de queso y huevo frito, pero con pan mas rico y en forma de barca, o de ojo, segun se mire). Menos mal que este viaje ya toca a su fin, si no acabaria convirtiendome en un obeso alcoholizado... En cuanto el grupo empieza a tocar, la gente baja a la pista. Nosotros tambien. Mola. Tocan un reggae con partes de ska, tienen seccion de vientos compuesta de trompeta, trombon, clarinete y un instrumento regional de sonido muy particular, el cantante lo hace muy bien (algo poco habitual) y mezcla melodias supongo que armenias. A ver si el disco mola tanto como el concierto.
Nos retiramos antes de que acaben porque Narina, aunque tiene 20 o 22 anhos, tiene que estar en casa a las 12:30. Monika y yo pasamos por el super. Nos quedan en total 160 drams, es decir, lo que cuesta medio litro de agua, y todavia nos sobrarian 10. Evidentemente con eso no vamos a ningun lado, asi que hay que tirar de tarjeta y, ya puestos, aparte de agua para la noche, compramos el desayuno de manhana y galletas para el tren.
Duermo estupendamente.
viernes, 24 de julio de 2009
Goris - Erevan
Otra vez apenas consigo dormir. Salimos tempranito. Yo, en pantalon corto para no sudar en la marshrutka, y resulta que el dia esta gris, incluso caen unas gotillas timidas. Se supone que nuestra marshrutka es a las 9, pero nos han dicho que estemos al menos media hora antes para comprar los billetes. Esperamos delante de la oficina donde los venden. Al lado hay un mercado y una furgoneta cargada de sandias, un tipo grandote vestido de negro las saca de la furgoneta, las pesa y se las lanza como balones de rugby a un tipo escualido vestido de blanco que esta a la puerta del mercado, a cinco metros de distancia. En cuanto ven que saco la camara, cambian de sistema y, aunque ello requiere mucho mas movimiento, se las pasan de mano a mano. La marshrutka no llega hasta casi las 10. Estoy pensando seriamente en escribir una reclamacion al Tribunal Europeo de Derechos Humanos o algo asi para que prohiban las marshrutkas por inhumanas... o al menos que les quiten una fila de asientos, redistribuyan el resto y les pongan una suspension como Zeus manda!
Hacemos una parada para comer un kebab y tomar un cafe. Mientras esperamos sentados en un bordillo, un chaval nos pregunta si hablamos ruso. Es de Karabaj y va a Erevan a una conferencia sobre el conflicto armenio-azeri. Tendra veitipico anhos, parece culto, informado y bastante imparcial, a pesar de no poder serlo. Nacio en Baku, capital de Azerbaiyan, y luego sus padres se vieron obligados a trasladarse cuando la guerra. Nos proporciona una vision bastante amplia (para el poco tiempo que tenemos) de la historia de la zona. Entiendo que Stalin, queriendo modificar en su propio interes el equilibrio de fuerzas de la zona (donde, al parecer, Armenia era la Republica Sovetica mas rica), en una de sus endiabladas maniobras politicas concedio a Azerbaiyan el territorio de Nagorno Karabaj, donde la mayoria de la poblacion era armenia. De parecida forma actuo con Naxçıvan, que hoy en dia pertenece tambien a Azerbaiyan, a pesar de hallarse separado de este por la propia Armenia, de la que un dia formo parte. La historia nunca ha sido mi fuerte, aunque ahora que, durante mis viajes, voy teniendo contacto con sus consecuencias, me interesa mas que nunca. En cualquier caso, recuerdo perfectamente aquellos telediarios cuando era pequenho en los que uno de los temas recurrentes era la guerra de Nagorno Karabaj...
Nuestra marshrutka arranca de nuevo, tenemos que despedirnos del chico. Un senhor mayor que va sentado al lado de Monika y al que le apesta el aliento a tabaco y a alcohol nos pregunta "si no hablamos otra lengua", aunque dudo que supiera la que estabamos hablando. Quiere ir a Espanha porque le gusta el futbol, es del Barca, pero tambien del Madrid, aunque menos, y una vez tiro la tele al suelo porque Raul fallo un penalty. Habla algunas palabras de frances, pero odia "el idioma americano", porque los americanos son los culpables de la democracia y el capitalismo, y el capitalismo no ha traido nada nuevo, antes vivia mucho mejor, y con un gesto que hace con el pulgar a la altura de la barbilla nos indica que nadaba en la abundancia. Me gusta escuchar su punto de vista y contrastarlo con el del chaval que acabamos de conocer, pero sus palabras ebrias resultan demasiado agresivas y su aliento demasiado asqueroso para Monika. Menos mal que enseguida sube una senhora y se sienta entre ellos.
Ya en Erevan tiramos para la casa de Anahit, la senhora que nos alojo la otra vez, pues no hemos encontrado nada mas barato, y menos con agua caliente, que nos hace mucha falta despues de estos dias en Goris. Pero resulta que justamente acaban de cortar el agua y no saben cuando volvera. Pegajosos como estamos, salimos a dar una vuelta. Pasamos por una tienda de discos que nos han recomendado, Planet Disc. Un vendedor nos saca unos cuantos cedes y se ofende muchisimo cuando digo que lo que estoy escuchando me recuerda a la musica turca: "no nos gusta que comparen nuestra musica o nuestros instrumentos con los turcos". Que le voy a hacer si soy tan ignorane como para que encontrarlas parecidas. Por suerte viene al rescate otra vendedora, Narina, que nos oye hablar en polaco, tiene veintipocos anhos y ha vivido diez en Polonia y le hace ilusion hablar con nosotros. Monika le pregunta por que se rie la gente de nosotros. ?Por sus pantalones naranjas? Narina dice que no, me mira y dice: creo que es por su corte de pelo. Narina dice que quiere irse de Armenia, le gustaria volver a Polonia. Quedamos en quedar manhana.
Luego llega Suren, que es un chico que conocio Monika hace un par de anhos cuando estaban escalando no se que montanha. Vamos a tomar una cerveza, esta vez rusa. Descubrimos la Baltika numero 9, que no solo esta super buena, sino que es fortisima. Con una y media cada uno, vamos haciendo eses. Suren solo toma zumo, no paran de llegarle mensajes, esta muy solicitado, enseguida se va. Nosotros vamos a cenar: lahmajo, que es una especie de pizza finita con carne, sospechosamente parecida, y espero que me perdonen, al lahmacun turco.
Comprendo el resentimiento armenio hacia los turcos, cuya raiz principal supongo que sera el genocidio armenio. Pero negar la influencia turca siquiera en lo culinario me parece totalmente irreal. Lahmajo (lahmacun), tan (ayran), kabab (kebab)... todo me suena tanto a mi viaje del anho pasado... A no ser, claro esta, que sean los armenios los que hayan influido en los turcos...
Volvemos al sitio de las cervezas y nos tomamos otra Baltika 9 a medias para completar la racion. Monika se va a dormir y yo a internet. Vuelvo a casa a las once y resulta que por la tarde volvieron a dar el agua, pero ya la han vuelto a cortar. No puedo ducharme ni lavar la ropa. Pero por fin duermo, duermo de maravilla y un monton de horas.
Hacemos una parada para comer un kebab y tomar un cafe. Mientras esperamos sentados en un bordillo, un chaval nos pregunta si hablamos ruso. Es de Karabaj y va a Erevan a una conferencia sobre el conflicto armenio-azeri. Tendra veitipico anhos, parece culto, informado y bastante imparcial, a pesar de no poder serlo. Nacio en Baku, capital de Azerbaiyan, y luego sus padres se vieron obligados a trasladarse cuando la guerra. Nos proporciona una vision bastante amplia (para el poco tiempo que tenemos) de la historia de la zona. Entiendo que Stalin, queriendo modificar en su propio interes el equilibrio de fuerzas de la zona (donde, al parecer, Armenia era la Republica Sovetica mas rica), en una de sus endiabladas maniobras politicas concedio a Azerbaiyan el territorio de Nagorno Karabaj, donde la mayoria de la poblacion era armenia. De parecida forma actuo con Naxçıvan, que hoy en dia pertenece tambien a Azerbaiyan, a pesar de hallarse separado de este por la propia Armenia, de la que un dia formo parte. La historia nunca ha sido mi fuerte, aunque ahora que, durante mis viajes, voy teniendo contacto con sus consecuencias, me interesa mas que nunca. En cualquier caso, recuerdo perfectamente aquellos telediarios cuando era pequenho en los que uno de los temas recurrentes era la guerra de Nagorno Karabaj...
Nuestra marshrutka arranca de nuevo, tenemos que despedirnos del chico. Un senhor mayor que va sentado al lado de Monika y al que le apesta el aliento a tabaco y a alcohol nos pregunta "si no hablamos otra lengua", aunque dudo que supiera la que estabamos hablando. Quiere ir a Espanha porque le gusta el futbol, es del Barca, pero tambien del Madrid, aunque menos, y una vez tiro la tele al suelo porque Raul fallo un penalty. Habla algunas palabras de frances, pero odia "el idioma americano", porque los americanos son los culpables de la democracia y el capitalismo, y el capitalismo no ha traido nada nuevo, antes vivia mucho mejor, y con un gesto que hace con el pulgar a la altura de la barbilla nos indica que nadaba en la abundancia. Me gusta escuchar su punto de vista y contrastarlo con el del chaval que acabamos de conocer, pero sus palabras ebrias resultan demasiado agresivas y su aliento demasiado asqueroso para Monika. Menos mal que enseguida sube una senhora y se sienta entre ellos.
Ya en Erevan tiramos para la casa de Anahit, la senhora que nos alojo la otra vez, pues no hemos encontrado nada mas barato, y menos con agua caliente, que nos hace mucha falta despues de estos dias en Goris. Pero resulta que justamente acaban de cortar el agua y no saben cuando volvera. Pegajosos como estamos, salimos a dar una vuelta. Pasamos por una tienda de discos que nos han recomendado, Planet Disc. Un vendedor nos saca unos cuantos cedes y se ofende muchisimo cuando digo que lo que estoy escuchando me recuerda a la musica turca: "no nos gusta que comparen nuestra musica o nuestros instrumentos con los turcos". Que le voy a hacer si soy tan ignorane como para que encontrarlas parecidas. Por suerte viene al rescate otra vendedora, Narina, que nos oye hablar en polaco, tiene veintipocos anhos y ha vivido diez en Polonia y le hace ilusion hablar con nosotros. Monika le pregunta por que se rie la gente de nosotros. ?Por sus pantalones naranjas? Narina dice que no, me mira y dice: creo que es por su corte de pelo. Narina dice que quiere irse de Armenia, le gustaria volver a Polonia. Quedamos en quedar manhana.
Luego llega Suren, que es un chico que conocio Monika hace un par de anhos cuando estaban escalando no se que montanha. Vamos a tomar una cerveza, esta vez rusa. Descubrimos la Baltika numero 9, que no solo esta super buena, sino que es fortisima. Con una y media cada uno, vamos haciendo eses. Suren solo toma zumo, no paran de llegarle mensajes, esta muy solicitado, enseguida se va. Nosotros vamos a cenar: lahmajo, que es una especie de pizza finita con carne, sospechosamente parecida, y espero que me perdonen, al lahmacun turco.
Comprendo el resentimiento armenio hacia los turcos, cuya raiz principal supongo que sera el genocidio armenio. Pero negar la influencia turca siquiera en lo culinario me parece totalmente irreal. Lahmajo (lahmacun), tan (ayran), kabab (kebab)... todo me suena tanto a mi viaje del anho pasado... A no ser, claro esta, que sean los armenios los que hayan influido en los turcos...
Volvemos al sitio de las cervezas y nos tomamos otra Baltika 9 a medias para completar la racion. Monika se va a dormir y yo a internet. Vuelvo a casa a las once y resulta que por la tarde volvieron a dar el agua, pero ya la han vuelto a cortar. No puedo ducharme ni lavar la ropa. Pero por fin duermo, duermo de maravilla y un monton de horas.
jueves, 23 de julio de 2009
Goris - Tatev - Goris
A las ocho ya nos esta esperando delante de la casa nuestro conductor, con camisa blanca y muy buena cara para lo borracho que estaba a las diez de la noche. Nos monta en su Lada azul y alla vamos. Nos cobra once mil drams "porque hay un polaco entre nosotros", que si fueramos de otro lado querria quince mil. Una pasta, pero las carreteras estan fatal y los coches se estropean y, ademas, es todo cuesta arriba y se consume mucha gasolina. Nuestro Lada, sorprendentemente inmutable, aguanta los baches y las cuestas, "gracias a que arrancamos tan de manhana", porque, si no, el agua del radiador ya estaria hirviendo. La carretera serpentea entre montanhas, los campos son un patchwork de amarillo, verde y el lila ocasional de los brezos. Grach nos va senhalando todas las flores y plantas del camino, recitandonos sus propiedades medicinales. Muchas de esas plantas, segun el, solo se dan aqui, cerca de Goris. Del mismo modo que aqui tienen los mejores tomates del mundo, "tomates como estos no los encuentras en ninguna parte", y las mejores judias e incluso el mejor lavash, porque el lavash, aunque tambien se encuentra en Iran y en Turquia, es un invento armenio. "?Sabeis algo de la historia de Armenia?", nos pregunta. Antes Karabaj y Naxçıvan pertenecian a Armenia, pero la URSS, a fin de equilibrar las potencias regionales, entrego ambas regiones a Azerbaiyan, lo que motivaria los recientes conflictos entre ambos paises. "A mi me gustaria que no existieran las palabras mio y tuyo. Que no hubiera fronteras, que hubiera una sola fe y un solo presidente."
Tatev es un monasterio de no se que siglo, pero muy antiguo, situado entre montanhas. El enclave es mas bonito que el sitio en si, al menos para mi, que he visto unos cuantos monasterios romanicos perdidos entre las montanhas gallegas, pero vale la pena verlo. Sobre todo, porque aun esta en funcionamiento, y te topas con sacerdotes de barba y tunica negra y senhoras de panhuelo en la cabeza. Al igual que nos ocurrio en Khor Virap, cuando llegamos esta practicamente vacio, pero al poco empiezan a llegar autobuses de turistas, casi todos armenios. Le pregunto a Grach si es ortodoxo. "Yo soy un ser humano", responde.
Desayunamos en una especie de cabanha que hay un poco mas adelante. Pedimos solo un te y unos huevos con tomate. Nos traen, ademas, un monton de lavash, manojos de cilantro, cebollino y otras hierbas, queso casero, un plato de riquisimo cordero en salsa, mermelada de no se que bayas, ensalada de tomate, matsoun (una especie de yogur, como el matsoni georgiano) y una mirinda. Damos buena cuenta de todo, ya que es casi mediodia y aun estamos en ayunas. La sorpresa llega a la hora de pagar. 4500 drams. Otra vez no nos hemos asegurado antes. El timo nos pone de mal humor.
Por el camino de vuelta Grach va parando cada dos por tres para recoger punhados de plantas medicinales de esas que solo existen aqui. Nos ensenha el Puente del Diablo, unas formaciones rocosas excavadas por aguas termales, pero estamos demasiado cansados para intersarnos. Luego nos para en un lugar desde donde se divisa todo Goris. Dice: "Goris, pequenho Paris", y nos recita un verso que viene a decir que quien no ha visto Goris, no ha visto el mundo. No tenemos ganas de polemica, asi que asentimos. Para que quitarle la ilusion.
Ya en casa, nos vamos a dormir la siesta, pues estamos muertos. Por la tarde salimos a cambiar nuestros ultimos euros y a dar una vuelta por la parte antigua, donde hay unas cuevas y no se que mas, pero no llegamos hasta alli. No nos sentimos a gusto, la gente nos mira con manifiesto rechazo, y solo enterarnos de donde salen las marshrutkas para ir a diferentes sitios nos lleva una hora y pico de averiguaciones, asi que decidimos acortar nuestra estancia alli y volver antes a Erevan. Y, de momento, tirar para casa. Al pasar por el parque, una chavala que habla ingles nos dice que nos sentemos con ella y con su amiga, tiene 17 anhos, quiere ser traductora, habla sin parar y antes de dejarnos contestar a cualquier pregunta ya esta formulando cuatro mas, es como si no conociera la existencia de los signos de puntuacion y su consecuencia en el discurso hablado. Se extranha de que no le contestemos, de que estemos boquiabiertos y apenas logremos emitir alguna que otra risilla desconcertada. Nos escapamos cuanto antes. La excusa perfecta es el sms que acaba de recibir Monika con la noticia de que ha aprobado un examen importante.
Para celebrarlo, compramos lavash, tomates, pimientos, queso y cerveza rusa y ucraniana (la armenia ya no merece mas oportunidades). Al llegar a casa, nos topamos con la madre de Artur que, empujandolos con un palo, esta metiendo a las gallinas y los pollos en el cuarto que les hace de corral, que esta lleno de muebles en desuso, un somier desvencijado y cajas de carton donde dormiran los animalitos. Nos partimos de risa, porque la senhora llama a los pollos "chipo, chipo, chipo", cosa que en polaco suena fatal.
Estamos en nuestra habitacion preparando el banquete cuando aparece Artur, el duenho, se sienta con nosotros, bebe de nuestra cerveza (que no conocia y le gusta), a cambio nos da tutovka casera. Bebemos y comemos. Dice que no puede beber mas porque todavia tiene que trabajar, esta terminando la casa. Ahora entiendo por que todas las casas estan sin terminar y la mayoria de las lineas estan torcidas. Tenemos que salir a comprar mas de todo. A la vuelta, Artur se nos une de nuevo. Se queja de que los turistas que vienen aqui no hablan ruso, por no mencionar el armenio, y no hay manera de comunicarse con ellos. Por ejemplo, los italianos: llegan hasta Goris y se quejan del precio del taxi hasta Tatev, sin entender que la carretera es horrible y los coches se rompen y por eso el trayecto cuesta tanto, y se vuelven a Erevan sin haber visto Tatev ni casi Goris. Una pena para ellos, porque "quien no ha visto Goris, no ha visto el mundo". Antes Artur tambien tenia un taxi, un Zhiguli, pero no se que paso, ahora esta esperando a que le traigan otro coche. Nos lleva al patio y nos ensenha el barril donde fermentan las bayas blancas que en pocos dias daran litros de tutovka.
Aparece la madre de Artur, ya no recuerdo a cuento de que, nos dice que los turistas se piensan que alli viven musulmanes, que ellos no son musulmanes y que los musulmanes son malos. No nos sentimos con fuerzas para rebatirselo, Monika alcanza a decir apenas que todo depende de las personas. Al fin y al cabo, Armenia, junto con Georgia, constituye una isla cristiana que a lo largo de la historia ha sido invadida sucesivamente por turcos, persas, mongoles, azeries...
Artur no sabe si nos vera manhana, porque nosotros salimos a las 8 y el no tiene pensado levantarse hasta las 10, pero dice que se alegra de conocernos, que somos buena gente, que sabemos ruso (si, yo he conseguido decir tres frases seguidas, aunque dando de patadas a la gramatica) y nos esforzamos por comunicarnos con ellos, que comemos y bebemos con ellos (bueno, con el) y que la proxima vez que volvamos, traigamos a dos polacas mas, porque a su vecino, que tiene 45 anhos y sirvio en el Ejercito en Polonia cuando la URSS, solo le gustan las polacas y por eso aun no se ha casado. ?Y por que tenemos que traer a dos? Porque candidatos para las polacas no faltan.
Nos acostamos sin ducharnos y con una considerable melopea. Al igual que la noche anterior, no se por que, me duermo pronto, pero luego me despierto y me paso en vela la mayor parte de la noche. Escucho al menos cinco discos.
Tatev es un monasterio de no se que siglo, pero muy antiguo, situado entre montanhas. El enclave es mas bonito que el sitio en si, al menos para mi, que he visto unos cuantos monasterios romanicos perdidos entre las montanhas gallegas, pero vale la pena verlo. Sobre todo, porque aun esta en funcionamiento, y te topas con sacerdotes de barba y tunica negra y senhoras de panhuelo en la cabeza. Al igual que nos ocurrio en Khor Virap, cuando llegamos esta practicamente vacio, pero al poco empiezan a llegar autobuses de turistas, casi todos armenios. Le pregunto a Grach si es ortodoxo. "Yo soy un ser humano", responde.
Desayunamos en una especie de cabanha que hay un poco mas adelante. Pedimos solo un te y unos huevos con tomate. Nos traen, ademas, un monton de lavash, manojos de cilantro, cebollino y otras hierbas, queso casero, un plato de riquisimo cordero en salsa, mermelada de no se que bayas, ensalada de tomate, matsoun (una especie de yogur, como el matsoni georgiano) y una mirinda. Damos buena cuenta de todo, ya que es casi mediodia y aun estamos en ayunas. La sorpresa llega a la hora de pagar. 4500 drams. Otra vez no nos hemos asegurado antes. El timo nos pone de mal humor.
Por el camino de vuelta Grach va parando cada dos por tres para recoger punhados de plantas medicinales de esas que solo existen aqui. Nos ensenha el Puente del Diablo, unas formaciones rocosas excavadas por aguas termales, pero estamos demasiado cansados para intersarnos. Luego nos para en un lugar desde donde se divisa todo Goris. Dice: "Goris, pequenho Paris", y nos recita un verso que viene a decir que quien no ha visto Goris, no ha visto el mundo. No tenemos ganas de polemica, asi que asentimos. Para que quitarle la ilusion.
Ya en casa, nos vamos a dormir la siesta, pues estamos muertos. Por la tarde salimos a cambiar nuestros ultimos euros y a dar una vuelta por la parte antigua, donde hay unas cuevas y no se que mas, pero no llegamos hasta alli. No nos sentimos a gusto, la gente nos mira con manifiesto rechazo, y solo enterarnos de donde salen las marshrutkas para ir a diferentes sitios nos lleva una hora y pico de averiguaciones, asi que decidimos acortar nuestra estancia alli y volver antes a Erevan. Y, de momento, tirar para casa. Al pasar por el parque, una chavala que habla ingles nos dice que nos sentemos con ella y con su amiga, tiene 17 anhos, quiere ser traductora, habla sin parar y antes de dejarnos contestar a cualquier pregunta ya esta formulando cuatro mas, es como si no conociera la existencia de los signos de puntuacion y su consecuencia en el discurso hablado. Se extranha de que no le contestemos, de que estemos boquiabiertos y apenas logremos emitir alguna que otra risilla desconcertada. Nos escapamos cuanto antes. La excusa perfecta es el sms que acaba de recibir Monika con la noticia de que ha aprobado un examen importante.
Para celebrarlo, compramos lavash, tomates, pimientos, queso y cerveza rusa y ucraniana (la armenia ya no merece mas oportunidades). Al llegar a casa, nos topamos con la madre de Artur que, empujandolos con un palo, esta metiendo a las gallinas y los pollos en el cuarto que les hace de corral, que esta lleno de muebles en desuso, un somier desvencijado y cajas de carton donde dormiran los animalitos. Nos partimos de risa, porque la senhora llama a los pollos "chipo, chipo, chipo", cosa que en polaco suena fatal.
Estamos en nuestra habitacion preparando el banquete cuando aparece Artur, el duenho, se sienta con nosotros, bebe de nuestra cerveza (que no conocia y le gusta), a cambio nos da tutovka casera. Bebemos y comemos. Dice que no puede beber mas porque todavia tiene que trabajar, esta terminando la casa. Ahora entiendo por que todas las casas estan sin terminar y la mayoria de las lineas estan torcidas. Tenemos que salir a comprar mas de todo. A la vuelta, Artur se nos une de nuevo. Se queja de que los turistas que vienen aqui no hablan ruso, por no mencionar el armenio, y no hay manera de comunicarse con ellos. Por ejemplo, los italianos: llegan hasta Goris y se quejan del precio del taxi hasta Tatev, sin entender que la carretera es horrible y los coches se rompen y por eso el trayecto cuesta tanto, y se vuelven a Erevan sin haber visto Tatev ni casi Goris. Una pena para ellos, porque "quien no ha visto Goris, no ha visto el mundo". Antes Artur tambien tenia un taxi, un Zhiguli, pero no se que paso, ahora esta esperando a que le traigan otro coche. Nos lleva al patio y nos ensenha el barril donde fermentan las bayas blancas que en pocos dias daran litros de tutovka.
Aparece la madre de Artur, ya no recuerdo a cuento de que, nos dice que los turistas se piensan que alli viven musulmanes, que ellos no son musulmanes y que los musulmanes son malos. No nos sentimos con fuerzas para rebatirselo, Monika alcanza a decir apenas que todo depende de las personas. Al fin y al cabo, Armenia, junto con Georgia, constituye una isla cristiana que a lo largo de la historia ha sido invadida sucesivamente por turcos, persas, mongoles, azeries...
Artur no sabe si nos vera manhana, porque nosotros salimos a las 8 y el no tiene pensado levantarse hasta las 10, pero dice que se alegra de conocernos, que somos buena gente, que sabemos ruso (si, yo he conseguido decir tres frases seguidas, aunque dando de patadas a la gramatica) y nos esforzamos por comunicarnos con ellos, que comemos y bebemos con ellos (bueno, con el) y que la proxima vez que volvamos, traigamos a dos polacas mas, porque a su vecino, que tiene 45 anhos y sirvio en el Ejercito en Polonia cuando la URSS, solo le gustan las polacas y por eso aun no se ha casado. ?Y por que tenemos que traer a dos? Porque candidatos para las polacas no faltan.
Nos acostamos sin ducharnos y con una considerable melopea. Al igual que la noche anterior, no se por que, me duermo pronto, pero luego me despierto y me paso en vela la mayor parte de la noche. Escucho al menos cinco discos.
miércoles, 22 de julio de 2009
Erevan - Goris
Nos levantamos y, ya con todo el petate a cuestas, bajamos a desayunar. Despues de lo que nos costo encontrar una cafeteria abierta a esas horas el dia que llegamos y de lo malisimo que estaba el cafe, vemos un letrero de Segafredo y no podemos evitar sentarnos en la terraza, al sol de la manhana, Yo pido un cafe grande y un tiramisu, Monika otro cafe grande y un croasan. Cuando nos traen la cuenta, flipamos, el capricho nos ha salido por cinco mil drams, casi diez euros... !ni es Espanha! Para otra vez, habra que aprender a mirar primero los precios.
Pasamos por informacion turistica a pedir mapas, conversamos con las tres chicas de alli, Sona (la que habla espanhol), Inna y Lilit, muy majas. Luego, a Correos a mandar las postales. A continuacion cogemos el metro para ir a la estacion, donde la taquilla de venta anticipada esta cerrada, a pesar de que deberia haber abierto hace dos horas. Tras media hora de espera, se digna a aparecer la misma estupida de ayer, que se comporta con la misma amabilidad. Es de esas personas que te ponen de tan mala hostia como para fastidiarte parte del dia. Le ensenho a Monika unos cuantos insultos y palabrotas en espanhol. Pero bueno, al menos tenemos los billetes para la vuelta.
Vamos a coger la marshrutka para Goris. Un tipo nos ofrece ir en taxi por 3000 drams, cuando la marshrutka cuesta 2500 por cabeza, es decir, pagariamos un euro mas cada uno, pero a cambio iriamos mucho mas comodos. Aceptamos. Cuando llevamos una hora metidos en el coche a pleno sol y todavia no hemos arrancado, entendemos que estan esperando a que lleguen al menos dos pasajeros mas. Claro, asi si que les compensa.
El camino a Goris en algunas partes me recuerda el desierto de Tabernas, en Almeria, aunque a medida que vayamos subiendo las montanhas se haran mas altas y el paisaje mas verde y amarillo. Ya cerca de nuestro destino los otros pasajeros se bajan. El taxista se acerca a una base militar donde le han encargado que deje un paquete y algo de dinero. Luego nos cuenta que desde alli se ve Azerbaiyan y que, cuando la guerra de Nagorno Karabaj, el no participo directamente, pero en su coche llevaba las granadas de mortero que desde alli lanzaban hacia la parte azerbaiyana.
Goris. Desde la carretera se divisa la ciudad entera en una hondonada, entre montanhas, con sus tejados de chapa reluciendo al sol. El taxista nos pone en contacto con un tipo que dice que nos puede conseguir alojamiento por 3000 drams por cabeza. Nos interesa, dado que lo mas barato que habiamos conseguido reservar era por 5000. El tipo se llama Grach, nos monta en su Lada azul y nos lleva hasta una casa enorme hecha de bloques grises sin revocar ni nada. Si nos quedamos dos noches, nos lo dejan en 2500 por cabeza por noche. Poco para los precios de por aqui, aunque mucho para las condiciones de la casa. Que remedio. A cambio, Grach nos pide 500 drams (casi un euro), mientras que, a modo de pago, recibe del duenho de la casa una botella de tutovka, aguardiente casero. Grach promete llevarnos manhana hasta Tatev.
Salimos a dar una vuelta. Lo que desde arriba es una ciudad, desde abajo no es mas que un pueblo muerto. Cruzamos un parquecillo que en el centro tiene un tiovivo, todos los jovenes nos lanzan miradas mas bien despreciativas, nos sueltan alguna palabra armenia que no tiene pinta de ser agradable o, directamente, se rien de nosotros. Mal rollo. Seguimos paseando. Los adultos parecen menos agresivos, aunque bastante desconfiados en su mayoria y no especialmente amables en general, al menos comparando con lo que hemos visto hasta ahora. Estoy haciendo fotos delante de una casa gris con ropa tendida y un par de Ladas aparcados delante, cuando baja un tipo y nos invita a subir a su casa. Dudamos un momento, pero subimos. Se llama Gago. En el salon hay un piano vertical y la luz dorada que entra desde el balcon dora el papel de las paredes. Nos quitamos los zapatos y Gago nos trae zapatillas, que no queremos aceptar. Insiste en que me quite la camiseta para sentirme como en casa y, vista mi reticencia, da ejemplo. Dice que si me quiero duchar o algo. No, pero si me lavaria las manos. Gago me obliga a que me ponga las zapatillas antes de entrar, y con razon. El banho esta todo desconchado y es de lo mas fotogenico, pero me da corte hacer fotos alli. Gago me explica todo el sistema que hay que usar para lavarse las manos, tiene una lata con un agujero que hace las veces de grifo, ya que casi nunca hay agua corriente. Y, al abrir el grifo para demostrarmelo, el mismo se sorprende de que, justo ahora, si la haya. En el balcon, ninguna de las ventanas tiene cristales. Estan tapadas con plastico transparente. Cuando la guerra de Nagorno Karabaj, de la que hace mas de quince anhos, las granadas reventaron todos los cristales y, aunque su hijo dice que el mismo puede hacerlo Gago se niega a reponerlos: que lo hagan los que los rompieron. Eso es lo justo. El nunca ha molestado a nadie, entonces por que tienen que molestarle a el. Su mujer es camarera en uno de los hoteles de la ciudad y sus hijos todos estudiaron en la Universidad a pesar de la oposicion de Gago, que sabe que alli una carrera no sirve para nada. Por eso su hijo mayor esta ahora en Moscu. Al pequenho le falta un anho para acabar la carrera. Gago nos ofrece lo que tiene, nos trae te, sandia y unas riquisimas peras confitadas. El telefono no para de sonar y Gago no para de circular entre la cocina y el salon. Le decimos que se siente a charlar con nosotros. "Pero ?de que vamos a hablar?", dice. "La vida es normal, yo me alegro de que esteis aqui, hay que disfrutar de lo que tenemos, porque no se sabe lo que vendra manhana". Enseguida llega el hijo pequenho, que no parece muy contento de vernos. Una llamada telefonica sirve de excusa a Gago para echarnos. Dice que tiene que salir corriendo. Me pongo la camiseta y los zapatos, le agradecemos la invitacion y nos vamos rapidamente. Curiosamente, cuando salimos el sigue sin camiseta y nos dice adios desde el balcon.
Cenamos en un bar que esta vacio y a oscuras. Las sillas estan encima de las mesas. No se si es que es demasiado tarde para cenar o demasiado temprano. Comemos kebab y probamos dos cervezas armenias, Kilikia y Kotayk, la segunda todavia mas horrible que la primera.
Atravesamos el parque para volver a casa, todavia hay luz del dia y unos senhores juegan al nardi (backgammon) bajo un arbol, nos paramos a ver, porque a Monika le encanta el juego, y entonces se nos acerca un senhor flaco y me pregunta, con acento cubano, si es verdad que soy espanhol. Estuvo en Cuba hace muchos anhos, trabajando, supongo que gracias a la colaboracion entre Cuba y la URSS. Todavia recuerda bastante espanhol aunque no tiene ocasion de practicarlo. Se llama Razbik, pero en Cuba lo llamaban Roberto. Tiene 69 anhos y es profesor de Hidroenergetica o algo asi en la Universidad de Erevan. No se jubila, porque ?como vivir con una pension de 100 dolares al mes?
Justo al lado de casa estan abriendo un ciber, todavia no funciona como tal, pero a uno de los que estan montandolo le gusta Monika y nos deja echar un vistazo al Correo sin cobrarnos.
Llamamos a Grach para que nos lleve manhana a Tatev, ya esta completamente borracho, se ve que la tutovka era buena. Como nos han prometido, en la casa hay ducha, solo que no funciona. Y no parece que sea cosa de hoy. Nos calientan un cubo con agua y nos lavoteamos regandonos con una jarra, de puntillas en el aseo para no rozarnos con el vater, que muy limpio no esta. En nuestra habitacion hay cuatro camas, dos de ellas con cabecero de metal como en los hospitales de las peliculas. Nos dan a cada uno una esquina, no se si porque esas son las mejores. Se hunden como si fueran de chicle, haciendo imposible dormir boca abajo. Quedamos en que, una vez encontremos la postura, no nos moveremos ya durante toda la noche para no despertar al otro, ya que chirrian endemoniadamente. Me duermo rapidamente, pero pronto me despierto y me trago varias horas de negrura con los ojos como platos hasta que al amanecer me quedo dormido otra vez.
Pasamos por informacion turistica a pedir mapas, conversamos con las tres chicas de alli, Sona (la que habla espanhol), Inna y Lilit, muy majas. Luego, a Correos a mandar las postales. A continuacion cogemos el metro para ir a la estacion, donde la taquilla de venta anticipada esta cerrada, a pesar de que deberia haber abierto hace dos horas. Tras media hora de espera, se digna a aparecer la misma estupida de ayer, que se comporta con la misma amabilidad. Es de esas personas que te ponen de tan mala hostia como para fastidiarte parte del dia. Le ensenho a Monika unos cuantos insultos y palabrotas en espanhol. Pero bueno, al menos tenemos los billetes para la vuelta.
Vamos a coger la marshrutka para Goris. Un tipo nos ofrece ir en taxi por 3000 drams, cuando la marshrutka cuesta 2500 por cabeza, es decir, pagariamos un euro mas cada uno, pero a cambio iriamos mucho mas comodos. Aceptamos. Cuando llevamos una hora metidos en el coche a pleno sol y todavia no hemos arrancado, entendemos que estan esperando a que lleguen al menos dos pasajeros mas. Claro, asi si que les compensa.
El camino a Goris en algunas partes me recuerda el desierto de Tabernas, en Almeria, aunque a medida que vayamos subiendo las montanhas se haran mas altas y el paisaje mas verde y amarillo. Ya cerca de nuestro destino los otros pasajeros se bajan. El taxista se acerca a una base militar donde le han encargado que deje un paquete y algo de dinero. Luego nos cuenta que desde alli se ve Azerbaiyan y que, cuando la guerra de Nagorno Karabaj, el no participo directamente, pero en su coche llevaba las granadas de mortero que desde alli lanzaban hacia la parte azerbaiyana.
Goris. Desde la carretera se divisa la ciudad entera en una hondonada, entre montanhas, con sus tejados de chapa reluciendo al sol. El taxista nos pone en contacto con un tipo que dice que nos puede conseguir alojamiento por 3000 drams por cabeza. Nos interesa, dado que lo mas barato que habiamos conseguido reservar era por 5000. El tipo se llama Grach, nos monta en su Lada azul y nos lleva hasta una casa enorme hecha de bloques grises sin revocar ni nada. Si nos quedamos dos noches, nos lo dejan en 2500 por cabeza por noche. Poco para los precios de por aqui, aunque mucho para las condiciones de la casa. Que remedio. A cambio, Grach nos pide 500 drams (casi un euro), mientras que, a modo de pago, recibe del duenho de la casa una botella de tutovka, aguardiente casero. Grach promete llevarnos manhana hasta Tatev.
Salimos a dar una vuelta. Lo que desde arriba es una ciudad, desde abajo no es mas que un pueblo muerto. Cruzamos un parquecillo que en el centro tiene un tiovivo, todos los jovenes nos lanzan miradas mas bien despreciativas, nos sueltan alguna palabra armenia que no tiene pinta de ser agradable o, directamente, se rien de nosotros. Mal rollo. Seguimos paseando. Los adultos parecen menos agresivos, aunque bastante desconfiados en su mayoria y no especialmente amables en general, al menos comparando con lo que hemos visto hasta ahora. Estoy haciendo fotos delante de una casa gris con ropa tendida y un par de Ladas aparcados delante, cuando baja un tipo y nos invita a subir a su casa. Dudamos un momento, pero subimos. Se llama Gago. En el salon hay un piano vertical y la luz dorada que entra desde el balcon dora el papel de las paredes. Nos quitamos los zapatos y Gago nos trae zapatillas, que no queremos aceptar. Insiste en que me quite la camiseta para sentirme como en casa y, vista mi reticencia, da ejemplo. Dice que si me quiero duchar o algo. No, pero si me lavaria las manos. Gago me obliga a que me ponga las zapatillas antes de entrar, y con razon. El banho esta todo desconchado y es de lo mas fotogenico, pero me da corte hacer fotos alli. Gago me explica todo el sistema que hay que usar para lavarse las manos, tiene una lata con un agujero que hace las veces de grifo, ya que casi nunca hay agua corriente. Y, al abrir el grifo para demostrarmelo, el mismo se sorprende de que, justo ahora, si la haya. En el balcon, ninguna de las ventanas tiene cristales. Estan tapadas con plastico transparente. Cuando la guerra de Nagorno Karabaj, de la que hace mas de quince anhos, las granadas reventaron todos los cristales y, aunque su hijo dice que el mismo puede hacerlo Gago se niega a reponerlos: que lo hagan los que los rompieron. Eso es lo justo. El nunca ha molestado a nadie, entonces por que tienen que molestarle a el. Su mujer es camarera en uno de los hoteles de la ciudad y sus hijos todos estudiaron en la Universidad a pesar de la oposicion de Gago, que sabe que alli una carrera no sirve para nada. Por eso su hijo mayor esta ahora en Moscu. Al pequenho le falta un anho para acabar la carrera. Gago nos ofrece lo que tiene, nos trae te, sandia y unas riquisimas peras confitadas. El telefono no para de sonar y Gago no para de circular entre la cocina y el salon. Le decimos que se siente a charlar con nosotros. "Pero ?de que vamos a hablar?", dice. "La vida es normal, yo me alegro de que esteis aqui, hay que disfrutar de lo que tenemos, porque no se sabe lo que vendra manhana". Enseguida llega el hijo pequenho, que no parece muy contento de vernos. Una llamada telefonica sirve de excusa a Gago para echarnos. Dice que tiene que salir corriendo. Me pongo la camiseta y los zapatos, le agradecemos la invitacion y nos vamos rapidamente. Curiosamente, cuando salimos el sigue sin camiseta y nos dice adios desde el balcon.
Cenamos en un bar que esta vacio y a oscuras. Las sillas estan encima de las mesas. No se si es que es demasiado tarde para cenar o demasiado temprano. Comemos kebab y probamos dos cervezas armenias, Kilikia y Kotayk, la segunda todavia mas horrible que la primera.
Atravesamos el parque para volver a casa, todavia hay luz del dia y unos senhores juegan al nardi (backgammon) bajo un arbol, nos paramos a ver, porque a Monika le encanta el juego, y entonces se nos acerca un senhor flaco y me pregunta, con acento cubano, si es verdad que soy espanhol. Estuvo en Cuba hace muchos anhos, trabajando, supongo que gracias a la colaboracion entre Cuba y la URSS. Todavia recuerda bastante espanhol aunque no tiene ocasion de practicarlo. Se llama Razbik, pero en Cuba lo llamaban Roberto. Tiene 69 anhos y es profesor de Hidroenergetica o algo asi en la Universidad de Erevan. No se jubila, porque ?como vivir con una pension de 100 dolares al mes?
Justo al lado de casa estan abriendo un ciber, todavia no funciona como tal, pero a uno de los que estan montandolo le gusta Monika y nos deja echar un vistazo al Correo sin cobrarnos.
Llamamos a Grach para que nos lleve manhana a Tatev, ya esta completamente borracho, se ve que la tutovka era buena. Como nos han prometido, en la casa hay ducha, solo que no funciona. Y no parece que sea cosa de hoy. Nos calientan un cubo con agua y nos lavoteamos regandonos con una jarra, de puntillas en el aseo para no rozarnos con el vater, que muy limpio no esta. En nuestra habitacion hay cuatro camas, dos de ellas con cabecero de metal como en los hospitales de las peliculas. Nos dan a cada uno una esquina, no se si porque esas son las mejores. Se hunden como si fueran de chicle, haciendo imposible dormir boca abajo. Quedamos en que, una vez encontremos la postura, no nos moveremos ya durante toda la noche para no despertar al otro, ya que chirrian endemoniadamente. Me duermo rapidamente, pero pronto me despierto y me trago varias horas de negrura con los ojos como platos hasta que al amanecer me quedo dormido otra vez.
martes, 21 de julio de 2009
Khor Virap
He dormido por fin ocho horejas o asi, pero se ve que no son suficientes para compensar todo el suenho atrasado que llevo, porque hoy tambien he estado cansado todo el dia.
Nos levantamos y cogemos el metro hasta el lugar de donde salen los autobuses. En el pasadizo subterraneo compramos unos pastelitos y agua, una de las vendedoras vivio un par de anhos en Polonia, pero no habla mucho polaco. Nuestro bus es amarillo, los asientos tienen mas manchas que un pantalon de camuflaje y el motor esta atragantado. Dos mecanicos se tiran veinte minutos para ponerlo en marcha, hasta que al final nos cambian de autobus a uno blanco y azul mucho mas limpio. Arrancamos a las nueve.
Por el camino se nos muestra el biblico monte Ararat. Tiene dos picos, uno de ellos cubierto de nieve. Es un volcan y esta desnudo. Los armenios lo reivindican como propio, para ellos esta cargado de significado, pero hoy en dia se encuentra al otro lado del alambre de espino que los arboles ocultan y que marca la frontera con la enemiga Turquia. Ahi esta, casi al alcance de la mano, casi...
El bus nos deja a un quilometro de nuestro objetivo: Khor Virap, un monasterio del siglo no se que, donde se cuenta que estuvo preso muchos anhos en una celda subterranea el que despues seria san Gregorio, fundador de la iglesia armenia, que sobrevivio gracias a que una mujer le traia comida y agua todos los dias. Desde el monasterio se divisa perfectamente el Ararat. Bueno, se divisaria perfectamente si una neblina no lo difuminara y unas nubes cabronas no ocultaran la cumbre que desde el camino se veia tan bien. Supongo que debe de ser mas bonito en otonho o invierno. Pero aun asi la vista es digna de admirar. Nada mas entrar nosotros, empiezan a llegar autobuses de turistas, asi que nos piramos prontito. No bien hemos emprendido el camino de vuelta hacia la carretera por la que circulan los autobuses y marshrutkas, se para a nuestro lado un destartalado coche amarillo. Unos tipos nos quieren llevar a Erevan... cobrandonos. Les agradecemos su amabilidad y pasamos de ellos. Enseguida nos pita un coche blanco en el mismo estado. Un senhor y una senhora de sonrisa dorada nos ofrecen acercarnos, no van hasta Erevan, pero nos dejaran cerquita. Por el camino, el senhor (cuyo nombre no recuerdo, es que los nombres armenios son todos nuevos para mi: una verguenza, porque el nos llama por nuestros nombres) nos va recitando la alineacion de los equipos de futbol de la liga espanhola, tambien se sabe los polacos de los anhos ochenta, dice que el jugaba muy bien al futbol y le llamaban Maradona, nos ensenha su carnet de conducir con una foto en la que aun tenia melena y, efectivamente, cierto parecido hay, no se si en el juego tambien, es posible, porque el dice que jugaba muy bien. Monika le contesta con los apellidos de unos cuantos boxeadores y ajedrecistas armenios, yo flipo, mientras la senhora intenta impedir que el ninho accione el cambio de marchas. El ninho es el nieto. El senhor tiene cincuenta y dos anhos, le brillan los ojitos cuando el nieto hace travesuras. Dos de sus hijos viven en Alemania. Cuando se entera de que Monika y yo no estamos casados y tampoco somos pareja, me dice que las mujeres armenias son muy guapas. Su mujer, alli presente, es la unica que ha tenido, dice dandole una palmadita en el hombro, pero quien sabe si algun dia no llegara alguna turista. Se rien los dos, nosotros tambien. Nos dejan en un pueblo desde donde podemos coger la marshrutka hasta Erevan.
La primera marshrutka va llena. Mientras, plantados en medio del asfalto que hace las veces de estacion, esperamos a que llegue otra, un BMW negro y vetusto se para a nuestro lado, y un senhor nos pregunta si vamos a Erevan. Su pinta nos recuerda un poco a la de los mafiosos de esta zona de Europa, asi que no nos fiamos mucho. Pero insiste, sonrie y alla vamos. Enseguida se aprende nuestros nombres, a diferencia de nosotros. Nos da a cada uno un melocoton, estan riquisimos, y eso que yo no soy muy frutivoro, el jugo se me escurre hasta los codos. Nos pregunta que hemos probado de la comida armenia, nos pregunta si hemos comido dolma, decimos que todavia no, el dice que su mujer ayer hizo dolma y que nos invita a su casa, le decimos que no, insiste, le decimos que si, da media vuelta y volvemos hacia el lugar de donde hemos venido. Promete llevarnos luego de vuelta a Erevan.
No me imagino, por ejemplo, a mi madre invitando a nadie a comer en esas condiciones, pero a ellos no les importa que la casa entera este en obras, que en el banho no haya lavabo, que por todas partes haya polvo y que dos hombres esten serrando y colocando ladrillos. En el porche de atras, que da a un jardin con albaricoqueros, montan rapidamente el banquete, en el que participamos: el senhor, que se llama Gagik, su mujer, que se llama Granush, el hijo, que se llama Armen y es enorme y morenisimo y obeso y tiene 20 anhos, mas los dos obreros, que resultan ser vecinos, y nosotros dos. El que esta construyendo un horno de ladrillo tiene todos los dientes de oro, el pelo blanco, la cara enjuta y me encantaria hacerle un retrato, pero me corto. Dice que la diferencia entre los armenios y otras naciones es que, despues de beber, los de aqui vuelven al trabajo, algo de lo que dara ejemplo en cuanto termine el banquete: ahora entiendo por que en este pais todas las casas estan torcidas. En la mesa hay bandejas con dolma (en este caso, no con hojas de parra, sino con hojas de col, como en Polonia, rellenas de carne y arroz), berenjenas y tomates asados y rellenos, queso hecho por ellos, vino casero, vodka y que se yo que mas. De postre, sandia. Gagik tambien me pregunta (afirmando) si las mujeres armenias son guapas, mientras se asegura de que Monika y yo no estamos juntos e intenta sentar a Armen a su lado. Yo tengo que recostarme en la silla porque no puedo estar sentado, se me aprieta el estomago. Salimos de alli en estado solo apto para dormir la siesta. El conductor me temo que tambien, lleva los ojos vidriosos y entornados y, menos mal, se corta bastante a la hora de adelantar. Nos traen hasta Erevan, a pesar de que no les pilla de camino (y son como 40 km.) y nos despedimos abrazandonos. Nos hacen prometerles que les llamaremos cuando volvamos a Erevan, dentro de unos dias, quieren invitarnos a comer shashlyk (pinchitos) para inaugurar el nuevo horno de ladrillo. Gagik dice que a Armen le ha gustado Monika y que por que no tal y cual. Volvemos a abrazarnos y a besarnos todos, es muy gracioso porque nadie esta seguro de como aceptaran los otros esas muestras de carinho.
Volvemos a casa a por nuestros pasaportes, que necesitamos para comprar una tarjeta armenia de telefono (???) y los billetes de tren para la vuelta a Tbilisi, que de todos modos no podemos comprar porque la cajera de la estacion, con muy malos modos, nos cierra la ventanilla en las narices, despues de habernos pegado el viaje hasta alli, en balde. Al salir de la estacion nos topamos con el revisor del tren en el que vinimos, ese que tenia los dientes de oro (rasgo poco distintivo por estos lares) y nos queria drogar con el agua: nos saluda efusivamente y dice que en las fechas en las que queremos volver a Tbilisi, seguro que volvemos a coincidir. El resto de la tarde lo pasamos tomando algo, escribiendo postales en la terraza de una cafeteria y comprando algo de musiquilla hortera, una cantante rusa, Liubov Uspenskaya, que hemos escuchado en el coche de Gagik. Por la noche, mientras estamos en internet, se desata una fuerte tormenta, los relampagos se ven incluso en el ciber, aunque esta en un sotano y no tiene ventanas. Cuando salimos, esta todo mojado. Todavia no hemos digerido la comilona del mediodia, asi que nos acostamos sin cenar.
NOTA: Hoy, durante el viaje en coche, analizando los letreros de los establecimientos que habia por el camino, he llegado a la conclusion de que el alfabeto armenio, al menos en algunas tipografias, parece una obra de fontaneria, llena de tubos, junturas y herramientas...
Nos levantamos y cogemos el metro hasta el lugar de donde salen los autobuses. En el pasadizo subterraneo compramos unos pastelitos y agua, una de las vendedoras vivio un par de anhos en Polonia, pero no habla mucho polaco. Nuestro bus es amarillo, los asientos tienen mas manchas que un pantalon de camuflaje y el motor esta atragantado. Dos mecanicos se tiran veinte minutos para ponerlo en marcha, hasta que al final nos cambian de autobus a uno blanco y azul mucho mas limpio. Arrancamos a las nueve.
Por el camino se nos muestra el biblico monte Ararat. Tiene dos picos, uno de ellos cubierto de nieve. Es un volcan y esta desnudo. Los armenios lo reivindican como propio, para ellos esta cargado de significado, pero hoy en dia se encuentra al otro lado del alambre de espino que los arboles ocultan y que marca la frontera con la enemiga Turquia. Ahi esta, casi al alcance de la mano, casi...
El bus nos deja a un quilometro de nuestro objetivo: Khor Virap, un monasterio del siglo no se que, donde se cuenta que estuvo preso muchos anhos en una celda subterranea el que despues seria san Gregorio, fundador de la iglesia armenia, que sobrevivio gracias a que una mujer le traia comida y agua todos los dias. Desde el monasterio se divisa perfectamente el Ararat. Bueno, se divisaria perfectamente si una neblina no lo difuminara y unas nubes cabronas no ocultaran la cumbre que desde el camino se veia tan bien. Supongo que debe de ser mas bonito en otonho o invierno. Pero aun asi la vista es digna de admirar. Nada mas entrar nosotros, empiezan a llegar autobuses de turistas, asi que nos piramos prontito. No bien hemos emprendido el camino de vuelta hacia la carretera por la que circulan los autobuses y marshrutkas, se para a nuestro lado un destartalado coche amarillo. Unos tipos nos quieren llevar a Erevan... cobrandonos. Les agradecemos su amabilidad y pasamos de ellos. Enseguida nos pita un coche blanco en el mismo estado. Un senhor y una senhora de sonrisa dorada nos ofrecen acercarnos, no van hasta Erevan, pero nos dejaran cerquita. Por el camino, el senhor (cuyo nombre no recuerdo, es que los nombres armenios son todos nuevos para mi: una verguenza, porque el nos llama por nuestros nombres) nos va recitando la alineacion de los equipos de futbol de la liga espanhola, tambien se sabe los polacos de los anhos ochenta, dice que el jugaba muy bien al futbol y le llamaban Maradona, nos ensenha su carnet de conducir con una foto en la que aun tenia melena y, efectivamente, cierto parecido hay, no se si en el juego tambien, es posible, porque el dice que jugaba muy bien. Monika le contesta con los apellidos de unos cuantos boxeadores y ajedrecistas armenios, yo flipo, mientras la senhora intenta impedir que el ninho accione el cambio de marchas. El ninho es el nieto. El senhor tiene cincuenta y dos anhos, le brillan los ojitos cuando el nieto hace travesuras. Dos de sus hijos viven en Alemania. Cuando se entera de que Monika y yo no estamos casados y tampoco somos pareja, me dice que las mujeres armenias son muy guapas. Su mujer, alli presente, es la unica que ha tenido, dice dandole una palmadita en el hombro, pero quien sabe si algun dia no llegara alguna turista. Se rien los dos, nosotros tambien. Nos dejan en un pueblo desde donde podemos coger la marshrutka hasta Erevan.
La primera marshrutka va llena. Mientras, plantados en medio del asfalto que hace las veces de estacion, esperamos a que llegue otra, un BMW negro y vetusto se para a nuestro lado, y un senhor nos pregunta si vamos a Erevan. Su pinta nos recuerda un poco a la de los mafiosos de esta zona de Europa, asi que no nos fiamos mucho. Pero insiste, sonrie y alla vamos. Enseguida se aprende nuestros nombres, a diferencia de nosotros. Nos da a cada uno un melocoton, estan riquisimos, y eso que yo no soy muy frutivoro, el jugo se me escurre hasta los codos. Nos pregunta que hemos probado de la comida armenia, nos pregunta si hemos comido dolma, decimos que todavia no, el dice que su mujer ayer hizo dolma y que nos invita a su casa, le decimos que no, insiste, le decimos que si, da media vuelta y volvemos hacia el lugar de donde hemos venido. Promete llevarnos luego de vuelta a Erevan.
No me imagino, por ejemplo, a mi madre invitando a nadie a comer en esas condiciones, pero a ellos no les importa que la casa entera este en obras, que en el banho no haya lavabo, que por todas partes haya polvo y que dos hombres esten serrando y colocando ladrillos. En el porche de atras, que da a un jardin con albaricoqueros, montan rapidamente el banquete, en el que participamos: el senhor, que se llama Gagik, su mujer, que se llama Granush, el hijo, que se llama Armen y es enorme y morenisimo y obeso y tiene 20 anhos, mas los dos obreros, que resultan ser vecinos, y nosotros dos. El que esta construyendo un horno de ladrillo tiene todos los dientes de oro, el pelo blanco, la cara enjuta y me encantaria hacerle un retrato, pero me corto. Dice que la diferencia entre los armenios y otras naciones es que, despues de beber, los de aqui vuelven al trabajo, algo de lo que dara ejemplo en cuanto termine el banquete: ahora entiendo por que en este pais todas las casas estan torcidas. En la mesa hay bandejas con dolma (en este caso, no con hojas de parra, sino con hojas de col, como en Polonia, rellenas de carne y arroz), berenjenas y tomates asados y rellenos, queso hecho por ellos, vino casero, vodka y que se yo que mas. De postre, sandia. Gagik tambien me pregunta (afirmando) si las mujeres armenias son guapas, mientras se asegura de que Monika y yo no estamos juntos e intenta sentar a Armen a su lado. Yo tengo que recostarme en la silla porque no puedo estar sentado, se me aprieta el estomago. Salimos de alli en estado solo apto para dormir la siesta. El conductor me temo que tambien, lleva los ojos vidriosos y entornados y, menos mal, se corta bastante a la hora de adelantar. Nos traen hasta Erevan, a pesar de que no les pilla de camino (y son como 40 km.) y nos despedimos abrazandonos. Nos hacen prometerles que les llamaremos cuando volvamos a Erevan, dentro de unos dias, quieren invitarnos a comer shashlyk (pinchitos) para inaugurar el nuevo horno de ladrillo. Gagik dice que a Armen le ha gustado Monika y que por que no tal y cual. Volvemos a abrazarnos y a besarnos todos, es muy gracioso porque nadie esta seguro de como aceptaran los otros esas muestras de carinho.
Volvemos a casa a por nuestros pasaportes, que necesitamos para comprar una tarjeta armenia de telefono (???) y los billetes de tren para la vuelta a Tbilisi, que de todos modos no podemos comprar porque la cajera de la estacion, con muy malos modos, nos cierra la ventanilla en las narices, despues de habernos pegado el viaje hasta alli, en balde. Al salir de la estacion nos topamos con el revisor del tren en el que vinimos, ese que tenia los dientes de oro (rasgo poco distintivo por estos lares) y nos queria drogar con el agua: nos saluda efusivamente y dice que en las fechas en las que queremos volver a Tbilisi, seguro que volvemos a coincidir. El resto de la tarde lo pasamos tomando algo, escribiendo postales en la terraza de una cafeteria y comprando algo de musiquilla hortera, una cantante rusa, Liubov Uspenskaya, que hemos escuchado en el coche de Gagik. Por la noche, mientras estamos en internet, se desata una fuerte tormenta, los relampagos se ven incluso en el ciber, aunque esta en un sotano y no tiene ventanas. Cuando salimos, esta todo mojado. Todavia no hemos digerido la comilona del mediodia, asi que nos acostamos sin cenar.
NOTA: Hoy, durante el viaje en coche, analizando los letreros de los establecimientos que habia por el camino, he llegado a la conclusion de que el alfabeto armenio, al menos en algunas tipografias, parece una obra de fontaneria, llena de tubos, junturas y herramientas...
lunes, 20 de julio de 2009
Erevan
Contra todo pronostico, llegamos a la hora prevista, las 7 de la manhana, a Erevan (o Yerevan), capital de Armenia. Es una hora mas tarde que en Georgia. En la estacion esta todo cerrado, no hay donde preguntar los horarios de los trenes de vuelta ni donde cambiar dinero. Estamos un rato alli delante, pensando que hacer. Por suerte, tengo 600 drams (poco mas de un euro) que me dieron las camareras armenias del tren al comprar la cerveza. El metro cuesta 50, asi que nos sobra. Un poli que me llega por el hombro y tiene una gorra plana del tamanho de una paellera nos dice donde tenemos que bajar para ir a los albergues que indica la guia, ya que nadie me ha contestado de Couch Surfing. Ya en el anden, intentamos descifrar los signos armenios y, recurriendo a la logica (contando las letras y comparando las que se repiten), localizamos nuestra parada. Ahora que ya conociamos un tercio del alfabeto georgiano, tenemos que tratar con otro absolutamente diferente. Otro senhor nos dice que tenemos que bajarnos en una estacion diferente, no sabemos a quien hacerle caso, pero al final cogemos la segunda opcion y creo que hacemos bien. Aun asi, tenemos que andar casi media hora por avenidas vacias. ?A que hora empieza la vida en esta ciudad? Alguien nos dice que ayer fue un festivo muy importante y por eso hoy, lunes, todo empieza mas tarde. Tras ciertas peripecias encontramos uno de los sitios que vienen en la guia. Nos abre una senhora mayor a la que le apesta el aliento, con cara severa nos hace quitarnos los zapatos nada mas entrar y hablar en voz baja para no despertar a los polacos que duermen en otra habitacion, pero aun asi es bastante simpatica. Dice que en cuanto se vayan los polacos nos pasara a esa habitacion, que es mas fresca. Nos duchamos y nos vamos a dar un paseo.
Erevan, aunque seguro que aun guarda cosas que descubrir, a primera vista no es muy interesante: grandes avenidas, pesados edificios de herencia sovietica, imponentes solo por sus moles de lineas sencillas, algun que otro bloque deteriorado, una mezcla de simpaticos coches de esta zona del mundo con modernos bolidos, muy mal gusto en el vestir (con perdon)... Entre el calor y el cansancio no nos apetece mucho pasear, asi que cogemos un bus para ir a Etsmiadzin (o algo parecido), donde tiene su sede la iglesia armenia. En el bus nos sentamos en el ultimo asiento y todos los pasajeros (incluida una de las mujeres mas guapas que he visto en mucho tiempo, lastima del exceso de maquillaje, pero ese es el estilo de por aqui) no paran de mirar para atras, somos la atraccion del bus. A nuestro lado, dos viejitas con un tercio de los dientes de oro y otro tercio ausente, conversan con Monika en ruso. Un crio inusitadamente rubio para estos lares, con una lata de red bull en la mano, le cede el asiento a una senhora y se queda plantado en medio del pasillo, observandonos fijamente sin cortarse un pelo. Luego nos sonrie y empieza a hablarnos en ruso, habla un poquito mejor que yo, asi que nos entendemos bastante bien. Tiene nueve anhos y un nombre armenio que no logro aprenderme. Me trata de tu, no se si porque no conoce otra forma o porque le parece bien asi. Le hago sitio a mi lado, se sienta orgulloso, nos ensenha ingenuos trucos de magia y nos regala un caramelo a cada uno, sin admitir una negativa. Luego, cuando, al bajar del bus, entre despedidas y sonrisas a todo el mundo, me deje el caramelo en el asiento, me seguira para darmelo.
En Etsmiadzin hay unos jardines con rosas, una iglesia, un punhado de sacerdotes vestidos de negro y carretadas de turistas, en su mayoria armenios, creo. Las tias entran en la iglesia vestidas como si fueran a la discoteca, los tios como si vinieran de la playa. Encienden velas y hacen fotos. No me corto en hacer fotos yo tambien.
El bus de vuelta va medio vacio, no se si la gente nos mira o no, porque estoy tan hecho polvo que voy dando cabezadas todo el viaje. Ya en Erevan comemos un kebab (si, aqui tambien los hay, y no son como los nuestros, sino como los turcos) acompanhado de ayran. Seguimos hechos polvo, asi que vamos a sentarnos a una cafeteria y nos damos un capricho: un cafe con helado y brandy (aqui se produce un brandy muy apreciado). Pasamos por informacion turistica para pillar mapas, una chica habla muy bien ingles, pero en cuanto se entera de que soy espanhol, me trae a otra, que quiere practicar su espanhol, no habla mal. Despues vamos a por nuestra racion de internet, que es de lo poco productivo que podemos hacer en el estado en que estamos.
Al volver a casa, la senhora me echa la bronca por apoyarme en la pared para quitarme los zapatos, porque se mancha. Me permite lavar la ropa en una palangana, siempre y cuando la retuerza y la escurra bien, no le vaya a gotear el suelo del tendedero. Duermo como una piedra.
Erevan, aunque seguro que aun guarda cosas que descubrir, a primera vista no es muy interesante: grandes avenidas, pesados edificios de herencia sovietica, imponentes solo por sus moles de lineas sencillas, algun que otro bloque deteriorado, una mezcla de simpaticos coches de esta zona del mundo con modernos bolidos, muy mal gusto en el vestir (con perdon)... Entre el calor y el cansancio no nos apetece mucho pasear, asi que cogemos un bus para ir a Etsmiadzin (o algo parecido), donde tiene su sede la iglesia armenia. En el bus nos sentamos en el ultimo asiento y todos los pasajeros (incluida una de las mujeres mas guapas que he visto en mucho tiempo, lastima del exceso de maquillaje, pero ese es el estilo de por aqui) no paran de mirar para atras, somos la atraccion del bus. A nuestro lado, dos viejitas con un tercio de los dientes de oro y otro tercio ausente, conversan con Monika en ruso. Un crio inusitadamente rubio para estos lares, con una lata de red bull en la mano, le cede el asiento a una senhora y se queda plantado en medio del pasillo, observandonos fijamente sin cortarse un pelo. Luego nos sonrie y empieza a hablarnos en ruso, habla un poquito mejor que yo, asi que nos entendemos bastante bien. Tiene nueve anhos y un nombre armenio que no logro aprenderme. Me trata de tu, no se si porque no conoce otra forma o porque le parece bien asi. Le hago sitio a mi lado, se sienta orgulloso, nos ensenha ingenuos trucos de magia y nos regala un caramelo a cada uno, sin admitir una negativa. Luego, cuando, al bajar del bus, entre despedidas y sonrisas a todo el mundo, me deje el caramelo en el asiento, me seguira para darmelo.
En Etsmiadzin hay unos jardines con rosas, una iglesia, un punhado de sacerdotes vestidos de negro y carretadas de turistas, en su mayoria armenios, creo. Las tias entran en la iglesia vestidas como si fueran a la discoteca, los tios como si vinieran de la playa. Encienden velas y hacen fotos. No me corto en hacer fotos yo tambien.
El bus de vuelta va medio vacio, no se si la gente nos mira o no, porque estoy tan hecho polvo que voy dando cabezadas todo el viaje. Ya en Erevan comemos un kebab (si, aqui tambien los hay, y no son como los nuestros, sino como los turcos) acompanhado de ayran. Seguimos hechos polvo, asi que vamos a sentarnos a una cafeteria y nos damos un capricho: un cafe con helado y brandy (aqui se produce un brandy muy apreciado). Pasamos por informacion turistica para pillar mapas, una chica habla muy bien ingles, pero en cuanto se entera de que soy espanhol, me trae a otra, que quiere practicar su espanhol, no habla mal. Despues vamos a por nuestra racion de internet, que es de lo poco productivo que podemos hacer en el estado en que estamos.
Al volver a casa, la senhora me echa la bronca por apoyarme en la pared para quitarme los zapatos, porque se mancha. Me permite lavar la ropa en una palangana, siempre y cuando la retuerza y la escurra bien, no le vaya a gotear el suelo del tendedero. Duermo como una piedra.
domingo, 19 de julio de 2009
Conversacion con K.
En su cuartucho de la estacion, K. comparte con nosotros su comida. Dice que comamos mas, que hay que alimentarse. Enciende un cigarro, dice que es adicta, no consigue dejar de fumar, y mira que lo ha intentado. Empezo cuando tenia 24 anhos y murio su madre. Murio en sus brazos. Karina tenia entonces una hermana de 17 anhos y una hija de cinco meses. Lo paso muy mal, tuvo tres "crisis nerviosas", asi dijo. Tuvo que hacer de madre y de hermana mayor, no se por que no menciona a su marido ni a su padre. Empezo a beber, era lo unico que la tranquilizaba. Una vez su marido volvio a casa y se la encontro borracha. ?Quien ha estado aqui?, le pregunto. Nadie. Entonces, ?como es que te has bebido la botella entera? El marido le dijo que un cigarrillo hacia el mismo efecto que dos chupitos de vodka. Dejo de beber, empezo a fumar. Y no consigue dejarlo, por mucho que lo intente. El momento de fumar es su unico tiempo libre. Para otras cosas no tiene tiempo, hay que trabajar. Le gustaria hacer deporte, quiere adelgazar, pero no hay tiempo para eso.
Hay que trabajar, no es facil llegar a fin de mes. Porque el presidente se apropia de todo el dinero que llega a Georgia con la ayuda internacional. Eso dice. Hubo una epoca en la que vivian con apenas un dolar al mes, pero eran otros tiempos. Las condiciones eran pesimas. Los cortes de gas, luz y agua eran constantes. Para poderse lavar con agua caliente ("porque lavarse con agua fria no es lavarse, es solo esparcir la mugre") tenian que calentar ollas en braseros de carbon. En una de esas ocasiones en que no habia ni luz, ni gas, en pleno invierno, su padre se mosqueo por no poderse hacer ni un te, asi que fue a comprar un brasero, empezaron a acudir todos los vecinos y todos estaban contentos de poder tomarse por fin un te caliente.
Una amiga suya la invito una vez a Moscu. Le compro los billetes. En su casa pudo banharse en agua caliente, estuvo metida en la banhera hasta que el corazon empezo a fallarle. Porque no esta bien del corazon. Su amiga le dijo que no exagerara, que al dia siguiente podia volver a meterse en la banhera. Y a las nueve de la noche se quedaba mirando atenta la bombilla. Y su amiga: no te preocupes, que no se va a apagar. Porque en el Caucaso, a las nueve de la noche se acababa la electricidad hasta el dia siguiente.
A K. le encanta cocinar, por eso nos invita a su casa a comer dolma en cuanto volvamos de Armenia. Dice que le traigamos un buen tarro de hojas de vid, que en Armenia son mejores. Tiene una cocina muy pequenha, tanto, que cuando se pone a cocinar manda al marido a casa de su madre (la de el). Suenha con tener una cocina enorme donde todo este ordenado y accesible, al alcance de la mano. Que le traigan los ingredientes y ella se encargara de cocinar.
Creo que lo que mas me gusta de los georgianos es que, cuando hablan, lo hacen siempre sobre si mismos, nada de comentar el tiempo. Por eso es facil cogerles carinho. Porque no les da miedo hablar de sentimientos, ni siquiera cuando estos no son positivos. Podriamos aprender mucho de ellos...
Hay que trabajar, no es facil llegar a fin de mes. Porque el presidente se apropia de todo el dinero que llega a Georgia con la ayuda internacional. Eso dice. Hubo una epoca en la que vivian con apenas un dolar al mes, pero eran otros tiempos. Las condiciones eran pesimas. Los cortes de gas, luz y agua eran constantes. Para poderse lavar con agua caliente ("porque lavarse con agua fria no es lavarse, es solo esparcir la mugre") tenian que calentar ollas en braseros de carbon. En una de esas ocasiones en que no habia ni luz, ni gas, en pleno invierno, su padre se mosqueo por no poderse hacer ni un te, asi que fue a comprar un brasero, empezaron a acudir todos los vecinos y todos estaban contentos de poder tomarse por fin un te caliente.
Una amiga suya la invito una vez a Moscu. Le compro los billetes. En su casa pudo banharse en agua caliente, estuvo metida en la banhera hasta que el corazon empezo a fallarle. Porque no esta bien del corazon. Su amiga le dijo que no exagerara, que al dia siguiente podia volver a meterse en la banhera. Y a las nueve de la noche se quedaba mirando atenta la bombilla. Y su amiga: no te preocupes, que no se va a apagar. Porque en el Caucaso, a las nueve de la noche se acababa la electricidad hasta el dia siguiente.
A K. le encanta cocinar, por eso nos invita a su casa a comer dolma en cuanto volvamos de Armenia. Dice que le traigamos un buen tarro de hojas de vid, que en Armenia son mejores. Tiene una cocina muy pequenha, tanto, que cuando se pone a cocinar manda al marido a casa de su madre (la de el). Suenha con tener una cocina enorme donde todo este ordenado y accesible, al alcance de la mano. Que le traigan los ingredientes y ella se encargara de cocinar.
Creo que lo que mas me gusta de los georgianos es que, cuando hablan, lo hacen siempre sobre si mismos, nada de comentar el tiempo. Por eso es facil cogerles carinho. Porque no les da miedo hablar de sentimientos, ni siquiera cuando estos no son positivos. Podriamos aprender mucho de ellos...
Tbilisi y viaje a Erevan
Al igual que la otra vez en casa de Irakli, dormimos fatal a causa del calor, del ruido de la calle y, yo, de los bichos que me pican, creo que aranhas a juzgar por el tipo de picadura. No es de extranhar, dado que la casa en estos momentos esta abandonada. Tras una ducha helada, salimos de casa ya a las 8 y poco. Estamos ya hartos de desayunar khachapuri, asi que, de momento, nos contentamos con comprarnos sendos yogures en el super. Luego vamos a dar un paseo por la zona de la calle Marjanishvili, pues quiero aprovechar la luz de la manhana para hacer fotos. En el mismo patio que la otra vez, nos encontramos a Zaira, la viejecita del primer dia, que, como en aquella ocasion, nos besa pegajosamente y nos bendice. Tambien saludamos a la frutera a la que le hice una foto la primera noche que pasamos en Tbilisi. Luego vamos a tomar un cafe. Monika no se encuentra bien y se retira a descansar, mientras yo sigo foteando un rato. Como no llevo reloj, casi se me pasa la hora y tengo que volver a toda leche a Rustaveli.
Dejamos parte del equipaje en casa de Irakli para ir mas ligeros a Armenia, y tiramos en metro hacia la estacion de Samgori. Vamos con tiempo de sobra para entrar en la barraca donde venden los billetes y saludar a Karina. Queremos sacarla a comer con nosotros, pero no puede salir y, en lugar de eso, nos invita a comer alli, en su oficina, rodeados de anticuados aparatos sovieticos que a saber que controlan. Pan recien hecho, tomates (georgianos, porque los que ahora importan de Turquia no estan tan buenos) y badrijani, unas riquisimas berenjenas que ella misma ha preparado en casa. Los tomates con matsoni (cuajada, para simplificar) estan espectaculares. Para terminar, cafe al estilo turco, es decir, con una densa capa de posos. Conversamos un monton, espero que luego me de tiempo a hacer un resumen de la conversacion, que tendre que completar con la ayuda de Monika, ya que yo solo entendi la mitad. Dejamos un momento las mochilas alli, incluida la de la camara, de la que no me separo nunca, y vamos a comprar comida y agua para el viaje. En el bazar, una senhora esta encantada con nuestros chapurreos en georgiano y, al precio de un cuarto de queso, que era lo que queriamos comprar, nos da medio. "El resto os lo regalo. Y eso que a los turistas les suelo cobrar mas." Despues Karina nos acompanha hasta el anden, espera con nosotros hasta que, con un poquito de retraso, llega el tren, se asegura de que subimos y nos encomienda al revisor. No tenemos tiempo ni de despedirnos de ella, pero nos ha invitado a comer en su casa cuando volvamos: va a hacer dolma (hojas de parra rellenas de carne), que me encantan.
El tren es igual que los de tercera clase en la India, pero sin ventiladores, y no porque no hagan falta. En el vagon hay compartimentos, pero no estan cerrados, se accede a ellos desde el pasillo. Un hombre sin camiseta cuida a dos ninhos en calzoncillos, todos sudan, la luz les hace relucir los ojos y lamento no ser mas atrevido para sacarles una foto. Nada mas subir, el revisor nos lleva a "un sitio mejor", es decir, un "compartimento" exactamente igual, pero donde las literas de abajo estan libres. Nosotros habiamos comprado expresamente las de arriba para poder ir tumbados sin que nadie nos diera la lata, pero es cierto que las literas de abajo son mejores, porque debajo tienen un compartimento donde meter el equipaje, de modo que nadie te puede robar mientras duermes, a no ser que te levante primero. En nuestro compartimento va solo un hombre moreno, calvo y con una barba de tres dias que ni siquiera la mia de varios meses podria igualar en espesor y negritud. Luego nos ensenha el pasaporte y resulta que es dos anhos mas joven que nosotros. Dice que es armenio, pero su pasaporte es georgiano. No entiende que no lo entendamos. Se llama Rudolph, pero prefiere "Rudziek", o algo por el estilo.
Aun no nos hemos instalado y el segurata del tren, un treintaanhero grandullon, barrigudo, peliblanco y bonachon con una camisa granate, se sienta con nosotros a darnos chachara, toca la guitarra y quiere que le mande una desde Espanha, porque en Georgia no se pueden comprar buenos instrumentos. Dice que ha oido que los vascos son muy parecidos a los georgianos, y que es posible que esten historicamente emparentados, porque antiguamente uno de los reinos que forman la Georgia actual se llamaba Iberia. A los diez o quince minutos nos da su e-mail y se despide. Me lo encuentro enseguida en el bar del tren, donde intento chapurrear el ruso para entenderme con las camareras armenias, el segurata georgiano y otro armenio igual de oscuro que nuestro companhero de compartimento. El segurata me invita a una cerveza armenia (horrible, por cierto), pero no bebe conmigo porque esta de servicio. Sobre la mesa hay ya una botella vacia, no se si es suya o no, quizas es que ya ha sobrepasado el limite razonable por hoy y no quiere mas.
Vuelvo a nuestro compartimento y enseguida paramos en la frontera. El segurata resulta no ser tal, sino el aduanero georgiano. Pasa comprobando los equipajes. Nos dice: "a vosotros no os pregunto que llevais, ya tengo suficiente informacion". Y me presta su boli, un boli que le regalo su hermano y que en la parte de atras tiene un sello con su apellido y que esta fabricado en la India y que no se puede cerrar, para tomar nota de todo esto. En la parte georgiana de la frontera estamos parados como hora y media, y eso que el tren va medio vacio. Bajo a comprar algo en una tienda (momento que nuestro aduanero aprovecha para flirtear con Monika, pues, como ya ha indagado previamente, ya sabe que no somos pareja): dos bolis, agua Borjomi y cerveza Kasris, ya que ni la cerveza ni el agua mineral armenias son tan buenas como las georgianas. En la tienda me preguntan "de donde". A la salida veo a un grupo de hombres sentados en un banco, bebiendo cerveza Kasris, se ve que la echaran de menos en Armenia. Entre ellos esta el revisor, que sonrie ensenhandome sus dientes de oro y me ofrece un trago, que declino educadamente. Otro hombre me ofrece cacahuetes.
En la parte Armenia de la frontera nos tienen mas de una hora. Tampoco nos miran el equipaje, pero nos hacen bajar, dejandolo todo (incluida la mochila de mi camara y mis objetivos y el queso a medio cortar encima de la mesa), a comprar los visados, por los que un tipo borde con muchas estrellas en las hombreras nos clava cuarenta y cinco dolares por cabeza, cuando en la Embajada armenia en Polonia me habian dicho que seria mucho menos, gracias a Zeus que ibamos preparados con dolares suficientes. Luego nos hacen pasar a otra habitacion, donde una tipa con bata de enfermera nos pone un sello y un militaroide otro, mientras un monton de uniformados mas se entretienen preguntandonos de todo, si estamos casados, a que nos dedicamos, por que yo vivo en Polonia y no hablo ruso, pero si digo algunas palabras... y solo muestran cierto interes cuando Monika les dice que soy profesor (supongo que no les cuadra con mi pinta) y cuando oyen mi nombre, del que se rien sin mucha discrecion (en ruso "alfons" significa lo mismo que en polaco... algunos cuando lo oyen me preguntan si es mi profesion...).
Cuando volvemos al tren ya es de noche, parece que nuestras pertenencias estan todas. Continuamos preparando la cena a la luz de la linterna: pan, queso y tomate. Y una cerveza mas, armenia a falta de otra cosa. Nos tiramos a dormir, al rato viene uno de los revisores con una botella de agua fria que ha sacado de no se que fuente, y un vaso, del que bebemos Monika, yo, nuestro companhero de compartimento, los ninhos del de al lado, y quien sabe cuantas personas habrian bebido antes. El armenio georgiano o georgiano armenio duerme en la litera de encima de la mia. Bueno, no duerme, cada tantos segundos asoma la cabeza para controlarnos. Nos pide que le leamos un sms que acaba de recibir en ingles, pero aquello no es ingles, para mi es una sucesion de conexiones imposibles de letras, bien podria ser armenio o georgiano transcrito al alfabeto latino, pero si es asi, entonces nuestro georgiano armenio o armenio georgiano no conoce este alfabeto. Cuando ya estoy intentando dormir, se me ocurre que a lo mejor Rudolph esta tan pendiente de nosotros porque el revisor ha puesto drogas en el agua (que, pensandolo bien, sabia un poquito rara) y esta esperando a que nos quedemos groguis. Ademas, que el mismo, en una de las paradas anteriores, habia bajado a rellenar una botella en no se donde y nos la habia ofrecido, pero el no la habia tocado. Hm, sospechoso. Se lo comento a Monika (pero por debajo de la mesa y en espanhol, para que no nos entiendan), sigo la broma hasta que nos ponemos un poquito paranoicos, pero estamos tan cansados que aun asi nos dormimos. Y eso que fuera se ha desatado una tormenta llena de relampagos plateados como flashes antiguos, que durara durante la mayor parte del camino. La ventana no se puede cerrar, y a Monika le cae el agua en la cara. Yo consigo dormir relativamente bien, aunque no para de pasar gente rozandome los pies, que sobresalen de la litera, y de vez en cuando alguien habla a gritos en el vagon. Primero, igual que Rudolph y otros, duermo sin camiseta, porque hace un calor agobiante. Ya de madrugada, tendre que abrigarme.
Dejamos parte del equipaje en casa de Irakli para ir mas ligeros a Armenia, y tiramos en metro hacia la estacion de Samgori. Vamos con tiempo de sobra para entrar en la barraca donde venden los billetes y saludar a Karina. Queremos sacarla a comer con nosotros, pero no puede salir y, en lugar de eso, nos invita a comer alli, en su oficina, rodeados de anticuados aparatos sovieticos que a saber que controlan. Pan recien hecho, tomates (georgianos, porque los que ahora importan de Turquia no estan tan buenos) y badrijani, unas riquisimas berenjenas que ella misma ha preparado en casa. Los tomates con matsoni (cuajada, para simplificar) estan espectaculares. Para terminar, cafe al estilo turco, es decir, con una densa capa de posos. Conversamos un monton, espero que luego me de tiempo a hacer un resumen de la conversacion, que tendre que completar con la ayuda de Monika, ya que yo solo entendi la mitad. Dejamos un momento las mochilas alli, incluida la de la camara, de la que no me separo nunca, y vamos a comprar comida y agua para el viaje. En el bazar, una senhora esta encantada con nuestros chapurreos en georgiano y, al precio de un cuarto de queso, que era lo que queriamos comprar, nos da medio. "El resto os lo regalo. Y eso que a los turistas les suelo cobrar mas." Despues Karina nos acompanha hasta el anden, espera con nosotros hasta que, con un poquito de retraso, llega el tren, se asegura de que subimos y nos encomienda al revisor. No tenemos tiempo ni de despedirnos de ella, pero nos ha invitado a comer en su casa cuando volvamos: va a hacer dolma (hojas de parra rellenas de carne), que me encantan.
El tren es igual que los de tercera clase en la India, pero sin ventiladores, y no porque no hagan falta. En el vagon hay compartimentos, pero no estan cerrados, se accede a ellos desde el pasillo. Un hombre sin camiseta cuida a dos ninhos en calzoncillos, todos sudan, la luz les hace relucir los ojos y lamento no ser mas atrevido para sacarles una foto. Nada mas subir, el revisor nos lleva a "un sitio mejor", es decir, un "compartimento" exactamente igual, pero donde las literas de abajo estan libres. Nosotros habiamos comprado expresamente las de arriba para poder ir tumbados sin que nadie nos diera la lata, pero es cierto que las literas de abajo son mejores, porque debajo tienen un compartimento donde meter el equipaje, de modo que nadie te puede robar mientras duermes, a no ser que te levante primero. En nuestro compartimento va solo un hombre moreno, calvo y con una barba de tres dias que ni siquiera la mia de varios meses podria igualar en espesor y negritud. Luego nos ensenha el pasaporte y resulta que es dos anhos mas joven que nosotros. Dice que es armenio, pero su pasaporte es georgiano. No entiende que no lo entendamos. Se llama Rudolph, pero prefiere "Rudziek", o algo por el estilo.
Aun no nos hemos instalado y el segurata del tren, un treintaanhero grandullon, barrigudo, peliblanco y bonachon con una camisa granate, se sienta con nosotros a darnos chachara, toca la guitarra y quiere que le mande una desde Espanha, porque en Georgia no se pueden comprar buenos instrumentos. Dice que ha oido que los vascos son muy parecidos a los georgianos, y que es posible que esten historicamente emparentados, porque antiguamente uno de los reinos que forman la Georgia actual se llamaba Iberia. A los diez o quince minutos nos da su e-mail y se despide. Me lo encuentro enseguida en el bar del tren, donde intento chapurrear el ruso para entenderme con las camareras armenias, el segurata georgiano y otro armenio igual de oscuro que nuestro companhero de compartimento. El segurata me invita a una cerveza armenia (horrible, por cierto), pero no bebe conmigo porque esta de servicio. Sobre la mesa hay ya una botella vacia, no se si es suya o no, quizas es que ya ha sobrepasado el limite razonable por hoy y no quiere mas.
Vuelvo a nuestro compartimento y enseguida paramos en la frontera. El segurata resulta no ser tal, sino el aduanero georgiano. Pasa comprobando los equipajes. Nos dice: "a vosotros no os pregunto que llevais, ya tengo suficiente informacion". Y me presta su boli, un boli que le regalo su hermano y que en la parte de atras tiene un sello con su apellido y que esta fabricado en la India y que no se puede cerrar, para tomar nota de todo esto. En la parte georgiana de la frontera estamos parados como hora y media, y eso que el tren va medio vacio. Bajo a comprar algo en una tienda (momento que nuestro aduanero aprovecha para flirtear con Monika, pues, como ya ha indagado previamente, ya sabe que no somos pareja): dos bolis, agua Borjomi y cerveza Kasris, ya que ni la cerveza ni el agua mineral armenias son tan buenas como las georgianas. En la tienda me preguntan "de donde". A la salida veo a un grupo de hombres sentados en un banco, bebiendo cerveza Kasris, se ve que la echaran de menos en Armenia. Entre ellos esta el revisor, que sonrie ensenhandome sus dientes de oro y me ofrece un trago, que declino educadamente. Otro hombre me ofrece cacahuetes.
En la parte Armenia de la frontera nos tienen mas de una hora. Tampoco nos miran el equipaje, pero nos hacen bajar, dejandolo todo (incluida la mochila de mi camara y mis objetivos y el queso a medio cortar encima de la mesa), a comprar los visados, por los que un tipo borde con muchas estrellas en las hombreras nos clava cuarenta y cinco dolares por cabeza, cuando en la Embajada armenia en Polonia me habian dicho que seria mucho menos, gracias a Zeus que ibamos preparados con dolares suficientes. Luego nos hacen pasar a otra habitacion, donde una tipa con bata de enfermera nos pone un sello y un militaroide otro, mientras un monton de uniformados mas se entretienen preguntandonos de todo, si estamos casados, a que nos dedicamos, por que yo vivo en Polonia y no hablo ruso, pero si digo algunas palabras... y solo muestran cierto interes cuando Monika les dice que soy profesor (supongo que no les cuadra con mi pinta) y cuando oyen mi nombre, del que se rien sin mucha discrecion (en ruso "alfons" significa lo mismo que en polaco... algunos cuando lo oyen me preguntan si es mi profesion...).
Cuando volvemos al tren ya es de noche, parece que nuestras pertenencias estan todas. Continuamos preparando la cena a la luz de la linterna: pan, queso y tomate. Y una cerveza mas, armenia a falta de otra cosa. Nos tiramos a dormir, al rato viene uno de los revisores con una botella de agua fria que ha sacado de no se que fuente, y un vaso, del que bebemos Monika, yo, nuestro companhero de compartimento, los ninhos del de al lado, y quien sabe cuantas personas habrian bebido antes. El armenio georgiano o georgiano armenio duerme en la litera de encima de la mia. Bueno, no duerme, cada tantos segundos asoma la cabeza para controlarnos. Nos pide que le leamos un sms que acaba de recibir en ingles, pero aquello no es ingles, para mi es una sucesion de conexiones imposibles de letras, bien podria ser armenio o georgiano transcrito al alfabeto latino, pero si es asi, entonces nuestro georgiano armenio o armenio georgiano no conoce este alfabeto. Cuando ya estoy intentando dormir, se me ocurre que a lo mejor Rudolph esta tan pendiente de nosotros porque el revisor ha puesto drogas en el agua (que, pensandolo bien, sabia un poquito rara) y esta esperando a que nos quedemos groguis. Ademas, que el mismo, en una de las paradas anteriores, habia bajado a rellenar una botella en no se donde y nos la habia ofrecido, pero el no la habia tocado. Hm, sospechoso. Se lo comento a Monika (pero por debajo de la mesa y en espanhol, para que no nos entiendan), sigo la broma hasta que nos ponemos un poquito paranoicos, pero estamos tan cansados que aun asi nos dormimos. Y eso que fuera se ha desatado una tormenta llena de relampagos plateados como flashes antiguos, que durara durante la mayor parte del camino. La ventana no se puede cerrar, y a Monika le cae el agua en la cara. Yo consigo dormir relativamente bien, aunque no para de pasar gente rozandome los pies, que sobresalen de la litera, y de vez en cuando alguien habla a gritos en el vagon. Primero, igual que Rudolph y otros, duermo sin camiseta, porque hace un calor agobiante. Ya de madrugada, tendre que abrigarme.
sábado, 18 de julio de 2009
Svaneti - Tbilisi
Diana a las 5:15. Hemos dormido poco y fatal. La marshrutka va a venir a las 6. A las 5:45 se levanta Nino y llama al conductor, que dice que al final viene a las 7. Pues menos mal que Nino ha llamado, porque si no estariamos alli abajo esperando sin saber que pasa. Nino nos hace un te, pero no queremos desayunar despues de la escena de la noche pasada. Sin embargo, ella es muy amable con nosotros y nos da conversacion. Ay, lo que me habria gustado tomarme un vaso de matsoni, una especie de cuajada liquida que Nino hace de maravilla...
A las 7 en punto viene el microbus. Esta vacio. Cogemos los mejores asientos. Vamos hasta la plaza del pueblo, esperamos alli como veinte minutos papando frio y volvemos exactamente al mismo lugar donde nos han recogido. Alli sube una pareja, un polaco y una ucraniana. Volvemos a la plaza, donde permanecemos parados una hora y pico. A pesar de haberme puesto esta vez las perneras del pantalon, a diferencia del viaje de ida, tirito de frio. Cerca de las nueve, por fin arrancamos, tres horas despues de lo previsto, despues de una espera absurda. ?Por que quedo el tipo con nosotros a las seis? Arrancamos, pero despacito. Vamos parando cada dos por tres, suben unos, bajan otros, paramos a saludar, paramos a hablar con alguien, parece como si el conductor estuviera preguntando el camino, pero eso es imposible, suben unos obreros con una bolsa de la que sobresale una sierra, parecen haber desayunado con "chacha", el aguardiente local, bajan un poco mas adelante, nos metemos en otra aldehuela, del microbus bajan varias personas, suben varias mujeres de diversas edades, todas vestidas de negro, mas adelante volvemos a parar y suben unas personas que habian bajado poco antes en otro lugar, no lo entiendo muy bien, pero da igual.
No os voy a aburrir con el relato de otro viaje eterno en marshrutka. A las siete de la tarde, doce horas despues de salir de casa, llegamos a Tbilisi. Metro al centro, breve encuentro con Irakli para coger las llaves, y vamos a cenar khinkali "tbilisuri", es decir, con cilantro, como nos gustan. Y cerveza. En el restaurante nos encontramos a uno de los vejetes que conocimos en la calle el ultimo dia que estuvimos en Tbilisi: ya esta un poco borracho cuando entramos (y lo estara mas cuando salgamos), se levanta, se pone en posicion de firmes y nos saluda, a Monika en polaco y a mi en espanhol. Luego vamos a comprar pilas para la linterna y cervezas, que nos bebemos en el ciber, mientras consumimos nuestra racion de internet. Pasan ya de las once y va siendo hora de irse a dormir. Al entrar en el portal, iluminandonos con la linterna, de esas que se ponen en la cabeza como los mineros, esta vez no nos topamos con nadie. Hoy tendremos que dormir con la puerta abierta, porque manhana Irakli no puede venir a abrirnos. Nos tranquiliza ver que los vecinos tambien tienen la puerta entornada, supongo que por el calor. De todos modos, trazamos por si acaso un plan de defensa: Monika se encargara de la luz y el sonido, es decir, de deslumbrar al teorico intruso con la linterna y dar berridos por la ventana abierta, mientras yo lo neutralizo con patadas de capoeira y, si hace falta, echando mano del cuchillo que dejo abierto al lado de la cama y al que, por cierto, le falta la pieza que lo bloquea.
A las 7 en punto viene el microbus. Esta vacio. Cogemos los mejores asientos. Vamos hasta la plaza del pueblo, esperamos alli como veinte minutos papando frio y volvemos exactamente al mismo lugar donde nos han recogido. Alli sube una pareja, un polaco y una ucraniana. Volvemos a la plaza, donde permanecemos parados una hora y pico. A pesar de haberme puesto esta vez las perneras del pantalon, a diferencia del viaje de ida, tirito de frio. Cerca de las nueve, por fin arrancamos, tres horas despues de lo previsto, despues de una espera absurda. ?Por que quedo el tipo con nosotros a las seis? Arrancamos, pero despacito. Vamos parando cada dos por tres, suben unos, bajan otros, paramos a saludar, paramos a hablar con alguien, parece como si el conductor estuviera preguntando el camino, pero eso es imposible, suben unos obreros con una bolsa de la que sobresale una sierra, parecen haber desayunado con "chacha", el aguardiente local, bajan un poco mas adelante, nos metemos en otra aldehuela, del microbus bajan varias personas, suben varias mujeres de diversas edades, todas vestidas de negro, mas adelante volvemos a parar y suben unas personas que habian bajado poco antes en otro lugar, no lo entiendo muy bien, pero da igual.
No os voy a aburrir con el relato de otro viaje eterno en marshrutka. A las siete de la tarde, doce horas despues de salir de casa, llegamos a Tbilisi. Metro al centro, breve encuentro con Irakli para coger las llaves, y vamos a cenar khinkali "tbilisuri", es decir, con cilantro, como nos gustan. Y cerveza. En el restaurante nos encontramos a uno de los vejetes que conocimos en la calle el ultimo dia que estuvimos en Tbilisi: ya esta un poco borracho cuando entramos (y lo estara mas cuando salgamos), se levanta, se pone en posicion de firmes y nos saluda, a Monika en polaco y a mi en espanhol. Luego vamos a comprar pilas para la linterna y cervezas, que nos bebemos en el ciber, mientras consumimos nuestra racion de internet. Pasan ya de las once y va siendo hora de irse a dormir. Al entrar en el portal, iluminandonos con la linterna, de esas que se ponen en la cabeza como los mineros, esta vez no nos topamos con nadie. Hoy tendremos que dormir con la puerta abierta, porque manhana Irakli no puede venir a abrirnos. Nos tranquiliza ver que los vecinos tambien tienen la puerta entornada, supongo que por el calor. De todos modos, trazamos por si acaso un plan de defensa: Monika se encargara de la luz y el sonido, es decir, de deslumbrar al teorico intruso con la linterna y dar berridos por la ventana abierta, mientras yo lo neutralizo con patadas de capoeira y, si hace falta, echando mano del cuchillo que dejo abierto al lado de la cama y al que, por cierto, le falta la pieza que lo bloquea.
viernes, 17 de julio de 2009
Svaneti (II)
Cuando nos despertamos son ya las 10. Hemos dormido casi 11 horas. Yo, como una piedra. El desayuno ya esta listo, probablemente desde hace horas. Sobre las montanhas hay bastantes nubes. Salimos en pantalon corto, pero con sudaderas e impermeables en la mochila. Y con las provisiones que nos ha dado Nino para el camino: tomate, pepino, huevos duros, queso (casero) y khachapuri. Nuestra intencion es subir hasta la cruz plantada en uno de los picos que dominan Mestia, a unos 2400 metros de altitud. Nino nos pregunta si llevamos el movil, apunta nuestro numero y nos da el suyo, por si acaso.
Entramos en una tienda a comprar agua. Detras de nosotros entra un policia con varias estrellas en las hombreras, el pelo cortado al cepillo y una cara muy seria. Me tiende la mano y me pregunta de donde somos: ella de Polonia y yo de Espanha. Que si hablamos ruso: yo muy poco, ella si. Que adonde vamos: queremos subir hasta la cruz. Pone una cara todavia mas seria y se queda callado. Le pregunto si pasa algo. Me pregunta si sabemos el numero de la policia. ?Es que es peligroso? No, pero el numero es 022. No debemos de tener mucha pinta de alpinistas profesionales. Y supongo que son pocos los que empiezan la subida a las 12 del mediodia.
Tato nos acompanha hasta donde empieza la pista. Por el camino nos encontramos con un chaval moreno, un georgiano que yo habia visto el dia anterior en el restaurantucho donde hicimos un alto a mediodia. Pero enseguida nos separamos, el va mas rapido que nosotros, la primera subida es demasiado dura como para irnos adaptando al ritmo de los otros. Por suerte la pendiente disminuye un poco. Poco mas arriba nos encontramos otra vez al georgiano, que se llama Devi y es pianista y va todavia menos preparado que nosotros, apenas con unos tenis blancos y un zurron, el agua la bebe de los arroyos. Nos cuenta que hace anhos la zona era peligrosa, porque habia bandas de salteadores que robaban a los caminantes, pero que Saakashvili acabo con ellos. Le decimos que no nos espere, porque nosotros vamos a nuestro ritmo, yo me paro de vez en cuando a hacer fotos. Las vistas lo merecen. Todavia volveremos a separarnos y a encontrarnos un par de veces. Vamos disfrutando del paisaje alpino, las altas montanhas nevadas al fondo, los valles y los prados verdes, solo falta la vaca de Milka, aunque hay otras, mas bien de color marron.
Por el camino, algun que otro tropezon, flores para mi exoticas, mariposas de colores chillones, muchas vacas sueltas (en dos acepciones de la palabra), mas sol del que prometia y, como no, espectaculares vistas: los campos floridos contrastando con el cielo azul y las nubes blancas; el pueblo pequenhito alli abajo, en el valle, con sus torres de piedra construidas para que los habitantes se refugiaran durante las invasiones; y las montanhas que nos rodean, algunas verdes, otras pedregosas, con la doble cumbre del peligroso Ushba perdiendose entre las nubes. Cuando aun estamos subiendo, nos llama el marido de Nino preguntando si ya hemos llegado. Le decimos que no se preocupe, que nosotros vamos despacito, a nuestro ritmo, que no hay prisa y que todo esta bien.
Y, cuando en una bifurcacion dudamos de haber tomado el camino correcto, aparece ante nuestros ojos la cruz. Estamos en la cumbre. Alli abajo, Mestia, con sus tejados de hojalata brillando al sol. Devi, sentado al borde del precipicio, nos saluda. Nos sentamos a comer. De repente aparece una camioneta destartalada que bien pudo haber sido militar en algun momento, de la que bajan cuatro o cinco tipos con bolsas a la cintura y se dirigen hacia nosotros. Con el cuchillo de cortar los tomates en la mano, bromeamos: ?seran los famosos salteadores? Por si acaso, lo primero que hacemos es ofrecerles khachapuri. Andan todos entre los 50 y los 60, dos son de alli y otros dos llevan anhos viviendo en el extranjero, uno en Ucrania y otro en Finlandia. Estan de buen humor y un poco borrachos, uno de ellos empieza a hacer posturas de yoga y se pone cabeza abajo. Luego aparece una pareja de lituanos con pocas ganas de conversar. Empieza a atardecer. Devi se nos une y emprendemos el descenso. Por el camino hablamos de musica, bebemos agua de los arroyos, hacemos fotos e imitamos sonidos de animales. Una vez abajo, damos una vuelta, hago una foto de la calle Stalin y vamos a tomar un par de cervezas, descubrimos la Kasris, que es de las mejores que hemos probado aqui. Devi tiene veinte anhos, quiere dedicarse a dar conciertos, su hermana es diplomatica y vive en Ginebra, el ha venido a pasar diez dias solo a Svaneti para "olvidar una mala racha", nos invita a las cervezas y nos despedimos, previo intercambio de direcciones electronicas. A la salida, hay tres vejetes borrachos. Uno de ellos nos pregunta de donde somos, a Monika le besa la mano y a mi la mejilla, pero le falla un poco el calculo y poco falta para que me bese en la boca. Balbucea un par de frases mas y nos vuelve a besar.
Cenamos en casa. Monika y yo volvemos a discutir absurdamente, el cansancio hace estragos. Pagamos 120 laris por todo, es lo que han acordado Monika y Nino, aunque Nino dice que suelen cobrar mas. Nos acostamos sobre las doce, ponemos el despertador a las cinco y poco, pues hemos quedado con un marshrutero en que nos vendra a buscar a las seis. En medio de la noche me despierta el sonido del movil de Monika. Deben de ser ya las cinco, pero me extranha, porque mi movil no ha sonado. En la habitacion de al lado, los duenhos de la casa discuten en voz bien alta, mientras el ninho pequenho llora. Tardan en callarse. No consigo volverme a dormir del todo. Luego Monika me explicara que su movil sono a la una y media porque se estaba quedando sin bateria y que la pareja estaba discutiendo por dinero, en ruso y justamente al lado de nuestra puerta, seguramente para que los escucharamos. Esta claro que deberiamos haber concretado el precio al principio, pero Nino no quiso y nosotros no estamos dispuestos a pagar mas, de otro modo nos habriamos quedado en casa de la madre de Leri, que nos hubiera hecho precio.
Entramos en una tienda a comprar agua. Detras de nosotros entra un policia con varias estrellas en las hombreras, el pelo cortado al cepillo y una cara muy seria. Me tiende la mano y me pregunta de donde somos: ella de Polonia y yo de Espanha. Que si hablamos ruso: yo muy poco, ella si. Que adonde vamos: queremos subir hasta la cruz. Pone una cara todavia mas seria y se queda callado. Le pregunto si pasa algo. Me pregunta si sabemos el numero de la policia. ?Es que es peligroso? No, pero el numero es 022. No debemos de tener mucha pinta de alpinistas profesionales. Y supongo que son pocos los que empiezan la subida a las 12 del mediodia.
Tato nos acompanha hasta donde empieza la pista. Por el camino nos encontramos con un chaval moreno, un georgiano que yo habia visto el dia anterior en el restaurantucho donde hicimos un alto a mediodia. Pero enseguida nos separamos, el va mas rapido que nosotros, la primera subida es demasiado dura como para irnos adaptando al ritmo de los otros. Por suerte la pendiente disminuye un poco. Poco mas arriba nos encontramos otra vez al georgiano, que se llama Devi y es pianista y va todavia menos preparado que nosotros, apenas con unos tenis blancos y un zurron, el agua la bebe de los arroyos. Nos cuenta que hace anhos la zona era peligrosa, porque habia bandas de salteadores que robaban a los caminantes, pero que Saakashvili acabo con ellos. Le decimos que no nos espere, porque nosotros vamos a nuestro ritmo, yo me paro de vez en cuando a hacer fotos. Las vistas lo merecen. Todavia volveremos a separarnos y a encontrarnos un par de veces. Vamos disfrutando del paisaje alpino, las altas montanhas nevadas al fondo, los valles y los prados verdes, solo falta la vaca de Milka, aunque hay otras, mas bien de color marron.
Por el camino, algun que otro tropezon, flores para mi exoticas, mariposas de colores chillones, muchas vacas sueltas (en dos acepciones de la palabra), mas sol del que prometia y, como no, espectaculares vistas: los campos floridos contrastando con el cielo azul y las nubes blancas; el pueblo pequenhito alli abajo, en el valle, con sus torres de piedra construidas para que los habitantes se refugiaran durante las invasiones; y las montanhas que nos rodean, algunas verdes, otras pedregosas, con la doble cumbre del peligroso Ushba perdiendose entre las nubes. Cuando aun estamos subiendo, nos llama el marido de Nino preguntando si ya hemos llegado. Le decimos que no se preocupe, que nosotros vamos despacito, a nuestro ritmo, que no hay prisa y que todo esta bien.
Y, cuando en una bifurcacion dudamos de haber tomado el camino correcto, aparece ante nuestros ojos la cruz. Estamos en la cumbre. Alli abajo, Mestia, con sus tejados de hojalata brillando al sol. Devi, sentado al borde del precipicio, nos saluda. Nos sentamos a comer. De repente aparece una camioneta destartalada que bien pudo haber sido militar en algun momento, de la que bajan cuatro o cinco tipos con bolsas a la cintura y se dirigen hacia nosotros. Con el cuchillo de cortar los tomates en la mano, bromeamos: ?seran los famosos salteadores? Por si acaso, lo primero que hacemos es ofrecerles khachapuri. Andan todos entre los 50 y los 60, dos son de alli y otros dos llevan anhos viviendo en el extranjero, uno en Ucrania y otro en Finlandia. Estan de buen humor y un poco borrachos, uno de ellos empieza a hacer posturas de yoga y se pone cabeza abajo. Luego aparece una pareja de lituanos con pocas ganas de conversar. Empieza a atardecer. Devi se nos une y emprendemos el descenso. Por el camino hablamos de musica, bebemos agua de los arroyos, hacemos fotos e imitamos sonidos de animales. Una vez abajo, damos una vuelta, hago una foto de la calle Stalin y vamos a tomar un par de cervezas, descubrimos la Kasris, que es de las mejores que hemos probado aqui. Devi tiene veinte anhos, quiere dedicarse a dar conciertos, su hermana es diplomatica y vive en Ginebra, el ha venido a pasar diez dias solo a Svaneti para "olvidar una mala racha", nos invita a las cervezas y nos despedimos, previo intercambio de direcciones electronicas. A la salida, hay tres vejetes borrachos. Uno de ellos nos pregunta de donde somos, a Monika le besa la mano y a mi la mejilla, pero le falla un poco el calculo y poco falta para que me bese en la boca. Balbucea un par de frases mas y nos vuelve a besar.
Cenamos en casa. Monika y yo volvemos a discutir absurdamente, el cansancio hace estragos. Pagamos 120 laris por todo, es lo que han acordado Monika y Nino, aunque Nino dice que suelen cobrar mas. Nos acostamos sobre las doce, ponemos el despertador a las cinco y poco, pues hemos quedado con un marshrutero en que nos vendra a buscar a las seis. En medio de la noche me despierta el sonido del movil de Monika. Deben de ser ya las cinco, pero me extranha, porque mi movil no ha sonado. En la habitacion de al lado, los duenhos de la casa discuten en voz bien alta, mientras el ninho pequenho llora. Tardan en callarse. No consigo volverme a dormir del todo. Luego Monika me explicara que su movil sono a la una y media porque se estaba quedando sin bateria y que la pareja estaba discutiendo por dinero, en ruso y justamente al lado de nuestra puerta, seguramente para que los escucharamos. Esta claro que deberiamos haber concretado el precio al principio, pero Nino no quiso y nosotros no estamos dispuestos a pagar mas, de otro modo nos habriamos quedado en casa de la madre de Leri, que nos hubiera hecho precio.
jueves, 16 de julio de 2009
Svaneti
Svaneti es una region montanhosa que ha logrado mantener su identidad e individualidad a traves de todas las invasiones y vicisitudes que ha sufrido Georgia a lo largo de los siglos. Los habitantes de Svaneti hablan una lengua que, aunque esta emparentada con el georgiano, resulta ininteligible para los hablantes de este idioma. Se dice que quien no ha estado en Svaneti, no ha visto Georgia. Monika, a pesar de ser su quinta o sexta vez aqui, todavia no ha visto Svaneti, asi que decidimos ir.
Nos levantamos el jueves (se que es jueves gracias al blog, porque uno pierde la cuenta de los dias) a las 4:15. Irakli, que es un angel, viene a buscarnos, nos abre la puerta y nos lleva a la estacion. A las 5:30 la marshrutka ya esta casi llena. Esta vez voy bien preparado para el calor, les he quitado las perneras a los pantacas desmontables. Arrancamos antes del amanecer. Los asientos que no van ocupados por personas, estan abarrotados de cajas y bultos. Bolsas, bolsos y garrafas de veintitantos litros de vino bloquean el pasillo del microbus y se desplazan en cada curva, y curvas por el camino no faltan. Enseguida el conductor decide amenizarnos el viaje con "musica" maquina rusa, una experiencia indescriptible, algo asi como Chimo Bayo, ?os acordais?, pero con letras que no se entienen (por lo menos las de Chimo Bayo tenian cierta gracia, con aquellas rimas horrendas). Menos mal que siempre voy preparado para semejantes eventualidades e inmediatamente echo mano de mi mp3... al que, por alguna razon, se le ha agotado la bateria. El conductor pisa a fondo y, por una carretera de dos carriles sin arcen, adelanta constantemente, al fin y al cabo en dos carriles tres vehiculos caben perfectamente. Es algo a lo que ya me he acostumbrado viviendo en Polonia, asi que no sufro. El camino es bonito, pero cada vez me da mas igual, cada vez la carretera es peor, cada vez hay mas curvas y mas baches, ya apenas nos cruzamos con nadie, pocos son los que se aventuran. Vamos incomodisimos, Monika medio aplastada por las cajas del asiento de al lado, que se le vienen encima constantemente; yo, en un asiento separado, sujetando con los pies una enorme garrafa de vino de color analisis de orina. En el asiento mas cercano al mio, al otro lado del pasillo, una vieja me mira con odio cada vez que la garrafa choca contra sus piernas, como si yo tuviera la culpa. Me pregunta si la garrafa es mia. Aunque le digo que no, me sigue mirando mal, tengo miedo de que me eche mal de ojo. Encima, hace frio. Despues de varias horas de tortura, hacemos un alto en el camino. Es mediodia. Para desayunar, pedimos una ensalada y kubdari, que viene a ser lo mismo que los khachapuri, pero relleno de carne: como una empanada de las nuestras, pero menos buena, la verdad. El banho esta en una cabanhita de madera en medio de la cual hay un agujero y todo cae directamente al rio que esta una decena de metros mas abajo, es muy interesante observar la trayectoria, pero hay tantas abejas dentro que no dan ganas de quedarse mucho alli. Reanudamos el trayecto, esperando que ya quede poco, porque aquello es insoportable. Estamos ya entre montanhas de verdad, el conductor va todo el tiempo por el lado contrario de la carretera, pero da igual, porque no hay carriles y en realidad tampoco pasa nadie, se ve que, en vez de arrimarse a las paredes, de las que se desprenden rocas, prefiere circular bien cerquita del precipicio, del que no nos separa siquiera un quitamiedos. Abajo, valles preciosos y verdes, casitas, terrenos cultivados. Las montanhas son de diversos tipos: las hay rocosas y desnudas, con las cumbres cubiertas de nieve y las laderas de glaciares, las hay tambien impresionistas, con manchas difusas de pintura verde y marron, pero mis favoritas son las que parecen el lomo de un dragon en cada uno de cuyos poros hubiera nacido un arbol, solo se ven las copas de los abetos, bueno, supongo que son abetos, que yo de arboles no entiendo mucho. Frenando en las curvas mas peligrosas, acelerando el resto del tiempo, saltando con los constantes baches, nuestra marshrutka da sacudidas constantes, la mitad del tiempo mi cuerpo no esta en contacto con el asiento, vuelo dentro del microbus, sujeto contra mi cuerpo la mochila donde llevo la camara y los objetivos para que no se me hagan migajas. Monika, que va en la parte de atras, donde mas se notan los saltos, se encuentra mal, le decimos al conductor que pare. Bajamos en un sitio precioso, con montanhas verdes, campos y, justo a nuestros pies, como cien metros mas abajo, los restos de un jeep violeta que debio de caer no hace mucho. Reanudamos la marcha, Monika se sienta delante, entabla conversacion con una senhora muy maja que resulta ser vecina de los pares de Leri, en cuya casa vamos a quedarnos, aunque nada es seguro, porque llevamos un par de dias sin poder contactar con Leri. La senhora, que se llama Nino, nos indica donde bajar. El pueblo se llama Mestia. Son las tres de la tarde y, entre la falta de suenho y el viaje, estamos molidos. Al final resulta que las garrafas de vino y las cajas misteriosas eran del conductor, que debe de completar el negocio del transporte de personas con el de mercancias.
Los padres de Leri no estan en casa. Alguien nos dice que el padre se ha ido unos dias a trabajar fuera y la madre esta en Tbilisi, con su nieto recien nacido. Nino nos lleva a su casa, donde tambien suelen alojarse los turistas que vienen a la zona, nos da de comer y nos ofrece una habitacion. Tato, uno de los hijos, que tiene 13 anhos y habla un poquito de ruso y algunas palabras de ingles, nos lleva de paseo, tenemos nuestro primer contacto con las montanhas de Svaneti, el paisaje es precioso, pero caen algunas gotas de lluvia y decidimos volver. Al llegar a casa, resulta que la madre de Leri ha vuelto de Tbilisi en otra marshrutka. Nino se encuentra en una situacion incomoda, pues, sin querer, le ha "robado" los clientes a su vecina, nos dice que hagamos lo que mas nos convenga. No nos apetece cambiar de sitio, asi que vamos a saludar a la madre de Leri y volvemos a cenar. Intentamos fijar el precio por noche, pero Nino nos dice que paguemos "lo que creamos conveniente".
Antes de acostarnos, sobre las once de la noche, Monika y yo discutimos por una tonteria. Se ve que el cansancio hace de las suyas.
Nos levantamos el jueves (se que es jueves gracias al blog, porque uno pierde la cuenta de los dias) a las 4:15. Irakli, que es un angel, viene a buscarnos, nos abre la puerta y nos lleva a la estacion. A las 5:30 la marshrutka ya esta casi llena. Esta vez voy bien preparado para el calor, les he quitado las perneras a los pantacas desmontables. Arrancamos antes del amanecer. Los asientos que no van ocupados por personas, estan abarrotados de cajas y bultos. Bolsas, bolsos y garrafas de veintitantos litros de vino bloquean el pasillo del microbus y se desplazan en cada curva, y curvas por el camino no faltan. Enseguida el conductor decide amenizarnos el viaje con "musica" maquina rusa, una experiencia indescriptible, algo asi como Chimo Bayo, ?os acordais?, pero con letras que no se entienen (por lo menos las de Chimo Bayo tenian cierta gracia, con aquellas rimas horrendas). Menos mal que siempre voy preparado para semejantes eventualidades e inmediatamente echo mano de mi mp3... al que, por alguna razon, se le ha agotado la bateria. El conductor pisa a fondo y, por una carretera de dos carriles sin arcen, adelanta constantemente, al fin y al cabo en dos carriles tres vehiculos caben perfectamente. Es algo a lo que ya me he acostumbrado viviendo en Polonia, asi que no sufro. El camino es bonito, pero cada vez me da mas igual, cada vez la carretera es peor, cada vez hay mas curvas y mas baches, ya apenas nos cruzamos con nadie, pocos son los que se aventuran. Vamos incomodisimos, Monika medio aplastada por las cajas del asiento de al lado, que se le vienen encima constantemente; yo, en un asiento separado, sujetando con los pies una enorme garrafa de vino de color analisis de orina. En el asiento mas cercano al mio, al otro lado del pasillo, una vieja me mira con odio cada vez que la garrafa choca contra sus piernas, como si yo tuviera la culpa. Me pregunta si la garrafa es mia. Aunque le digo que no, me sigue mirando mal, tengo miedo de que me eche mal de ojo. Encima, hace frio. Despues de varias horas de tortura, hacemos un alto en el camino. Es mediodia. Para desayunar, pedimos una ensalada y kubdari, que viene a ser lo mismo que los khachapuri, pero relleno de carne: como una empanada de las nuestras, pero menos buena, la verdad. El banho esta en una cabanhita de madera en medio de la cual hay un agujero y todo cae directamente al rio que esta una decena de metros mas abajo, es muy interesante observar la trayectoria, pero hay tantas abejas dentro que no dan ganas de quedarse mucho alli. Reanudamos el trayecto, esperando que ya quede poco, porque aquello es insoportable. Estamos ya entre montanhas de verdad, el conductor va todo el tiempo por el lado contrario de la carretera, pero da igual, porque no hay carriles y en realidad tampoco pasa nadie, se ve que, en vez de arrimarse a las paredes, de las que se desprenden rocas, prefiere circular bien cerquita del precipicio, del que no nos separa siquiera un quitamiedos. Abajo, valles preciosos y verdes, casitas, terrenos cultivados. Las montanhas son de diversos tipos: las hay rocosas y desnudas, con las cumbres cubiertas de nieve y las laderas de glaciares, las hay tambien impresionistas, con manchas difusas de pintura verde y marron, pero mis favoritas son las que parecen el lomo de un dragon en cada uno de cuyos poros hubiera nacido un arbol, solo se ven las copas de los abetos, bueno, supongo que son abetos, que yo de arboles no entiendo mucho. Frenando en las curvas mas peligrosas, acelerando el resto del tiempo, saltando con los constantes baches, nuestra marshrutka da sacudidas constantes, la mitad del tiempo mi cuerpo no esta en contacto con el asiento, vuelo dentro del microbus, sujeto contra mi cuerpo la mochila donde llevo la camara y los objetivos para que no se me hagan migajas. Monika, que va en la parte de atras, donde mas se notan los saltos, se encuentra mal, le decimos al conductor que pare. Bajamos en un sitio precioso, con montanhas verdes, campos y, justo a nuestros pies, como cien metros mas abajo, los restos de un jeep violeta que debio de caer no hace mucho. Reanudamos la marcha, Monika se sienta delante, entabla conversacion con una senhora muy maja que resulta ser vecina de los pares de Leri, en cuya casa vamos a quedarnos, aunque nada es seguro, porque llevamos un par de dias sin poder contactar con Leri. La senhora, que se llama Nino, nos indica donde bajar. El pueblo se llama Mestia. Son las tres de la tarde y, entre la falta de suenho y el viaje, estamos molidos. Al final resulta que las garrafas de vino y las cajas misteriosas eran del conductor, que debe de completar el negocio del transporte de personas con el de mercancias.
Los padres de Leri no estan en casa. Alguien nos dice que el padre se ha ido unos dias a trabajar fuera y la madre esta en Tbilisi, con su nieto recien nacido. Nino nos lleva a su casa, donde tambien suelen alojarse los turistas que vienen a la zona, nos da de comer y nos ofrece una habitacion. Tato, uno de los hijos, que tiene 13 anhos y habla un poquito de ruso y algunas palabras de ingles, nos lleva de paseo, tenemos nuestro primer contacto con las montanhas de Svaneti, el paisaje es precioso, pero caen algunas gotas de lluvia y decidimos volver. Al llegar a casa, resulta que la madre de Leri ha vuelto de Tbilisi en otra marshrutka. Nino se encuentra en una situacion incomoda, pues, sin querer, le ha "robado" los clientes a su vecina, nos dice que hagamos lo que mas nos convenga. No nos apetece cambiar de sitio, asi que vamos a saludar a la madre de Leri y volvemos a cenar. Intentamos fijar el precio por noche, pero Nino nos dice que paguemos "lo que creamos conveniente".
Antes de acostarnos, sobre las once de la noche, Monika y yo discutimos por una tonteria. Se ve que el cansancio hace de las suyas.
miércoles, 15 de julio de 2009
Telavi - Tbilisi
Bajamos la cuesta con los mochilones, desayunamos en el bar donde nos hemos alimentado todos estos dias: pseudocafe, ensalada y khachapuri lobiani, que es una variante del khachapuri de siempre, pero relleno de frijoles en vez de queso. Monika no se encuentra muy bien y apenas come, asi que tengo que desayunar por una persona y tres cuartos. La senhora se despide de nosotros: "volved por aqui!".
Cerca de la estacion de marshrutkas compramos sendas cocacolas con la esperanza de que nos ayuden a digerir el desayuno. Pido tambien un paquete de chicles y el senhor de la tienda no me lo quiere cobrar: "te lo regalo". La marshrutka a Tbilisi va menos llena de lo normal.
Bajamos de la marshrutka y cogemos el metro para ir a la estacion donde se compran los billetes de tren para Armenia, que conviene reservar con cierta antelacion. Como en las demas estaciones que he visto por aqui, no hay ningun cartel escrito en una lengua inteligible para mi, los preciosos garabatos del alfabeto georgiano todavia me resultan indescifrables, aunque ya conozco las suficientes letras como para, como en un juego de logica, deducir algunas palabras y, a partir de estas, nuevas letras. Y, al igual que ocurre con las otras estaciones, para llegar al objetivo hay que atravesar un mercadillo por donde a duras penas cabemos con las mochilas. Por fin damos con la barraca donde venden los billetes. Los extienden a mano, son preciosos, la operacion dura como quince minutos. Mientras tanto, la supervisora nos invita a tomar cafe en su despachito, nos trae albaricoques, se suelta el pelo y nos pregunta cuantos anhos le echamos, tiene cincuenta y dos pero decimos menos, despotrica de la politica, tiene una hija de veintitres o veinticinco anhos y una nieta de dos, cuando la hija estaba aun en el cole un dia llego a casa y dijo: no voy a jugar mas con Fulano, Mengano y Zutana, la madre le pregunto por que: porque uno es armenio, el otro es osetio y la otra de otro lado, y en el cole nos han dicho que los georgianos solo pueden jugar con georgianos. Asi que la madre se la llevo del colegio. Eso no puede ser, nos explica. Pasamos una hora con ella. Quiere que le mande una postal de Espanha, suenha con ir a Espanha, a Italia y tambien a Venecia. Y ver las piramides. Pero dice que ya no podra.
Nos perdemos por el bazar, pasamos entre puestos que constan de una mesa y varias garrafas, venden vino que, como el de Asuncion, no es blanco ni tinto ni tiene color, es absolutamente transparente, unos hombres me hacen senhas para que me acerque a probarlo, pero Monika esta ya mucho mas adelante y tengo que seguirla.
Vamos en metro hasta Didube, de donde se supone que salen las marshrutkas a Svaneti, una region del noroeste de la que se dice que, si no la conoces, es que no has estado en Georgia. Monika ha estado en Georgia ya como cinco veces, pero nunca en Svaneti, asi que habra que ir. Nos metemos en un bareto cutre a comer, sentados a las mesas solo hay senhores con arrugas en la frente y pelos blancos asomando por la camisa abierta, sirven comida rica y grasienta, Monika pide ostre, yo kharcho, son dos guisos de carne diferentes, los dos picantitos, los dos buenos, los dos grasientos. Yo pido tambien una cosa que se llama patlidjan o algo asi: berenjenas a la plancha con aceite, ajo y nueces (deduzco por el sabor), deliciosas. Viene a buscarnos Irakli, un colega de Monika, vamos en busca de nuestra marshrutka, pero resulta que salen de otra estacion y, en cualquier caso, es ya demasiado tarde para emprender el viaje, que dura alrededor de diez horas: no queremos encontrarnos plantados a medianoche en un pueblito desconocido que de una region considerada peligrosa. Irakli nos ofrece quedarnos en una casa que tiene en pleno centro, no hay muebles ni nada porque todavia esta en obras, pero hay un colchon en el suelo y agua en el banho. Nos vale. Sobre todo teniendo en cuenta que nuestro presupuesto nos lo estamos fundiendo rapidamente en comida y bebida.
Irakli tiene que irse, nosotros vamos a dar una vuelta. No sabemos muy bien que hacer, dado que el centro de Tbilisi no es especialmente emocionante y no esperabamos quedarnos hoy aqui. Vagamos un poco sin rumbo, estamos cansados, nos sentamos en un banco a mirar a la gente, al cabo de un rato una chica se queda parada mirandome fijamente. Tardamos un poco, pero nos reconocemos. Es Justyna, una chica que jugaba conmigo al voley en Varsovia. Lleva cuatro meses trabajando de voluntaria en una ONG aqui, pero ya le queda poco para volverse a Polonia. Mientras hablamos en la calle, dos vejetes ocupan el banco del que acabamos de levantarnos, se ponen a bromear haciendo como que abren mi mochila, luego empiezan a hablar con nosotros, les besan la mano a las chicas, uno de ellos, al que le falta medio dedo, nos ensenha su carnet de la orden de los caballeros de no se que y explica que en el 55 sirvio en Polonia, en Lodz, en el Ejercito del Aire, imagino que enviado por la URSS. Monika, Justyna y yo (los senhores no) vamos a tomar una limonada.
Viene Irakli otra vez a buscarnos, acompanhado de una amiga suya. Nos despedimos de Justyna y vamos al cementerio donde esta enterrado un amigo de Monika e Irakli, Levan, que era alpinista y murio hace dos anhos al caer de la fachada de un edificio donde, como la mayoria de los alpinistas de aqui, trabajaba, no se si limpiando o que. Yo me quedo fuera. Pero no logran encontrar la tumba. Irakli nos trae de vuelta a su piso vacio, manhana vendra a buscarnos a las cinco de la manhana para llevarnos a donde las marshrutkas. Hacemos planes para dentro de diez o doce dias, cuando volvamos de Armenia (salimos hacia Yerevan el 19, pero no tenemos aun la vuelta): Irakli promete llevarnos a Kazbek, una de las montanhas mas altas de Georgia.
Antes de acostarnos, venimos un rato a internet. Yo no doy abasto con la narracion de nuestras andanzas, asi que decido saltarme un par de dias e ir directamente a lo de hoy. Ya completare el resto cuando pueda. Dudo que en los proximos dias tenga acceso a internet. Monika termina mucho antes que yo, se va a casa, que esta justo al lado, pero al momento vuelve para que le acompanhe, porque el portal esta totalmente a oscuras y le da miedo, y la linterna no tiene pilas. Vuelvo al ciber, escribo, compro agua, entro en el portal y, sin luz, me parece que la escalera esta bloqueada. Tanteo con el pie, intentando iluminarme con el movil, cuando de repente se enciende justo a mi lado la brasa de un cigarrillo y, a la tenue luz que da, adivino dos siluetas. La que esta mas cerca de mi me indica, o eso interpreto, que hay espacio libre para pasar. Subo comprobando cada escalon, recorro el pasillo a tientas y entro en casa. La puerta no se puede cerrar desde dentro porque la manilla esta rota. La dejamos entornada y cerramos la de la habitacion donde dormimos. Por si acaso, dejamos mi cuchillo cerca de nuestros sacos, al alcance. Pero, visto que no vamos a lograr dormir mucho asi, decidimos cerrar la puerta de un portazo y que manhana por la manhana nos abra Irakli desde fuera. De todos modos, el calor, el ruido de la calle Rustaveli que entra por la ventana abierta, los mosquitos y otros insectos no nos dejan aprovechar las pocas horas de suenho que nos quedan.
Cerca de la estacion de marshrutkas compramos sendas cocacolas con la esperanza de que nos ayuden a digerir el desayuno. Pido tambien un paquete de chicles y el senhor de la tienda no me lo quiere cobrar: "te lo regalo". La marshrutka a Tbilisi va menos llena de lo normal.
Bajamos de la marshrutka y cogemos el metro para ir a la estacion donde se compran los billetes de tren para Armenia, que conviene reservar con cierta antelacion. Como en las demas estaciones que he visto por aqui, no hay ningun cartel escrito en una lengua inteligible para mi, los preciosos garabatos del alfabeto georgiano todavia me resultan indescifrables, aunque ya conozco las suficientes letras como para, como en un juego de logica, deducir algunas palabras y, a partir de estas, nuevas letras. Y, al igual que ocurre con las otras estaciones, para llegar al objetivo hay que atravesar un mercadillo por donde a duras penas cabemos con las mochilas. Por fin damos con la barraca donde venden los billetes. Los extienden a mano, son preciosos, la operacion dura como quince minutos. Mientras tanto, la supervisora nos invita a tomar cafe en su despachito, nos trae albaricoques, se suelta el pelo y nos pregunta cuantos anhos le echamos, tiene cincuenta y dos pero decimos menos, despotrica de la politica, tiene una hija de veintitres o veinticinco anhos y una nieta de dos, cuando la hija estaba aun en el cole un dia llego a casa y dijo: no voy a jugar mas con Fulano, Mengano y Zutana, la madre le pregunto por que: porque uno es armenio, el otro es osetio y la otra de otro lado, y en el cole nos han dicho que los georgianos solo pueden jugar con georgianos. Asi que la madre se la llevo del colegio. Eso no puede ser, nos explica. Pasamos una hora con ella. Quiere que le mande una postal de Espanha, suenha con ir a Espanha, a Italia y tambien a Venecia. Y ver las piramides. Pero dice que ya no podra.
Nos perdemos por el bazar, pasamos entre puestos que constan de una mesa y varias garrafas, venden vino que, como el de Asuncion, no es blanco ni tinto ni tiene color, es absolutamente transparente, unos hombres me hacen senhas para que me acerque a probarlo, pero Monika esta ya mucho mas adelante y tengo que seguirla.
Vamos en metro hasta Didube, de donde se supone que salen las marshrutkas a Svaneti, una region del noroeste de la que se dice que, si no la conoces, es que no has estado en Georgia. Monika ha estado en Georgia ya como cinco veces, pero nunca en Svaneti, asi que habra que ir. Nos metemos en un bareto cutre a comer, sentados a las mesas solo hay senhores con arrugas en la frente y pelos blancos asomando por la camisa abierta, sirven comida rica y grasienta, Monika pide ostre, yo kharcho, son dos guisos de carne diferentes, los dos picantitos, los dos buenos, los dos grasientos. Yo pido tambien una cosa que se llama patlidjan o algo asi: berenjenas a la plancha con aceite, ajo y nueces (deduzco por el sabor), deliciosas. Viene a buscarnos Irakli, un colega de Monika, vamos en busca de nuestra marshrutka, pero resulta que salen de otra estacion y, en cualquier caso, es ya demasiado tarde para emprender el viaje, que dura alrededor de diez horas: no queremos encontrarnos plantados a medianoche en un pueblito desconocido que de una region considerada peligrosa. Irakli nos ofrece quedarnos en una casa que tiene en pleno centro, no hay muebles ni nada porque todavia esta en obras, pero hay un colchon en el suelo y agua en el banho. Nos vale. Sobre todo teniendo en cuenta que nuestro presupuesto nos lo estamos fundiendo rapidamente en comida y bebida.
Irakli tiene que irse, nosotros vamos a dar una vuelta. No sabemos muy bien que hacer, dado que el centro de Tbilisi no es especialmente emocionante y no esperabamos quedarnos hoy aqui. Vagamos un poco sin rumbo, estamos cansados, nos sentamos en un banco a mirar a la gente, al cabo de un rato una chica se queda parada mirandome fijamente. Tardamos un poco, pero nos reconocemos. Es Justyna, una chica que jugaba conmigo al voley en Varsovia. Lleva cuatro meses trabajando de voluntaria en una ONG aqui, pero ya le queda poco para volverse a Polonia. Mientras hablamos en la calle, dos vejetes ocupan el banco del que acabamos de levantarnos, se ponen a bromear haciendo como que abren mi mochila, luego empiezan a hablar con nosotros, les besan la mano a las chicas, uno de ellos, al que le falta medio dedo, nos ensenha su carnet de la orden de los caballeros de no se que y explica que en el 55 sirvio en Polonia, en Lodz, en el Ejercito del Aire, imagino que enviado por la URSS. Monika, Justyna y yo (los senhores no) vamos a tomar una limonada.
Viene Irakli otra vez a buscarnos, acompanhado de una amiga suya. Nos despedimos de Justyna y vamos al cementerio donde esta enterrado un amigo de Monika e Irakli, Levan, que era alpinista y murio hace dos anhos al caer de la fachada de un edificio donde, como la mayoria de los alpinistas de aqui, trabajaba, no se si limpiando o que. Yo me quedo fuera. Pero no logran encontrar la tumba. Irakli nos trae de vuelta a su piso vacio, manhana vendra a buscarnos a las cinco de la manhana para llevarnos a donde las marshrutkas. Hacemos planes para dentro de diez o doce dias, cuando volvamos de Armenia (salimos hacia Yerevan el 19, pero no tenemos aun la vuelta): Irakli promete llevarnos a Kazbek, una de las montanhas mas altas de Georgia.
Antes de acostarnos, venimos un rato a internet. Yo no doy abasto con la narracion de nuestras andanzas, asi que decido saltarme un par de dias e ir directamente a lo de hoy. Ya completare el resto cuando pueda. Dudo que en los proximos dias tenga acceso a internet. Monika termina mucho antes que yo, se va a casa, que esta justo al lado, pero al momento vuelve para que le acompanhe, porque el portal esta totalmente a oscuras y le da miedo, y la linterna no tiene pilas. Vuelvo al ciber, escribo, compro agua, entro en el portal y, sin luz, me parece que la escalera esta bloqueada. Tanteo con el pie, intentando iluminarme con el movil, cuando de repente se enciende justo a mi lado la brasa de un cigarrillo y, a la tenue luz que da, adivino dos siluetas. La que esta mas cerca de mi me indica, o eso interpreto, que hay espacio libre para pasar. Subo comprobando cada escalon, recorro el pasillo a tientas y entro en casa. La puerta no se puede cerrar desde dentro porque la manilla esta rota. La dejamos entornada y cerramos la de la habitacion donde dormimos. Por si acaso, dejamos mi cuchillo cerca de nuestros sacos, al alcance. Pero, visto que no vamos a lograr dormir mucho asi, decidimos cerrar la puerta de un portazo y que manhana por la manhana nos abra Irakli desde fuera. De todos modos, el calor, el ruido de la calle Rustaveli que entra por la ventana abierta, los mosquitos y otros insectos no nos dejan aprovechar las pocas horas de suenho que nos quedan.
lunes, 13 de julio de 2009
Telavi y alrededores
Dormimos poco y mal, entre el calor y los mosquitos. Hemos puesto el despertador a las 5 para ver el amanecer desde una de las torres de piedra que jalonan la muralla que rodea la ciudad, desde donde se domina todo el valle. Pero el sol sale tan de frente que la luz es fatal para las fotos. Estamos alli arriba cuando empezamos a oir ladridos furiosos muy cerca de nosotros. Miramos y alla abajo se ha juntado un monton de perros que miran hacia arriba y ladran. Me viene a la mente la primera escena de "Vals con Bashir". Uno de los perros debe de estar ya dentro de la torre, ladra rabioso, en cualquier momento aparecera por las escaleras, se me erizan los pelos por todo el cuerpo, no tenemos ni un palo para defendernos. El perro no sube, al rato deja de ladrar. Bajamos despacito. Hay unos cuantos perros a lo lejos, pero no nos miran. Por si acaso, volvemos por la muralla. Damos un paseito a camara lenta, vamos a casa a ducharnos y coger el equipaje y tiramos hacia la plaza mayor. En teoria la marshrutka pasa a las 10:10. Pero llega a las 9, mientras nos estamos zampando unos yogures que nos acabamos de comprar.
Un rato mas tarde estamos en Telavi (que nosotros llamamos "Tel Aviv"), con un papelito en el que hay escrito un nombre y un apellido: Merab Milorava. Por un lado en alfabeto georgiano, por el otro en ruso. "Vive cerca del instituto". La senhora de Sighnaghi no recordaba la direccion ni el telefono, a pesar de que son parientes, pero ha perdido el papel donde tenia anotado el numero. "Pero no pasa nada, porque alli todos se conocen." Tal vez se conozcan todos excepto el tal Merab Milorava, porque nadie sabe donde vive. Nos indican donde queda el instituto. Vamos subiendo cuestas a pleno sol y cargados con los mochilones. Llegamos a lo que parece el centro y decidimos hacer un descanso en una cafeteria de amplios ventanales y sobrio interior de abolengo sovietico. Pedimos cafe y khachapuri (que estan mas buenos que en Tbilisi), la senhora saca un frasco de Nescafe del bolso y no nos quiere dar leche, porque "no se toma asi". No parece muy acostumbrada a sonreir, pero de vez en cuando lo consigue. Yo me quedo con las mochilas y Monika se va a continuar la busqueda, preguntando por todas partes. Vuelve al cabo de casi una hora, cogemos un taxi porque es todo cuesta arriba y llegamos a la casa del tal Milorava, que es un senhor mayor culto, majete y un poco pesado, la habitacion esta genial, nos la deja por veinticico por persona si nos quedamos dos noches. No es ninguna ganga, pero seguro que estaremos a gusto.
Bajamos en busca de la otra estacion de marshrutkas, un chico moreno nos indica y nos acompanha. La marshrutka va hasta los topes. El moreno tambien se ha subido. Nos paran delante de la catedral de Alaverdi y no nos dejan pagar. El moreno, que se llama Grigori, se baja con nosotros. Nosotros creemos que ha sido el quien ha pagado nuestros billetes, pero el insisite en que ha sido el conductor. Para entrar en el recinto nos hacen cubrirnos: Monika la cabeza, yo las piernas. No se puede hacer fotos. Dentro de la iglesia, construida creo que en el siglo XII, el ambiente es sobrio y espiritual, las paredes son de piedra clara, apenas quedan restos de los frescos que las adornaron, la luz dorada entra en la cantidad justa, el interior esta vacio, no hay bancos ni nada... Monika esta encantada. Grigori nos acompanha como un guia silencioso. La visita acaba rapido porque alli no se puede hacer mucho mas, si estuvieramos solos y hubiera bancos me habria gustado quedarme un rato. Decidimos dar una vuelta por los alrededores, que son preciosos: campos de un verde lleno de vida, un cielo profundamente azul, varias capas de montanhas al fondo y, sobre ellas, como prolongandolas, una densa cordillera blanca de nubes. Estas, curiosamente, no se despegan de las montanhas, el resto del cielo esta completamente despejado. Conversamos (mas Monika que yo) con nuestro acompanhante silencioso, caminando por la carretera. De repente pasa una marshrutka, sin pensarlo mucho la paramos, apenas hay tiempo para despedirse de Grigori, tiramos hacia Ikalto, el segundo punto de nuestro plan del dia. La marshrutka nos deja en un cruce y empezamos a subir la cuesta, dos quilometros a pleno sol prometen ser interesantes. En esto pasa un tractor con dos hombres, Monika, medio de broma, les hace senhas, se paran, nos sentamos en el remolque lleno de tierra y, agarrados a las barandas, subimos. Aunque tienen que desviarse un poco, nos llevan hasta el monasterio. Por si acaso, preguntamos, pero no quieren dinero. Nos dan la mano y se van. El monasterio es pequenhito, no tiene mucho de particular y por dentro esta en obras. Pero en el jardin hay un monton de flores increibles y yo me tiro como una hora haciendo fotos macro, hasta que nos echan. Empezamos a bajar, un coche blanco con dos senhores dentro se para a nuestro lado y nos lleva hasta el cruce, enseguida llega la marshrutka de vuelta a Telavi.
Mientras subimos hacia el centro, hago fotos de un portal iluminado por la luz que se refleja desde el patio, un chaval me ve con la camara y empieza a dar volteretas para mi. Volvemos al bar de por la manhana, hay un camarero muy simpatico, un senhor mayor calvo y con bigote que una vez estuvo en Polonia. Comemos khinkali, tomamos cerveza, yo me quedo con hambre (o gula, a veces me cuesta distinguirlas) y pido un khachapuri adjariano, que es un pan con forma de barquito y como treinta y cinco centimetros de longitud por quince de anchura (?o deberia hablar de manga y eslora?) cubierto de queso fundido y con un huevo frito encima... vas arrancandole los bordes y mojandolos en la yema... Salimos de alli otra vez medio borrachos, !vaya ritmo que llevamos en este pais! A este paso, despues de tres semanas por estos lares sere un alcoholico obeso...
Vamos a internet, los ordenadores no quieren funcionar, las chicas del ciber no entienden ruso ni ingles y tampoco parecen saber mucho de ordenadores, cuando por fin, tras hora y pico de tecleo, consigo terminar una entrada del blog, se va la luz. No estoy seguro de que no fuera una maniobra para indicarnos la hora de cerrar. Las miro con odio. Nos cobran por nada.
Vuelta a casa. Por fin puedo hacer la colada.
Al dia siguiente, diana a las 7:15. Hemos dormido de maravilla. Desayunamos en el bar "de siempre": Nescafe (sin leche, por supuesto) y khachapuri, calorias que luego nos vendran muy bien para aguantar el dia. Llegamos a la estacion justo a la hora de salida de la marshrutka. Va vacia. Nos deja en el cruce que va a Nekresi. Caminamos a pleno sol por una carretera a veces bordeada por cipreses, otras veces por vinhedos o campos de girasoles. Un minibus lleno de chavales nos recoge y nos deja arriba, donde un monton de familias estan empezando sus picnics entre los arboles. Desde alli tenemos que subir como un quilometro y medio por una montanha empinada. Sudamos a mares. Los chavales que van delante de nosotros, a pesar de ser mas jovenes, se paran cada dos por tres a tomar aliento. Nosotros, a tomar fotos. Ellos se quitan la camiseta y yo sigo el ejemplo. La subida nos proporciona unas vistas estupendas del valle, extenso y llano, llano. Por fin aparece el complejo de Nekresi, tres iglesitas de piedra pequenhas y muy antiguas. Cuando voy a ponerme la camiseta, resulta que no la tengo. Como no es de recibo entrar en las iglesias con el torso desnudo, tengo que bajar a buscarla. Menos mal que no esta demasiado lejos. Vuelvo chorreando sudor.
En una de las iglesias, un senhor de barba que parece trabajar alli nos cuenta la historia del lugar y la suya propia, nos explica las escenas de los frescos y nos dice que estuvo varios anhos trabajando en Ucrania y por eso habla ruso (segun Monika, fatal, sin declinar nada, pero yo le entiendo perfectamente), alli conocio a su amigo Manuel "Ferlandez" Alonso, de Valencia, un hombre muy bueno. Una vez que le dio no se que jamacuco en la cabeza, Manuel "Ferlandez" Alonso se ocupo de el como si fuera de su familia, todos los dias iba a verlo y le llevaba comida y medicinas, los ucranianos no entendian que Manuel lo cuidara tanto. No se que es lo que le paso exactamente, pero en efecto, aunque su discurso es coherente, nuestro interlocutor tiene todo el tiempo la mirada medio ida. Pero es majo. Insiste en usar las pocas palabras espanholas que conoce, lo cual dificulta la comprension de la totalidad. "Mio amigo", "trabajjjjjo", "madera", "aqui"... Entiendo que o el, o Manuel, o los dos trabajaban en Ucrania en algo relacionado con la madera, supongo que en algo relacionado con la restauracion, dudo que fueran lenhadores. Nuestro amigo nos da agua y me deja hacer fotos del interior "porque soy de Espanha".
Emprendemos la bajada, ahora sube bastante gente con cara de sufrimiento, una chica se ha descolgado de su grupo y esta sentada en una piedra, nos aseguramos de que esta bien y le dejamos nuestra botella de agua. Ya en la carretera no tenemos tanta suerte como otras veces y nos toca andar los tres o cuatro quilometros a pleno sol, aun asi conseguimos disfrutar bastante del camino. Nada mas llegar al cruce, aparece una marshrutka que nos deja en Gremi y no nos quiere cobrar. "Skolka?". "Nichevo".
En Gremi hay una pequenha ciudadela con una iglesia en la que no se puede hacer fotos. Se oye cantar a unos monjes. Las senhoras de la tienda de souvenirs nos dan agua, porque estamos secos. Ya que hay la oportunidad, quiero practicar mi deporte favorito, el "towering". Subimos a la torre, desde donde hay una buena vista de la zona. Al bajar, una chica nos oye hablar en polaco y nos dice: por ahi no hay salida. No parece polaca, pensabamos que era de aqui. Resulta que abajo hay un microbus lleno de polacos, nos dejan de vuelta en Telavi. Bueno, bastante cerca. Con nosotros se queda una chica, Magda, el resto vuelve a Tbilisi. Tras una buena caminata cuesta arriba, vamos a tomarnos unas merecidas cervezas al bar de siempre. El senhor se alegra al vernos. A las dos cervezas por cabeza (diria por barba para que no rime, pero igual se me enfadan las chicas) se unen una ensalada y diez khinkali "a modo de aperitivo". De regalo, el senhor nos trae un platito de peritas y manzanitas chiquititas, supongo que de cultivo propio. Luego vamos a un restaurante, porque queremos comer ostre. Y ensalada. No puedo mas, otra vez estoy lleno y piripi. Pasamos un rato por el ciber, Monika se retira pronto, Magda se va y yo vuelvo a casa, cuesta arriba a oscuras entre ladridos de perros.
Un rato mas tarde estamos en Telavi (que nosotros llamamos "Tel Aviv"), con un papelito en el que hay escrito un nombre y un apellido: Merab Milorava. Por un lado en alfabeto georgiano, por el otro en ruso. "Vive cerca del instituto". La senhora de Sighnaghi no recordaba la direccion ni el telefono, a pesar de que son parientes, pero ha perdido el papel donde tenia anotado el numero. "Pero no pasa nada, porque alli todos se conocen." Tal vez se conozcan todos excepto el tal Merab Milorava, porque nadie sabe donde vive. Nos indican donde queda el instituto. Vamos subiendo cuestas a pleno sol y cargados con los mochilones. Llegamos a lo que parece el centro y decidimos hacer un descanso en una cafeteria de amplios ventanales y sobrio interior de abolengo sovietico. Pedimos cafe y khachapuri (que estan mas buenos que en Tbilisi), la senhora saca un frasco de Nescafe del bolso y no nos quiere dar leche, porque "no se toma asi". No parece muy acostumbrada a sonreir, pero de vez en cuando lo consigue. Yo me quedo con las mochilas y Monika se va a continuar la busqueda, preguntando por todas partes. Vuelve al cabo de casi una hora, cogemos un taxi porque es todo cuesta arriba y llegamos a la casa del tal Milorava, que es un senhor mayor culto, majete y un poco pesado, la habitacion esta genial, nos la deja por veinticico por persona si nos quedamos dos noches. No es ninguna ganga, pero seguro que estaremos a gusto.
Bajamos en busca de la otra estacion de marshrutkas, un chico moreno nos indica y nos acompanha. La marshrutka va hasta los topes. El moreno tambien se ha subido. Nos paran delante de la catedral de Alaverdi y no nos dejan pagar. El moreno, que se llama Grigori, se baja con nosotros. Nosotros creemos que ha sido el quien ha pagado nuestros billetes, pero el insisite en que ha sido el conductor. Para entrar en el recinto nos hacen cubrirnos: Monika la cabeza, yo las piernas. No se puede hacer fotos. Dentro de la iglesia, construida creo que en el siglo XII, el ambiente es sobrio y espiritual, las paredes son de piedra clara, apenas quedan restos de los frescos que las adornaron, la luz dorada entra en la cantidad justa, el interior esta vacio, no hay bancos ni nada... Monika esta encantada. Grigori nos acompanha como un guia silencioso. La visita acaba rapido porque alli no se puede hacer mucho mas, si estuvieramos solos y hubiera bancos me habria gustado quedarme un rato. Decidimos dar una vuelta por los alrededores, que son preciosos: campos de un verde lleno de vida, un cielo profundamente azul, varias capas de montanhas al fondo y, sobre ellas, como prolongandolas, una densa cordillera blanca de nubes. Estas, curiosamente, no se despegan de las montanhas, el resto del cielo esta completamente despejado. Conversamos (mas Monika que yo) con nuestro acompanhante silencioso, caminando por la carretera. De repente pasa una marshrutka, sin pensarlo mucho la paramos, apenas hay tiempo para despedirse de Grigori, tiramos hacia Ikalto, el segundo punto de nuestro plan del dia. La marshrutka nos deja en un cruce y empezamos a subir la cuesta, dos quilometros a pleno sol prometen ser interesantes. En esto pasa un tractor con dos hombres, Monika, medio de broma, les hace senhas, se paran, nos sentamos en el remolque lleno de tierra y, agarrados a las barandas, subimos. Aunque tienen que desviarse un poco, nos llevan hasta el monasterio. Por si acaso, preguntamos, pero no quieren dinero. Nos dan la mano y se van. El monasterio es pequenhito, no tiene mucho de particular y por dentro esta en obras. Pero en el jardin hay un monton de flores increibles y yo me tiro como una hora haciendo fotos macro, hasta que nos echan. Empezamos a bajar, un coche blanco con dos senhores dentro se para a nuestro lado y nos lleva hasta el cruce, enseguida llega la marshrutka de vuelta a Telavi.
Mientras subimos hacia el centro, hago fotos de un portal iluminado por la luz que se refleja desde el patio, un chaval me ve con la camara y empieza a dar volteretas para mi. Volvemos al bar de por la manhana, hay un camarero muy simpatico, un senhor mayor calvo y con bigote que una vez estuvo en Polonia. Comemos khinkali, tomamos cerveza, yo me quedo con hambre (o gula, a veces me cuesta distinguirlas) y pido un khachapuri adjariano, que es un pan con forma de barquito y como treinta y cinco centimetros de longitud por quince de anchura (?o deberia hablar de manga y eslora?) cubierto de queso fundido y con un huevo frito encima... vas arrancandole los bordes y mojandolos en la yema... Salimos de alli otra vez medio borrachos, !vaya ritmo que llevamos en este pais! A este paso, despues de tres semanas por estos lares sere un alcoholico obeso...
Vamos a internet, los ordenadores no quieren funcionar, las chicas del ciber no entienden ruso ni ingles y tampoco parecen saber mucho de ordenadores, cuando por fin, tras hora y pico de tecleo, consigo terminar una entrada del blog, se va la luz. No estoy seguro de que no fuera una maniobra para indicarnos la hora de cerrar. Las miro con odio. Nos cobran por nada.
Vuelta a casa. Por fin puedo hacer la colada.
Al dia siguiente, diana a las 7:15. Hemos dormido de maravilla. Desayunamos en el bar "de siempre": Nescafe (sin leche, por supuesto) y khachapuri, calorias que luego nos vendran muy bien para aguantar el dia. Llegamos a la estacion justo a la hora de salida de la marshrutka. Va vacia. Nos deja en el cruce que va a Nekresi. Caminamos a pleno sol por una carretera a veces bordeada por cipreses, otras veces por vinhedos o campos de girasoles. Un minibus lleno de chavales nos recoge y nos deja arriba, donde un monton de familias estan empezando sus picnics entre los arboles. Desde alli tenemos que subir como un quilometro y medio por una montanha empinada. Sudamos a mares. Los chavales que van delante de nosotros, a pesar de ser mas jovenes, se paran cada dos por tres a tomar aliento. Nosotros, a tomar fotos. Ellos se quitan la camiseta y yo sigo el ejemplo. La subida nos proporciona unas vistas estupendas del valle, extenso y llano, llano. Por fin aparece el complejo de Nekresi, tres iglesitas de piedra pequenhas y muy antiguas. Cuando voy a ponerme la camiseta, resulta que no la tengo. Como no es de recibo entrar en las iglesias con el torso desnudo, tengo que bajar a buscarla. Menos mal que no esta demasiado lejos. Vuelvo chorreando sudor.
En una de las iglesias, un senhor de barba que parece trabajar alli nos cuenta la historia del lugar y la suya propia, nos explica las escenas de los frescos y nos dice que estuvo varios anhos trabajando en Ucrania y por eso habla ruso (segun Monika, fatal, sin declinar nada, pero yo le entiendo perfectamente), alli conocio a su amigo Manuel "Ferlandez" Alonso, de Valencia, un hombre muy bueno. Una vez que le dio no se que jamacuco en la cabeza, Manuel "Ferlandez" Alonso se ocupo de el como si fuera de su familia, todos los dias iba a verlo y le llevaba comida y medicinas, los ucranianos no entendian que Manuel lo cuidara tanto. No se que es lo que le paso exactamente, pero en efecto, aunque su discurso es coherente, nuestro interlocutor tiene todo el tiempo la mirada medio ida. Pero es majo. Insiste en usar las pocas palabras espanholas que conoce, lo cual dificulta la comprension de la totalidad. "Mio amigo", "trabajjjjjo", "madera", "aqui"... Entiendo que o el, o Manuel, o los dos trabajaban en Ucrania en algo relacionado con la madera, supongo que en algo relacionado con la restauracion, dudo que fueran lenhadores. Nuestro amigo nos da agua y me deja hacer fotos del interior "porque soy de Espanha".
Emprendemos la bajada, ahora sube bastante gente con cara de sufrimiento, una chica se ha descolgado de su grupo y esta sentada en una piedra, nos aseguramos de que esta bien y le dejamos nuestra botella de agua. Ya en la carretera no tenemos tanta suerte como otras veces y nos toca andar los tres o cuatro quilometros a pleno sol, aun asi conseguimos disfrutar bastante del camino. Nada mas llegar al cruce, aparece una marshrutka que nos deja en Gremi y no nos quiere cobrar. "Skolka?". "Nichevo".
En Gremi hay una pequenha ciudadela con una iglesia en la que no se puede hacer fotos. Se oye cantar a unos monjes. Las senhoras de la tienda de souvenirs nos dan agua, porque estamos secos. Ya que hay la oportunidad, quiero practicar mi deporte favorito, el "towering". Subimos a la torre, desde donde hay una buena vista de la zona. Al bajar, una chica nos oye hablar en polaco y nos dice: por ahi no hay salida. No parece polaca, pensabamos que era de aqui. Resulta que abajo hay un microbus lleno de polacos, nos dejan de vuelta en Telavi. Bueno, bastante cerca. Con nosotros se queda una chica, Magda, el resto vuelve a Tbilisi. Tras una buena caminata cuesta arriba, vamos a tomarnos unas merecidas cervezas al bar de siempre. El senhor se alegra al vernos. A las dos cervezas por cabeza (diria por barba para que no rime, pero igual se me enfadan las chicas) se unen una ensalada y diez khinkali "a modo de aperitivo". De regalo, el senhor nos trae un platito de peritas y manzanitas chiquititas, supongo que de cultivo propio. Luego vamos a un restaurante, porque queremos comer ostre. Y ensalada. No puedo mas, otra vez estoy lleno y piripi. Pasamos un rato por el ciber, Monika se retira pronto, Magda se va y yo vuelvo a casa, cuesta arriba a oscuras entre ladridos de perros.
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