Desayunamos leche y cereales en la cocina, intentando que Anahit no nos de mucho la chapa. Salimos y vamos al mercado central, bueno, no se si es el central, pero es grande y cubierto. Nos dicen que cojamos una marshrutka, pero no tenemos pasta, asi que vamos a pie, no es mas que un quilometro o asi, un paseito para empezar el dia. El edificio me gusta, es abovedado como un hangar o una estacion de tren de las antiguas, el estilo es sovieticamente sobrio, pero sobre la fachada tiene una especie de elefantes de colores descoloridos, como recortados de algun libro para ninhos. Dentro hay mas vendedores que compradores, quiza sea demasiado tarde o tal vez no sea el dia adecuado. Por lo visto habia mas gente hace anhos, cuando todavia no se llevaban tan mal con los azeries y estos venian a comerciar. Todos nos llaman y nos ofrecen productos, especias, frutos secos en melaza (publicitados como "viagra armenia"... es decir, exactamente el mismo estilo que en el Bazar de las Especias en Estambul, donde en los carteles se leia "Turkish Viagra")... Me sorprende que los vendedores nos den conversacion asi porque si, uno nos llama para que hagamos una foto de su puesto de cestos de mimbre y otra de su abuela con su gato, nos quiere invitar a vodka, a nadie parece molestarle demasiado que haga fotos (a diferencia de lo que me ha ocurrido en otros paises), la gente habla tranquilamente con nosotros incluso cuando les decimos que es nuestro ultimo dia aqui, que ya no nos queda pasta, ni drams, ni euros, ni dolares, y que no pensamos comprar nada. Al final, sin embargo, acabamos comprando hjas de parra secas (no en salmuera, como las de ayer) para completar el encargo de Karina, pagando con laris georgianos. La experiencia del mercado hace que vuelva a sentirme a gusto por un rato, cuando ya estaba empezando a dudar de Armenia. Si algun dia vuelvo a Erevan, seguro que paso por alli.
Luego damos una vuelta, pero es domingo, la calle esta muerta, el sol pega fuerte y no sabemos que hacer. Vamos al centro a tomar un cafe pagado con tarjeta, al igual que la comida: un lahmajo que me traen frio y mordisqueo sin muchas ganas, ya que en la mesa de al lado un italiano grande y gordo que llevaba media hora con la frente apoyada en la mesa vomita sin pudor.
Volvemos a casa, nos despedimos de Anahit, le hago una foto delante de un cuadro que pinto su padre, por lo visto un conocido retratista, hace cincuenta anhos, con la excusa de que la luz que cae sobre el es muy buena. Con nuestros ultimos drams pagamos el metro y vamos a la estacion de tren. Nos sobran tres horas, asi que me pongo a hacer fotos de los pasadizos subterraneos, llenos de comercios y puestos, y de la estacion, por cuyos enormes ventanales entra una luz muy bonita. Dos polis que estan sentados alli dentro en un banco me hacen senhas para que me acerque. Uno dice que ya me ha visto antes por alli, se acuerda de mi corte de pelo, que "aqui no es muy frecuente, pero es muy bonito". Dicen que les gustan mis tatuajes, me preguntan que significa, intento explicarselo chapurreando el ruso y ayudandome de las manos, dudo que entiendan mucho. Uno me pide permiso para hacer fotos de mis tatus con el movil: "este para mi, y este para un amigo mio". Es que en Armenia no se hacen ese tipo de tatus. El poli me ensenha una cruz armenia que tiene en el hombro. Dice que tengo muy buen gusto.
A las siete y pico subimos al tren. El revisor nos reconoce y nos saluda con un amago de sonrisa que lo mismo puede significar "mira tu quien esta por aqui" que "vaya por Dios, que cruz me ha caido". En nuestro vagon, cerca de nuestro pseudocompartimento, van dos polacas (una de las cuales ha estudiado en la KSAP, la Escuela Nacional de Administracion Publica, donde di clase durante mi primer anho en Polonia y donde, curiosamente, yo no lo sabia, Monika tambien tuvo un curso de ingles; encima resulta que Monika y esa chica, Patrycja, trabajan en el mismo ministerio); una armenia que vive en Georgia, tiene el pelo blanco, una camiseta negra y vaqueros y no para de hablar, su hija vive en Holanda y a ella le gustaria irse alli; una armenia morena y gordota que se cambia de ropa protegida por una sabana y dice que nunca se iria de Armenia y que viaja con su hija, que va toda peripuesta y no dice nada; y otra armenia que llora porque se va de alli para siempre, va a vivir a Batumi, en Georgia, no se por que, porque nunca ha estado alli antes, pero acepta nuestros panhuelos, se deja consolar y acaba sonriendonos entre las lagrimas. Monika y yo nos tomamos una ensalada en el bar del tren y un par de cervezas. Al igual que a la ida, al anochecer empieza una tormenta, pero esta vez no es tan fuerte. Nos acostamos sobre las once.
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ResponderEliminarBest wishes from Italy!