Al igual que la otra vez en casa de Irakli, dormimos fatal a causa del calor, del ruido de la calle y, yo, de los bichos que me pican, creo que aranhas a juzgar por el tipo de picadura. No es de extranhar, dado que la casa en estos momentos esta abandonada. Tras una ducha helada, salimos de casa ya a las 8 y poco. Estamos ya hartos de desayunar khachapuri, asi que, de momento, nos contentamos con comprarnos sendos yogures en el super. Luego vamos a dar un paseo por la zona de la calle Marjanishvili, pues quiero aprovechar la luz de la manhana para hacer fotos. En el mismo patio que la otra vez, nos encontramos a Zaira, la viejecita del primer dia, que, como en aquella ocasion, nos besa pegajosamente y nos bendice. Tambien saludamos a la frutera a la que le hice una foto la primera noche que pasamos en Tbilisi. Luego vamos a tomar un cafe. Monika no se encuentra bien y se retira a descansar, mientras yo sigo foteando un rato. Como no llevo reloj, casi se me pasa la hora y tengo que volver a toda leche a Rustaveli.
Dejamos parte del equipaje en casa de Irakli para ir mas ligeros a Armenia, y tiramos en metro hacia la estacion de Samgori. Vamos con tiempo de sobra para entrar en la barraca donde venden los billetes y saludar a Karina. Queremos sacarla a comer con nosotros, pero no puede salir y, en lugar de eso, nos invita a comer alli, en su oficina, rodeados de anticuados aparatos sovieticos que a saber que controlan. Pan recien hecho, tomates (georgianos, porque los que ahora importan de Turquia no estan tan buenos) y badrijani, unas riquisimas berenjenas que ella misma ha preparado en casa. Los tomates con matsoni (cuajada, para simplificar) estan espectaculares. Para terminar, cafe al estilo turco, es decir, con una densa capa de posos. Conversamos un monton, espero que luego me de tiempo a hacer un resumen de la conversacion, que tendre que completar con la ayuda de Monika, ya que yo solo entendi la mitad. Dejamos un momento las mochilas alli, incluida la de la camara, de la que no me separo nunca, y vamos a comprar comida y agua para el viaje. En el bazar, una senhora esta encantada con nuestros chapurreos en georgiano y, al precio de un cuarto de queso, que era lo que queriamos comprar, nos da medio. "El resto os lo regalo. Y eso que a los turistas les suelo cobrar mas." Despues Karina nos acompanha hasta el anden, espera con nosotros hasta que, con un poquito de retraso, llega el tren, se asegura de que subimos y nos encomienda al revisor. No tenemos tiempo ni de despedirnos de ella, pero nos ha invitado a comer en su casa cuando volvamos: va a hacer dolma (hojas de parra rellenas de carne), que me encantan.
El tren es igual que los de tercera clase en la India, pero sin ventiladores, y no porque no hagan falta. En el vagon hay compartimentos, pero no estan cerrados, se accede a ellos desde el pasillo. Un hombre sin camiseta cuida a dos ninhos en calzoncillos, todos sudan, la luz les hace relucir los ojos y lamento no ser mas atrevido para sacarles una foto. Nada mas subir, el revisor nos lleva a "un sitio mejor", es decir, un "compartimento" exactamente igual, pero donde las literas de abajo estan libres. Nosotros habiamos comprado expresamente las de arriba para poder ir tumbados sin que nadie nos diera la lata, pero es cierto que las literas de abajo son mejores, porque debajo tienen un compartimento donde meter el equipaje, de modo que nadie te puede robar mientras duermes, a no ser que te levante primero. En nuestro compartimento va solo un hombre moreno, calvo y con una barba de tres dias que ni siquiera la mia de varios meses podria igualar en espesor y negritud. Luego nos ensenha el pasaporte y resulta que es dos anhos mas joven que nosotros. Dice que es armenio, pero su pasaporte es georgiano. No entiende que no lo entendamos. Se llama Rudolph, pero prefiere "Rudziek", o algo por el estilo.
Aun no nos hemos instalado y el segurata del tren, un treintaanhero grandullon, barrigudo, peliblanco y bonachon con una camisa granate, se sienta con nosotros a darnos chachara, toca la guitarra y quiere que le mande una desde Espanha, porque en Georgia no se pueden comprar buenos instrumentos. Dice que ha oido que los vascos son muy parecidos a los georgianos, y que es posible que esten historicamente emparentados, porque antiguamente uno de los reinos que forman la Georgia actual se llamaba Iberia. A los diez o quince minutos nos da su e-mail y se despide. Me lo encuentro enseguida en el bar del tren, donde intento chapurrear el ruso para entenderme con las camareras armenias, el segurata georgiano y otro armenio igual de oscuro que nuestro companhero de compartimento. El segurata me invita a una cerveza armenia (horrible, por cierto), pero no bebe conmigo porque esta de servicio. Sobre la mesa hay ya una botella vacia, no se si es suya o no, quizas es que ya ha sobrepasado el limite razonable por hoy y no quiere mas.
Vuelvo a nuestro compartimento y enseguida paramos en la frontera. El segurata resulta no ser tal, sino el aduanero georgiano. Pasa comprobando los equipajes. Nos dice: "a vosotros no os pregunto que llevais, ya tengo suficiente informacion". Y me presta su boli, un boli que le regalo su hermano y que en la parte de atras tiene un sello con su apellido y que esta fabricado en la India y que no se puede cerrar, para tomar nota de todo esto. En la parte georgiana de la frontera estamos parados como hora y media, y eso que el tren va medio vacio. Bajo a comprar algo en una tienda (momento que nuestro aduanero aprovecha para flirtear con Monika, pues, como ya ha indagado previamente, ya sabe que no somos pareja): dos bolis, agua Borjomi y cerveza Kasris, ya que ni la cerveza ni el agua mineral armenias son tan buenas como las georgianas. En la tienda me preguntan "de donde". A la salida veo a un grupo de hombres sentados en un banco, bebiendo cerveza Kasris, se ve que la echaran de menos en Armenia. Entre ellos esta el revisor, que sonrie ensenhandome sus dientes de oro y me ofrece un trago, que declino educadamente. Otro hombre me ofrece cacahuetes.
En la parte Armenia de la frontera nos tienen mas de una hora. Tampoco nos miran el equipaje, pero nos hacen bajar, dejandolo todo (incluida la mochila de mi camara y mis objetivos y el queso a medio cortar encima de la mesa), a comprar los visados, por los que un tipo borde con muchas estrellas en las hombreras nos clava cuarenta y cinco dolares por cabeza, cuando en la Embajada armenia en Polonia me habian dicho que seria mucho menos, gracias a Zeus que ibamos preparados con dolares suficientes. Luego nos hacen pasar a otra habitacion, donde una tipa con bata de enfermera nos pone un sello y un militaroide otro, mientras un monton de uniformados mas se entretienen preguntandonos de todo, si estamos casados, a que nos dedicamos, por que yo vivo en Polonia y no hablo ruso, pero si digo algunas palabras... y solo muestran cierto interes cuando Monika les dice que soy profesor (supongo que no les cuadra con mi pinta) y cuando oyen mi nombre, del que se rien sin mucha discrecion (en ruso "alfons" significa lo mismo que en polaco... algunos cuando lo oyen me preguntan si es mi profesion...).
Cuando volvemos al tren ya es de noche, parece que nuestras pertenencias estan todas. Continuamos preparando la cena a la luz de la linterna: pan, queso y tomate. Y una cerveza mas, armenia a falta de otra cosa. Nos tiramos a dormir, al rato viene uno de los revisores con una botella de agua fria que ha sacado de no se que fuente, y un vaso, del que bebemos Monika, yo, nuestro companhero de compartimento, los ninhos del de al lado, y quien sabe cuantas personas habrian bebido antes. El armenio georgiano o georgiano armenio duerme en la litera de encima de la mia. Bueno, no duerme, cada tantos segundos asoma la cabeza para controlarnos. Nos pide que le leamos un sms que acaba de recibir en ingles, pero aquello no es ingles, para mi es una sucesion de conexiones imposibles de letras, bien podria ser armenio o georgiano transcrito al alfabeto latino, pero si es asi, entonces nuestro georgiano armenio o armenio georgiano no conoce este alfabeto. Cuando ya estoy intentando dormir, se me ocurre que a lo mejor Rudolph esta tan pendiente de nosotros porque el revisor ha puesto drogas en el agua (que, pensandolo bien, sabia un poquito rara) y esta esperando a que nos quedemos groguis. Ademas, que el mismo, en una de las paradas anteriores, habia bajado a rellenar una botella en no se donde y nos la habia ofrecido, pero el no la habia tocado. Hm, sospechoso. Se lo comento a Monika (pero por debajo de la mesa y en espanhol, para que no nos entiendan), sigo la broma hasta que nos ponemos un poquito paranoicos, pero estamos tan cansados que aun asi nos dormimos. Y eso que fuera se ha desatado una tormenta llena de relampagos plateados como flashes antiguos, que durara durante la mayor parte del camino. La ventana no se puede cerrar, y a Monika le cae el agua en la cara. Yo consigo dormir relativamente bien, aunque no para de pasar gente rozandome los pies, que sobresalen de la litera, y de vez en cuando alguien habla a gritos en el vagon. Primero, igual que Rudolph y otros, duermo sin camiseta, porque hace un calor agobiante. Ya de madrugada, tendre que abrigarme.
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