viernes, 17 de julio de 2009

Svaneti (II)

Cuando nos despertamos son ya las 10. Hemos dormido casi 11 horas. Yo, como una piedra. El desayuno ya esta listo, probablemente desde hace horas. Sobre las montanhas hay bastantes nubes. Salimos en pantalon corto, pero con sudaderas e impermeables en la mochila. Y con las provisiones que nos ha dado Nino para el camino: tomate, pepino, huevos duros, queso (casero) y khachapuri. Nuestra intencion es subir hasta la cruz plantada en uno de los picos que dominan Mestia, a unos 2400 metros de altitud. Nino nos pregunta si llevamos el movil, apunta nuestro numero y nos da el suyo, por si acaso.

Entramos en una tienda a comprar agua. Detras de nosotros entra un policia con varias estrellas en las hombreras, el pelo cortado al cepillo y una cara muy seria. Me tiende la mano y me pregunta de donde somos: ella de Polonia y yo de Espanha. Que si hablamos ruso: yo muy poco, ella si. Que adonde vamos: queremos subir hasta la cruz. Pone una cara todavia mas seria y se queda callado. Le pregunto si pasa algo. Me pregunta si sabemos el numero de la policia. ?Es que es peligroso? No, pero el numero es 022. No debemos de tener mucha pinta de alpinistas profesionales. Y supongo que son pocos los que empiezan la subida a las 12 del mediodia.

Tato nos acompanha hasta donde empieza la pista. Por el camino nos encontramos con un chaval moreno, un georgiano que yo habia visto el dia anterior en el restaurantucho donde hicimos un alto a mediodia. Pero enseguida nos separamos, el va mas rapido que nosotros, la primera subida es demasiado dura como para irnos adaptando al ritmo de los otros. Por suerte la pendiente disminuye un poco. Poco mas arriba nos encontramos otra vez al georgiano, que se llama Devi y es pianista y va todavia menos preparado que nosotros, apenas con unos tenis blancos y un zurron, el agua la bebe de los arroyos. Nos cuenta que hace anhos la zona era peligrosa, porque habia bandas de salteadores que robaban a los caminantes, pero que Saakashvili acabo con ellos. Le decimos que no nos espere, porque nosotros vamos a nuestro ritmo, yo me paro de vez en cuando a hacer fotos. Las vistas lo merecen. Todavia volveremos a separarnos y a encontrarnos un par de veces. Vamos disfrutando del paisaje alpino, las altas montanhas nevadas al fondo, los valles y los prados verdes, solo falta la vaca de Milka, aunque hay otras, mas bien de color marron.

Por el camino, algun que otro tropezon, flores para mi exoticas, mariposas de colores chillones, muchas vacas sueltas (en dos acepciones de la palabra), mas sol del que prometia y, como no, espectaculares vistas: los campos floridos contrastando con el cielo azul y las nubes blancas; el pueblo pequenhito alli abajo, en el valle, con sus torres de piedra construidas para que los habitantes se refugiaran durante las invasiones; y las montanhas que nos rodean, algunas verdes, otras pedregosas, con la doble cumbre del peligroso Ushba perdiendose entre las nubes. Cuando aun estamos subiendo, nos llama el marido de Nino preguntando si ya hemos llegado. Le decimos que no se preocupe, que nosotros vamos despacito, a nuestro ritmo, que no hay prisa y que todo esta bien.

Y, cuando en una bifurcacion dudamos de haber tomado el camino correcto, aparece ante nuestros ojos la cruz. Estamos en la cumbre. Alli abajo, Mestia, con sus tejados de hojalata brillando al sol. Devi, sentado al borde del precipicio, nos saluda. Nos sentamos a comer. De repente aparece una camioneta destartalada que bien pudo haber sido militar en algun momento, de la que bajan cuatro o cinco tipos con bolsas a la cintura y se dirigen hacia nosotros. Con el cuchillo de cortar los tomates en la mano, bromeamos: ?seran los famosos salteadores? Por si acaso, lo primero que hacemos es ofrecerles khachapuri. Andan todos entre los 50 y los 60, dos son de alli y otros dos llevan anhos viviendo en el extranjero, uno en Ucrania y otro en Finlandia. Estan de buen humor y un poco borrachos, uno de ellos empieza a hacer posturas de yoga y se pone cabeza abajo. Luego aparece una pareja de lituanos con pocas ganas de conversar. Empieza a atardecer. Devi se nos une y emprendemos el descenso. Por el camino hablamos de musica, bebemos agua de los arroyos, hacemos fotos e imitamos sonidos de animales. Una vez abajo, damos una vuelta, hago una foto de la calle Stalin y vamos a tomar un par de cervezas, descubrimos la Kasris, que es de las mejores que hemos probado aqui. Devi tiene veinte anhos, quiere dedicarse a dar conciertos, su hermana es diplomatica y vive en Ginebra, el ha venido a pasar diez dias solo a Svaneti para "olvidar una mala racha", nos invita a las cervezas y nos despedimos, previo intercambio de direcciones electronicas. A la salida, hay tres vejetes borrachos. Uno de ellos nos pregunta de donde somos, a Monika le besa la mano y a mi la mejilla, pero le falla un poco el calculo y poco falta para que me bese en la boca. Balbucea un par de frases mas y nos vuelve a besar.

Cenamos en casa. Monika y yo volvemos a discutir absurdamente, el cansancio hace estragos. Pagamos 120 laris por todo, es lo que han acordado Monika y Nino, aunque Nino dice que suelen cobrar mas. Nos acostamos sobre las doce, ponemos el despertador a las cinco y poco, pues hemos quedado con un marshrutero en que nos vendra a buscar a las seis. En medio de la noche me despierta el sonido del movil de Monika. Deben de ser ya las cinco, pero me extranha, porque mi movil no ha sonado. En la habitacion de al lado, los duenhos de la casa discuten en voz bien alta, mientras el ninho pequenho llora. Tardan en callarse. No consigo volverme a dormir del todo. Luego Monika me explicara que su movil sono a la una y media porque se estaba quedando sin bateria y que la pareja estaba discutiendo por dinero, en ruso y justamente al lado de nuestra puerta, seguramente para que los escucharamos. Esta claro que deberiamos haber concretado el precio al principio, pero Nino no quiso y nosotros no estamos dispuestos a pagar mas, de otro modo nos habriamos quedado en casa de la madre de Leri, que nos hubiera hecho precio.

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