Bajamos la cuesta con los mochilones, desayunamos en el bar donde nos hemos alimentado todos estos dias: pseudocafe, ensalada y khachapuri lobiani, que es una variante del khachapuri de siempre, pero relleno de frijoles en vez de queso. Monika no se encuentra muy bien y apenas come, asi que tengo que desayunar por una persona y tres cuartos. La senhora se despide de nosotros: "volved por aqui!".
Cerca de la estacion de marshrutkas compramos sendas cocacolas con la esperanza de que nos ayuden a digerir el desayuno. Pido tambien un paquete de chicles y el senhor de la tienda no me lo quiere cobrar: "te lo regalo". La marshrutka a Tbilisi va menos llena de lo normal.
Bajamos de la marshrutka y cogemos el metro para ir a la estacion donde se compran los billetes de tren para Armenia, que conviene reservar con cierta antelacion. Como en las demas estaciones que he visto por aqui, no hay ningun cartel escrito en una lengua inteligible para mi, los preciosos garabatos del alfabeto georgiano todavia me resultan indescifrables, aunque ya conozco las suficientes letras como para, como en un juego de logica, deducir algunas palabras y, a partir de estas, nuevas letras. Y, al igual que ocurre con las otras estaciones, para llegar al objetivo hay que atravesar un mercadillo por donde a duras penas cabemos con las mochilas. Por fin damos con la barraca donde venden los billetes. Los extienden a mano, son preciosos, la operacion dura como quince minutos. Mientras tanto, la supervisora nos invita a tomar cafe en su despachito, nos trae albaricoques, se suelta el pelo y nos pregunta cuantos anhos le echamos, tiene cincuenta y dos pero decimos menos, despotrica de la politica, tiene una hija de veintitres o veinticinco anhos y una nieta de dos, cuando la hija estaba aun en el cole un dia llego a casa y dijo: no voy a jugar mas con Fulano, Mengano y Zutana, la madre le pregunto por que: porque uno es armenio, el otro es osetio y la otra de otro lado, y en el cole nos han dicho que los georgianos solo pueden jugar con georgianos. Asi que la madre se la llevo del colegio. Eso no puede ser, nos explica. Pasamos una hora con ella. Quiere que le mande una postal de Espanha, suenha con ir a Espanha, a Italia y tambien a Venecia. Y ver las piramides. Pero dice que ya no podra.
Nos perdemos por el bazar, pasamos entre puestos que constan de una mesa y varias garrafas, venden vino que, como el de Asuncion, no es blanco ni tinto ni tiene color, es absolutamente transparente, unos hombres me hacen senhas para que me acerque a probarlo, pero Monika esta ya mucho mas adelante y tengo que seguirla.
Vamos en metro hasta Didube, de donde se supone que salen las marshrutkas a Svaneti, una region del noroeste de la que se dice que, si no la conoces, es que no has estado en Georgia. Monika ha estado en Georgia ya como cinco veces, pero nunca en Svaneti, asi que habra que ir. Nos metemos en un bareto cutre a comer, sentados a las mesas solo hay senhores con arrugas en la frente y pelos blancos asomando por la camisa abierta, sirven comida rica y grasienta, Monika pide ostre, yo kharcho, son dos guisos de carne diferentes, los dos picantitos, los dos buenos, los dos grasientos. Yo pido tambien una cosa que se llama patlidjan o algo asi: berenjenas a la plancha con aceite, ajo y nueces (deduzco por el sabor), deliciosas. Viene a buscarnos Irakli, un colega de Monika, vamos en busca de nuestra marshrutka, pero resulta que salen de otra estacion y, en cualquier caso, es ya demasiado tarde para emprender el viaje, que dura alrededor de diez horas: no queremos encontrarnos plantados a medianoche en un pueblito desconocido que de una region considerada peligrosa. Irakli nos ofrece quedarnos en una casa que tiene en pleno centro, no hay muebles ni nada porque todavia esta en obras, pero hay un colchon en el suelo y agua en el banho. Nos vale. Sobre todo teniendo en cuenta que nuestro presupuesto nos lo estamos fundiendo rapidamente en comida y bebida.
Irakli tiene que irse, nosotros vamos a dar una vuelta. No sabemos muy bien que hacer, dado que el centro de Tbilisi no es especialmente emocionante y no esperabamos quedarnos hoy aqui. Vagamos un poco sin rumbo, estamos cansados, nos sentamos en un banco a mirar a la gente, al cabo de un rato una chica se queda parada mirandome fijamente. Tardamos un poco, pero nos reconocemos. Es Justyna, una chica que jugaba conmigo al voley en Varsovia. Lleva cuatro meses trabajando de voluntaria en una ONG aqui, pero ya le queda poco para volverse a Polonia. Mientras hablamos en la calle, dos vejetes ocupan el banco del que acabamos de levantarnos, se ponen a bromear haciendo como que abren mi mochila, luego empiezan a hablar con nosotros, les besan la mano a las chicas, uno de ellos, al que le falta medio dedo, nos ensenha su carnet de la orden de los caballeros de no se que y explica que en el 55 sirvio en Polonia, en Lodz, en el Ejercito del Aire, imagino que enviado por la URSS. Monika, Justyna y yo (los senhores no) vamos a tomar una limonada.
Viene Irakli otra vez a buscarnos, acompanhado de una amiga suya. Nos despedimos de Justyna y vamos al cementerio donde esta enterrado un amigo de Monika e Irakli, Levan, que era alpinista y murio hace dos anhos al caer de la fachada de un edificio donde, como la mayoria de los alpinistas de aqui, trabajaba, no se si limpiando o que. Yo me quedo fuera. Pero no logran encontrar la tumba. Irakli nos trae de vuelta a su piso vacio, manhana vendra a buscarnos a las cinco de la manhana para llevarnos a donde las marshrutkas. Hacemos planes para dentro de diez o doce dias, cuando volvamos de Armenia (salimos hacia Yerevan el 19, pero no tenemos aun la vuelta): Irakli promete llevarnos a Kazbek, una de las montanhas mas altas de Georgia.
Antes de acostarnos, venimos un rato a internet. Yo no doy abasto con la narracion de nuestras andanzas, asi que decido saltarme un par de dias e ir directamente a lo de hoy. Ya completare el resto cuando pueda. Dudo que en los proximos dias tenga acceso a internet. Monika termina mucho antes que yo, se va a casa, que esta justo al lado, pero al momento vuelve para que le acompanhe, porque el portal esta totalmente a oscuras y le da miedo, y la linterna no tiene pilas. Vuelvo al ciber, escribo, compro agua, entro en el portal y, sin luz, me parece que la escalera esta bloqueada. Tanteo con el pie, intentando iluminarme con el movil, cuando de repente se enciende justo a mi lado la brasa de un cigarrillo y, a la tenue luz que da, adivino dos siluetas. La que esta mas cerca de mi me indica, o eso interpreto, que hay espacio libre para pasar. Subo comprobando cada escalon, recorro el pasillo a tientas y entro en casa. La puerta no se puede cerrar desde dentro porque la manilla esta rota. La dejamos entornada y cerramos la de la habitacion donde dormimos. Por si acaso, dejamos mi cuchillo cerca de nuestros sacos, al alcance. Pero, visto que no vamos a lograr dormir mucho asi, decidimos cerrar la puerta de un portazo y que manhana por la manhana nos abra Irakli desde fuera. De todos modos, el calor, el ruido de la calle Rustaveli que entra por la ventana abierta, los mosquitos y otros insectos no nos dejan aprovechar las pocas horas de suenho que nos quedan.
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