Svaneti es una region montanhosa que ha logrado mantener su identidad e individualidad a traves de todas las invasiones y vicisitudes que ha sufrido Georgia a lo largo de los siglos. Los habitantes de Svaneti hablan una lengua que, aunque esta emparentada con el georgiano, resulta ininteligible para los hablantes de este idioma. Se dice que quien no ha estado en Svaneti, no ha visto Georgia. Monika, a pesar de ser su quinta o sexta vez aqui, todavia no ha visto Svaneti, asi que decidimos ir.
Nos levantamos el jueves (se que es jueves gracias al blog, porque uno pierde la cuenta de los dias) a las 4:15. Irakli, que es un angel, viene a buscarnos, nos abre la puerta y nos lleva a la estacion. A las 5:30 la marshrutka ya esta casi llena. Esta vez voy bien preparado para el calor, les he quitado las perneras a los pantacas desmontables. Arrancamos antes del amanecer. Los asientos que no van ocupados por personas, estan abarrotados de cajas y bultos. Bolsas, bolsos y garrafas de veintitantos litros de vino bloquean el pasillo del microbus y se desplazan en cada curva, y curvas por el camino no faltan. Enseguida el conductor decide amenizarnos el viaje con "musica" maquina rusa, una experiencia indescriptible, algo asi como Chimo Bayo, ?os acordais?, pero con letras que no se entienen (por lo menos las de Chimo Bayo tenian cierta gracia, con aquellas rimas horrendas). Menos mal que siempre voy preparado para semejantes eventualidades e inmediatamente echo mano de mi mp3... al que, por alguna razon, se le ha agotado la bateria. El conductor pisa a fondo y, por una carretera de dos carriles sin arcen, adelanta constantemente, al fin y al cabo en dos carriles tres vehiculos caben perfectamente. Es algo a lo que ya me he acostumbrado viviendo en Polonia, asi que no sufro. El camino es bonito, pero cada vez me da mas igual, cada vez la carretera es peor, cada vez hay mas curvas y mas baches, ya apenas nos cruzamos con nadie, pocos son los que se aventuran. Vamos incomodisimos, Monika medio aplastada por las cajas del asiento de al lado, que se le vienen encima constantemente; yo, en un asiento separado, sujetando con los pies una enorme garrafa de vino de color analisis de orina. En el asiento mas cercano al mio, al otro lado del pasillo, una vieja me mira con odio cada vez que la garrafa choca contra sus piernas, como si yo tuviera la culpa. Me pregunta si la garrafa es mia. Aunque le digo que no, me sigue mirando mal, tengo miedo de que me eche mal de ojo. Encima, hace frio. Despues de varias horas de tortura, hacemos un alto en el camino. Es mediodia. Para desayunar, pedimos una ensalada y kubdari, que viene a ser lo mismo que los khachapuri, pero relleno de carne: como una empanada de las nuestras, pero menos buena, la verdad. El banho esta en una cabanhita de madera en medio de la cual hay un agujero y todo cae directamente al rio que esta una decena de metros mas abajo, es muy interesante observar la trayectoria, pero hay tantas abejas dentro que no dan ganas de quedarse mucho alli. Reanudamos el trayecto, esperando que ya quede poco, porque aquello es insoportable. Estamos ya entre montanhas de verdad, el conductor va todo el tiempo por el lado contrario de la carretera, pero da igual, porque no hay carriles y en realidad tampoco pasa nadie, se ve que, en vez de arrimarse a las paredes, de las que se desprenden rocas, prefiere circular bien cerquita del precipicio, del que no nos separa siquiera un quitamiedos. Abajo, valles preciosos y verdes, casitas, terrenos cultivados. Las montanhas son de diversos tipos: las hay rocosas y desnudas, con las cumbres cubiertas de nieve y las laderas de glaciares, las hay tambien impresionistas, con manchas difusas de pintura verde y marron, pero mis favoritas son las que parecen el lomo de un dragon en cada uno de cuyos poros hubiera nacido un arbol, solo se ven las copas de los abetos, bueno, supongo que son abetos, que yo de arboles no entiendo mucho. Frenando en las curvas mas peligrosas, acelerando el resto del tiempo, saltando con los constantes baches, nuestra marshrutka da sacudidas constantes, la mitad del tiempo mi cuerpo no esta en contacto con el asiento, vuelo dentro del microbus, sujeto contra mi cuerpo la mochila donde llevo la camara y los objetivos para que no se me hagan migajas. Monika, que va en la parte de atras, donde mas se notan los saltos, se encuentra mal, le decimos al conductor que pare. Bajamos en un sitio precioso, con montanhas verdes, campos y, justo a nuestros pies, como cien metros mas abajo, los restos de un jeep violeta que debio de caer no hace mucho. Reanudamos la marcha, Monika se sienta delante, entabla conversacion con una senhora muy maja que resulta ser vecina de los pares de Leri, en cuya casa vamos a quedarnos, aunque nada es seguro, porque llevamos un par de dias sin poder contactar con Leri. La senhora, que se llama Nino, nos indica donde bajar. El pueblo se llama Mestia. Son las tres de la tarde y, entre la falta de suenho y el viaje, estamos molidos. Al final resulta que las garrafas de vino y las cajas misteriosas eran del conductor, que debe de completar el negocio del transporte de personas con el de mercancias.
Los padres de Leri no estan en casa. Alguien nos dice que el padre se ha ido unos dias a trabajar fuera y la madre esta en Tbilisi, con su nieto recien nacido. Nino nos lleva a su casa, donde tambien suelen alojarse los turistas que vienen a la zona, nos da de comer y nos ofrece una habitacion. Tato, uno de los hijos, que tiene 13 anhos y habla un poquito de ruso y algunas palabras de ingles, nos lleva de paseo, tenemos nuestro primer contacto con las montanhas de Svaneti, el paisaje es precioso, pero caen algunas gotas de lluvia y decidimos volver. Al llegar a casa, resulta que la madre de Leri ha vuelto de Tbilisi en otra marshrutka. Nino se encuentra en una situacion incomoda, pues, sin querer, le ha "robado" los clientes a su vecina, nos dice que hagamos lo que mas nos convenga. No nos apetece cambiar de sitio, asi que vamos a saludar a la madre de Leri y volvemos a cenar. Intentamos fijar el precio por noche, pero Nino nos dice que paguemos "lo que creamos conveniente".
Antes de acostarnos, sobre las once de la noche, Monika y yo discutimos por una tonteria. Se ve que el cansancio hace de las suyas.
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