Son las 8 y la casa esta en silencio, la luz entra timidamente por las ventanas y puertas abiertas, filtrada por los visillos. Con una toalla a la cintura, voy al banho y me topo con la duenha. Tiene como 70 anhos, la cara plana y blanca, la piel cuarteada como la de un elefante, el pelo de esparto tenhido un marron sin brillo y un vestido marron con flores de colores mates. Es gordita y bastante simpatica. Nos comunicamos en un aleman rudimentario (mucho mas el mio que el suyo). Va a encender el calentador. Habra agua caliente dentro de una horeja. Pero no hay nada como una ducha fria para despejarse. El telefono de la ducha esta pegado al enganche con esparadrapo, asi que nada de empezar por mojarse los pies e irse acostumbrando poco a poco: hay que meterse de cabeza bajo el chorro (que luego, justo cuando este enjabonado, se convertira en chorrito) de agua fria.
Salimos. Hay mucha luz para la hora que es y ya hace calor. Me gusta la luz que hay en un patio y entro. El sol ilumina la ropa tendida antes unas casas de madera hechas polvo. Mientras hago fotos, una viejita bigotuda se me mete en el encuadre y empieza a posar de broma, como si fuera una modelo. Se pone a hablar con nosotros en ruso, enseguida nos besa, nos abraza, nos colma de bendiciones, que Dios os de salud, que Dios os de felicidad, se llama Zaira, su madre murio hace cinco anhos y sus hijos se han ido a Rusia, me imagino que eso significara una doble traicion: a la familia y a la patria. Dos senhoras conversan de ventana a ventana. Zaira nos indica un bar cercano para desayunar y se va por su camino, no sin antes besarnos otra vez.
En una tasca con mesas y taburetes bajos de madera que bien podria ser un bar castizo espanhol, desayunamos khachapuri: una masa (en este caso, como un pan esponjoso) cubierta de queso fundido. Una bomba de grasas. Entre la digestion del khachapuri y el calor que hace ya a las 10 de la manhana, no apetece nada andar. Nos arrastramos por Tbilisi adelante. No se si he dormido demasiado o demasiado poco, pero esta claro que no la cantidad justa de horas.
Me gustan los rasgos de los georgianos, ni ellos ni ellas son especialmente guapos, pero sin embargo me resultan atractivos, tienen algo. Sus rasgos son muy marcados.
Aparte de las narices georgianas, lo que mas me llama la atencion son los patios. No se diferencian demasiado de los del resto de la Europa oriental que yo conozco: de los de Polonia, Lituania o Ucrania, pero son quiza un poco mas decadentes y tienen el aliciente anhadido de esas casas de madera en las que no hay ningun angulo recto, escaleras, ventanas, galerias se comban envejecidas. Por todas partes hay ropa tendida como banderolas festivas, a veces descansan vetustos Lada, dormitan perros, corretean gallinas, mientras los vecinos hacen su vida social, los hombres fuman con la panza al aire. Si, me gusta esa Europa tan viva, tan lejana de la asepsia de lugares como Viena o Praga.
Sin muchas fuerzas, recorremos la avenida Rustaveli, parcialmente cerrada al trafico a causa de las frecuentes protestas de la oposicion contra Saakashvili. Llegamos a la ciudad vieja. Entramos en una iglesia ortodoxa bastante bonita. Luego encontramos un bar y nos sentamos en la terraza. Para despertarme necesito dos cocacolas, un cafe y un litro de agua. Luego subimos a ver la iglesia (ortodoxa, claro esta) de Sameba, la mayor del pais, de construccion reciente. Por lo poco que he visto, me gusta la forma que tienen los ortodoxos de expresar la fe. En general, aunque yo no soy creyente, me gusta estar en los lugares donde se respira espiritualidad, me hace sentir bien.
La calle por la que bajamos esta llena de puestos de verduras y similares. Un viejo Lada tiene el maletero abierto y de el rebosan sandias, entre las cuales hay plantada una sombrilla de playa para protegerlas del solazo. Un senhor me pide que le haga una foto a una viejecita de pelo blanco que debe de ser su madre. Mientras tanto, el del puesto de enfrente nos invita a ir con el a la region de Kakheti y nos promete darnos los mejores shashlik (pinchitos) y el mejor vino, pero cuando le decimos que si parece sorprendido. Al final la cosa queda en agua de borrajas.
Vamos a comer: ostre (basicamente, un guiso de carne picantito con cilantro), pan y cerveza. La cerveza georgiana es letal, otra vez salimos a la calle sin fuerzas para nada. Damos vueltas sin rumbo por la zona donde estamos alojados, entramos en varios patios, la gente nos pregunta de donde somos, conversamos un poquito, pero tanto Monika como yo estamos cansados y hay cierta tension. Encontramos un ciber y nos metemos un rato. Cuando salimos ya es de noche, esta lloviendo, de vez en cuando se ve algun relampago. Emprendemos la retirada. Por el camino vemos un puesto de verdura con las cajas metidas dentro de un portal, una bombilla desnuda lo ilumina todo. Compramos una fruta que nunca habiamos visto antes, la verdulera nos asegura que esta muy buena, le hago una foto porque la escena me encanta y me da un abrazo.
Una ducha fria y a dormir. Ni siquiera me acuerdo de la fruta.
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Jeje, por aquí no se ve ningún Lada.
ResponderEliminarHace años , cuando se comercializó el Lada Niva , una especie de 4x4, aún se veía alguno por la calle, pero llevo años si verlos.
Parece un sitio muy bonito. A ver si subes la foto de algún patio.
We read you!
A las buenas! No se que pasa, que no recibo notificaciones de los comentarios, no me habia enterado hasta ahora mismo.
ResponderEliminarClaro que subire fotos, pero me temo que hasta dentro de dos semanitas, nada. No es facil encontrar internet (aparte de en Tbilisi) ni tiempo para ella...
Un abrazote!!