Llegada a Georgia

Como de costumbre, emprendo el viaje sin haber dormido apenas. Esta vez, porque anoche estuve completando lo que pude del blog indio.

El objetivo de este viaje es ver lo maximo posible de Georgia y Armenia. Voy con Monika, una amiga mia que es una entusiasta del Caucaso y ha estado ya varias veces.

Primer avion: Varsovia-Kiev. Llegamos con retraso a Kiev, con solo quince minutos para cambiar de avion, nos saltamos todas las colas posibles y luego resulta que nos sobra tiempo, porque tambien salimos con retraso. En el avionazo a Tbilisi, un Boeing con dos pasillos, nos meten, no se por que, en clase business, los asientos son enormes, puedes estirar las piernas y se duerme de maravilla, aunque tengo menos suenho del esperable.

En Tbilisi nos sorprende que nuestras mochilas lleguen sin problema, a pesar de lo breve de la escala. A la salida nos espera Leri, un colega de Monika. Nos lleva en su Pajero al centro. Hablan en ruso, por lo que solo entiendo un poco, pero estoy demasiado cansado para que me importe. No nos puede ofrecer alojamiento porque acaba de tener un crio y ha venido toda la familia. Pone musica. La primera cancion que pone es el "Wish you were here" de Pink Floyd y me pone melancolico.

Vamos a tomar algo en una terraza de la avenida Rustaveli. La cerveza es local, de barril, esta buenisima y tiene mogollon de grados. Me tomo solo una, pero me sube enseguida. Mientras, llamamos (es decir, llama Leri) a un par de alojamientos de la guia, los mas baratos. En el segundo hay sitio. Vamos a verlo. Nos vale. Se entra desde un patio rodeado de casas de madera destartaladas, las galerias y las paredes carcomidas no tienen ningun angulo recto, la madera se comba y las casas se hunden de viejas y descuidadas, como si tuvieran artritis. El interior, aunque tambien es vetusto, esta menos deteriorado. Los muebles deben de ser centenarios, de los grandes ventanales cuelgan visillos amarillentos, hay espejos por todas partes, muchos libros viejos en georgiano, ruso y otros idiomas, de las paredes cuelgan cuadros e imagenes (una foto de Stalin junto a una mala reproduccion de la Gioconda), de los techos pintados en colores pastel cuelgan aranhas con la mayoria de las bombillas fundidas.

Al ir a recoger las mochilas del Pajero, todavia afectados por el alcohol, me tuerzo el otro tobillo en el empedrado irregular de la calle Marjanishvili (el derecho me lo habia torcido un mes antes, justo antes de irme a India), por suerte parece que no es nada. Dejamos las cosas y vamos a cambiar dinero, hay que subir una cuesta empinada hasta Rustaveli, me apetece mas bien poco, pero no hay mas remedio. Por un euro nos dan 2'30 laris.

Nos metemos a cenar en un bar. Pruebo los khinkali: una masa cocida y moldeada en forma de bolsita que se cierra por arriba como una flor de loto; dentro, carne con cilantro y caldito. Hay que morderlos de modo que no se caiga en liquido, esta mal visto manchar el plato, luego sorber el caldo y a continuacion comerse la masa con la carne. Estan riquisimos. Monika se come tres, yo siete.

Volvemos a nuestro alojamiento, a descansar en un sofa-cama que se hunde en lugares estrategicos, mientras que a la altura de las rodillas una barra hace que solo se pueda dormir boca arriba o en posicion mas o menos fetal. Dormimos tras un biombo, porque al otro lado de la habitacion hay mas camas. Las ventanas dan a la calle, pasan coches, pero mis fantasticos tapones me aislan de todo. Tras un par de horas de suenho profundo, pasada la medianoche, me despierta un tipo hurgando debajo de mi colchon. Saca una cartera y un telefono y, chapurreando ingles, explica que tiene el avion por la manhana. Lo que no entiendo es por que guarda las cosas en una cama que no es la suya, a no ser que haya dormido alli ese dia. No quiero pensar si habran cambiado las sabanas. Tardan mogollon en hacer la maleta, pero me da igual. Al despertarme, horas despues, hay otro tipo durmiendo tras una cortinilla.