domingo, 12 de julio de 2009

Sighnaghi

Nos levantamos tempranito. Tras una ducha helada, salimos. Compramos pan (aqui el pan parece una barra como las espanholas, pero aplanada, como si la hubieran aplastado, y tiene un sabor particular), tomate, pepino y queso (creo que de oveja) y nos lo comemos todo sentados en un murito, mientras la poca gente que pasa el domingo por la manhana nos mira con curiosidad.

Queremos ver el mercado de antiguedades (de antiguallas, diria yo). La parte que, segun Monika, era mas interesante, esta cerrada, pero a lo largo del puente y por las aceras cercanas hay bastantes puestos. Los puestos pueden ser pequenhos tenderetes o, con mas frecuencia, sabanas extendidas en el suelo. En muchas ocasiones basta el capo o el techo del coche para exponer la mercancia. Hay de todo, desde vajilla hasta herramientas, camaras antiguas de fabricacion rusa, discos de vinilo, libros en georgiano o en ruso, abundan las reliquias sovieticas, incluyendo todo tipo de medallas y condecoraciones y, como no, retratos de Stalin, que era georgiano.

Volvemos a por nuestras mochilas, entramos en el profunidisimo metro y vamos hasta la estacion de marshrutkas. Tenemos que atravesar un bazar por donde apenas se cabe, y menos con nuestros mochilones, la gente nos mira raro y tememos por nuestras carteras. La marshrutka (minibus) que queriamos coger acaba de irse, la siguiente sale en dos horas. O antes, si se llena. Dejamos las mochilas y vamos a tomar un cafe a la gasolinera de enfrente. La camarera va vestida de negro, debio de ser bastante atractiva, pero esta estropeadilla, insiste en embutirse en ropa que se le incrusta entre los michelines. La otra camarera, que debe de ser su madre, le echa la bronca a Monika por tener las piernas (que no los pies) en una silla. No tienen banho, y yo me encuentro en una urgencia muy urgente. Voy hasta la estacion, encuentro el aseo, dos senhoras detras de un torno me hacen pagar 20 tetri, se me caen las monedas de mi agujereada cartera, pero me da igual. Entro en busca de la salvacion y se me cae el alma a los pies. Ni en la India he visto un banho igual. No hablo de los "retretes turcos", a los que estoy acostumbrado, pero es que aquellos rebosan su contenido por todas partes. Al asco se une la verguenza: hay cuatro o cinco vateres (o, sea, agujeros), pero ninguno tiene puerta, ni siquiera paredes, apenas un murito que los separa y que llega a la altura del cuello... si estas agachado. La cabeza vence al cuerpo y me retiro de alli sin poder hacer uso de las instalaciones. Pregunto al conductor de la marshrutka cuanto falta para que salga, ya han venido mas pasajeros, no entiendo lo que me dice, con el dedo me escribe en el polvo de la ventanilla que estemos a las 14:30. Falta media hora. Recorremos el bazar en busca de algun bar o algo, no hay nada. Entramos en una farmacia a ver si nos dejan usar el banho, no se si es que no tienen o que, una de las chicas sale para ayudarnos a buscar, al lado hay una casa de cambio, Monika les explica la situacion en ruso, me dejan entrar. Menos mal. No se si es que he traido algo de la India o ha sido la comida de estos dias, pero estoy fatal. La cisterna no funciona, hay que verter varios cubos de agua. Les ofrecemos dinero, pero no quieren. Se ha juntado un monton de publico a la entrada.

Llegamos a donde la marshrutka, mientras Monika compra agua, un pajaro, en una interpretacion personal de las leyes del karma, me caga en un brazo. En la marshrutka hace calor, el conductor apura hasta el maximo el horario, pues aun faltan por llenarse un par de asientos, todos sudamos mientras cada dos minutos aparece alguna vendedora ambulante con platanos, abanicos, sombreros, que se yo. En la media hora que estamos esperando nos bebemos toda el agua que llevamos. Arrancamos a las tres. En realidad ni siquiera estamos muy seguros de que esa sea la marshrutka que lleva adonde queremos ir, por varias razones: porque en el parabrisas el letrero esta en georgiano, porque ni nosotros mismos nos hemos aprendido el nombre del sitio (decimos "Cincinatti", que nos suena parecido) y porque el marshrutero no vocaliza nada. Pero bueno, si acabamos en otro sitio igual resulta que mola mas. Tras un par de horas de camino por carreteras serpenteantes, entre los arboles divisamos una vista espectacular de un valle precioso iluminado por el sol y cerrado por montanhas tras las cuales las nubes, que se han concentrado alli, forman como otras montanhas, como una plantacion de coliflores blanquisimas. Dos minutos despues, el vehiculo para en una placita rodeada de cuidados edificios de piedra. Vemos a unos cuantos turistas rubios en chanclas. Monika y yo nos miramos con la esperanza de que no sea esa nuestra parada. Pero lo es. Hemos llegado a Cincinatti.

En la parada de marshrutkas espera un tipo, el conductor habla con el, tiene una "guesthouse", nos pide 30 laris por persona por noche, desayuno y cena incluidos, el regateo se vuelve hasta violento, al final quedamos en 15 por noche sin comida, el tipo es un imbecil, nos lleva en coche hasta su casa, que no esta lejos, se llama David Zandarashvili o algo parecido, nos pregunta si tenemos la Lonely Planet, tenemos fotocopias pero ni las hemos mirado, su casa viene en la guia, dice que muchos polacos pasan por alli y que somos los primeros que nos quejamos del precio. Dejamos las mochilas y salimos en busca de comida. En una callejuela empedrada, una senhora que esta apoyada con otras en una pared nos llama, nos pregunta si tenemos alojamiento y cuanto pagamos, dice que en su casa pagariamos solo cinco laris por persona, nos la ensenha, nos presenta a su marido y su hijo, todavia estan empezando el negocio, pero en el futuro quieren montar un bar en el balcon, desde el que se ve todo el valle, y poner cortinas para que no moleste el sol, o eso es lo que entendemos de lo que dice el marido, que habla bastante regular el ruso. Mandan al hijo a que nos ensenhe un sitio donde comer bien y barato, subimos una empinada cuesta tropezando con las piedras, el chaval va en chanclas y apenas habla ruso, pero intenta conversar con nosotros, nosotros estamos cansados y hambrientos, atravesamos el centro del pueblito y nos desviamos hacia una zona de casas con jardin, entramos en una de ellas, en el porche un hombre barrigudo y calvo en camiseta interior toca la guitarra y huele a vino, una mujer morena de rasgos a un tiempo extranhos y bellos nos sonrie en ingles, mientras una senhora mayor pequenhita y vestida de negro nos da la bienvenida en ruso. Nos hacen subir a la terraza, donde hay dos o tres mesas vacias, nos traen una sombrilla para protegernos del sol, pero no la queremos, ya no quema, se esta muy bien alli, como en una playa al atardecer. No hay menu y, aunque lo hubiera, tampoco lo habriamos entendido. No parece un restaurante. En pocos minutos nuestra mesa se llena de comida: ensalada con aderezo de guindillas, unas judias verdes deliciosas (no sabia que las judias pudieran estar tan buenas), guiso de carne, shashlik (pinchitos de carne) con salsa casera de albaricoques... y una jarra enorme, probablemente de un litro y medio, de vino casero, un vino ligerito que entra de maravilla. La region donde estamos, Kakheti, es famosa por su vino.

Dos horas y pico despues, seguimos en la terraza, con la panza llena, levemente borrachos y disfrutando del anochecer. Como dice Monika: esto es la felicidad. La senhora aparece de vez en cuando y nos da conversacion. La invitamos a sentarse con nosotros y, ante nuestra sorpresa, acepta rapidamente. Tambien acepta el vino. Hablamos de todo un poco, bueno, yo no hablo, yo pongo la oreja e intento entender. Se llama Asmath (o algo parecido), estudio Matematicas y otra cosa que no recuerdo, trabajo durante muchos anhos para los rusos y por eso habla tan bien esa lengua. Tiene sesenta anhos y ha visto mundo: Europa, Estados Unidos. Antes se vivia mejor alli, porque venian muchos turistas rusos, pero ahora la cosa va mal. Desde la guerra. Ni los rusos consiguen visados para venir, ni los georgianos para ir a Rusia. La guerra fue terrible. La ultima, pero tambien las anteriores. Cuando la de Abjazia, su hijo fue a combatir, ella no sabia si volveria a verlo vivo, todo el tiempo rezaba por el. Llora cuando lo cuenta. Muchas cosas han cambiado por culpa de la guerra. Luego la conversacion toma otros derroteros menos pesados. Su hijo toca la guitarra. Yo tambien. Me traen la guitarra y me hacen tocar. Toco lo que puedo, aunque tengo las unhas cortas y llevo siglos sin tocar. Toco algo de bossa nova, la senhora escucha encantada, hace venir al hijo, que no para de elogiarme. Son como las diez y pico de la noche, llevamos cinco horas alli. Es hora de irse. Les ayudamos a recoger la mesa y bajamos los platos.

Pero no, todavia no ha llegado la hora de irse. Una vez abajo, nos hacen sentarnos con ellos en el porche. Esta Asmath, su hijo, el de la camiseta, que se llama Vasili (o algo parecido) y es segurata, la mujer de este, que no se como se llama, pero es muy guapa, las dos hijitas pequenhas, una rubia y una morena, y la madre de la mujer de Vassili. Asmath coge un instrumento georgiano, una especie de guitarrita de tres cuerdas, y empieza a tocar, canta con una voz agradablemente grave, luego el hijo le hace los coros, nos cantan canciones folcloricas cuyo estribillo, invariablemente, dice algo de Sakartvelo (Georgia en georgiano), me hacen participar cantando un bajo continuo, me da un poco de verguenza, pero el momento es magico. Luego Vasili coge la guitarra y Asmath baila un poco, Vasili despues tambien nos ensenhara unos pasos un tanto tambaleantes, pero lo mejor es cuando una de las ninhas pequenhas, morena y lindisima, sin que nadie le insista se pone a bailar, lo hace de maravilla, con una naturalidad y una elegancia pasmosas, con cinco anhitos nos tiene a todos boquiabiertos, a Monika se le saltan las lagrimas, a mi me falta poco. Monika dice: esta es mi Georgia. Tambien podria ser la mia. A las doce de la noche nos despedimos entre besos y abrazos. Entre la emocion, el vino y la oscuridad de la noche nos cuesta encontrar nuestro alojamiento. Entre la digestion, los mosquitos y el calor, apenas conseguimos pegar ojo.

4 comentarios:

  1. Tu capacidad de descripción, es tan buena que a veces (lo siento) da asco leerte. Jajaja.

    Menuda odisea. Como la del ciber de India, cuando bajaste corriendo al aseo sin ver nada...

    A ver si terminas la entrada pronto...

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  2. mmm.... y pagásteis o no?
    jajaja

    Me flipa la historia desde que cenáis hasta que os váis. Recreas la situación perfectamente.

    :) Beijos!

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  3. Si que pagamos si... y no poco... 50 lari, es decir, casi 25 euros por cabeza, que aqui es mucha pasta. Tambien es verdad que el banquete merecio la pena...

    En cuanto a las descripciones mas o menos asquerosas, ja, ja... son parte de la vida! No como en los libros, donde los protagonistas nunca van al banho... En estos viajes, creeme que hay momentos en los que el banho cobra una importancia vital! :-D

    Abrazos!!

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